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— Bien, con esto concluimos por hoy.

Me arranco un cuerito de uno de mis dedos y prosigo con el siguiente hasta que lo arranco también y busco otro alrededor de mis uñas. Haber estado tanto tiempo sentada en la silla de mi escritorio me a dado dolor de espalda pero no me estiro ni hago ningún movimiento sintiendo ese par de ojos verdes sobre mi. Los lentes redondos la hacen parecer incluso más mayor de lo que es. Escucho que suelta un suspiro y me pregunta directamente lo que quiere saber.

— ¿Alguna otra cosa que quieras decirme?

Si, hay muchas cosas que quiero decirle y que ya he hablado con Inna la noche anterior y esta mañana antes de que se fuera a estudiar. Aunque los consejos como amiga no son los mismos a cuando un terapeuta te los da, y aunque niego con la cabeza, ella capta enseguida que lo que en realidad quiero hacer es asentir.

— Larissa.

Dejo mis manos de lado y la miro de nuevo. No me detengo a pensar la manera ni las palabras con las que logro articular la oración, pero prefiero decirlo antes de que me arrepienta.

— Han pasado algunas cosas desde que llegué aquí.

Eso la hace interesarse y acomodarse mejor en su silla. Ya le había hablado de los Borisov, mi otra familia y los que sin duda fueron los más de alegraron al verme.

Aunque en realidad no había nadie más que se alegrara de verme.

Que triste vida la mía.

Intento buscar las palabras adecuadas para esto. Siempre me resulta difícil hablar de otras personas y de mi. Me resulta complicado hablar en general. Pero con ella he conseguido... Cierto grado de confianza que me ayuda a abrirme lo suficiente. Suspiré y lo solté de una vez.

— Mi tío a vuelto a llamar— ella me observa sin decir nada porque sabe que estoy pensando en decirle otra cosa—. Estaba... En ese lugar de nuevo.

Ella asiente, y deja que le explique todo antes de decirme lo que piensa al respecto. Media hora más tarde cierro la computadora y escucho que Susan me llama para el almuerzo. La susodicha sonríe divertida al verme bajar las escaleras. Supongo que estar con el cabello desordenado, mis lentes de lectura y pijama le a dado una muy buena impresión de mi. Pero no tengo muchas ganas de arreglarme ni nada por el estilo. Hoy es uno de esos días en dónde no puedo tolerar la presencia de los humanos a mi alrededor así que prefiero quedarme en mi sofá perdiendo el tiempo con cosas que no son para nada productivas.

A menos que aprenderse los diálogos de las series de crímenes sea algo productivo.

— ¿Tu no almuerzas?

Susan se detiene a medio camino de irse a la cocina y me mira con una sonrisa cariñosa mientras limpia sus manos con un pañuelo.

— No te preocupes, querida.

Obviamente no estoy de acuerdo y rápidamente le señalo la silla delante de mí.

— Hay suficiente comida para las dos.

— ¿Está segura, señorita?— no parece muy convencida.

Le sonrío un poco, aunque no tengo muchas ganas de nada.

— No sé que tipo de jefes gruñones tenías antes, pero te puedo garantizar que conmigo no será así.

Vuelvo a señalar la silla con un gesto. Dudo que me haga caso, pero se adelanta y se sienta. Empezamos a comer en total silencio, pero al final soy yo la que me intereso en formar alguna conversación.

— Cocinas muy bien.

Ella me sonríe agradecida.

— Gracias, antes no me gustaba hacerlo, pero luego de que me casé tuve que aprender y llegó a gustarme.

El camino para escapar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora