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Larissa

De regreso en el auto junto a Inna me sentía mucho más relajada. Mi amiga no había mentido cuando dijo que los masajes en ese lugar eran geniales, más que eso me atrevo a decir.

- Iremos directo a mi casa y mañana podemos ir a casa de mis padres para que los saludes. El pesado de Ruslan no a parado de exigirme que le diera noticias de tu llegada desde que supo que vendrías.

Su resoplido me hace reír. Ruslan en su hermano mayor, quién trabaja con su padre para mantener las empresas a flote. Solía decirme que yo también era su hermana y siempre me trató como tal. Cuando le regalaron su primer celular no lo pensó dos veces en intentar comunicarse conmigo. La misión terminó en fracaso porque yo era muy pequeña para tener un celular propio según mi padre, así que fuí yo quién le escribí nada más comprar mi propio celular algunos años después.

- ¿Le has avisado que ya estoy aquí?

- ¿Quieres dormir como la bella durmiente por unas horas?- asiento con los ojos cerrados-. Entonces ya sabes la respuesta. Si Ruslan se entera de que ya has llegado, irá hasta mi casa y no te dejará dormir como quieres hacerlo.

- Buen punto.

- Lo conoces, ya sabes cómo es.

No le respondo. De verdad estoy agotada y lo único que me apetece ahora mismo es dormir durante horas, además de que ya es muy tarde para ir a la casa de sus padres. Luego de los masajes nos quedamos conversando un rato más con Lydia y se nos fué el tiempo. Ahora el cielo está de colores naranjas, rojos, rosados y amarillos. Mi madre siempre me decía que esa era la despedida que el cielo le hacía al sol y la bienvenida que se le daba a la luna y a su enorme ejército de estrellas.

Pensar en ella me trajo un malestar inmediato y me recordó que tenía que llamarla lo más pronto posible. Probablemente ya se habrá enterado que desaparecí y debe de estar muy preocupada. No puedo decirle en donde estoy, pero quiero que sepa que estoy bien y que regresaré pronto. Ella es la única que me queda y que me importa de todo el puñado de cosas que dejé en Rusia.

Cuando llegamos a la casa de Inna ya a anochecido completamente. Al llegar al portón de una lujosa urbanización enarco una ceja en su dirección. Me había enviado fotos de la casa que se había comprado y pronto entendí que decirle casa era solo una manera de llamarlo, porque aquello no era una casa. Era un palacio. No era lo mismo verlo en fotos que en persona.

Lo comprobé por mí misma cuando el portero abrió el portal para ella nada más reconocer el auto. Un jardín enorme con fuentes de agua y rosales por todas partes se extendía y terminaba en las alambradas eléctricas de seguridad. Las paredes eran de piedra y la edificación totalmente hermosa. Se podían ver balcones y ventanales del suelo al techo por doquier y eso que solo había visto la parte frontal de la... Casa.

- Bastante humilde, diría yo.

Me reí por su comentario fuera de lugar. Aquello era de todo menos humilde. Podía imaginar que tenía sirvientes, autos y muchas otras cosas dentro de aquella casa, pero lo que más querían ver mis ojitos era una...

- ¡CAMA!

Lanzarme en picada a la enorme cama que estaba en la que ahora sería mi habitación fue una de las cosas más gratas que e echo en todas las horas que pasé de viaje. Inna se ríe desde la puerta con los brazos cruzados cuando ve la manera en la que me retuerzo entre las cobijas.

- ¿Quiere su majestad que la despierte para la cena?

- ¿Quiere mi doncella que le lance mi zapato a la cabeza por hacer eso?

Ella levanta las manos al aire con aire divertido.

- ¿Segura?

- No tengo hambre, solo quiero dormir.

El camino para escapar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora