- A donde vamos con exactitud.
Alexander no dejó de mirar la carretera cuando me contestó.
- ¿Siempre eres tan curiosa?
- Solo quiero saber a dónde vamos.
- Eso le quitaría lo divertido y no te sorprenderías.
Fruncí el ceño y no dejé de mirarlo. Al cabo de un rato, no resistió mi mirada y suspiró.
- De acuerdo, vamos al cine.
- ¿Cine?- me sorprendí.
- No me digas que nunca has ido a uno- la idea lo hizo sonreír.
- Sé lo que es- me acomodé mejor en el asiento del auto-. En mi casa, cuando estaba en Rusia había una sala de cine.
- Me estás haciendo muy díficil y frustrante la idea de sorprenderte con algo.
Solté una risita, pero lo tranquilicé.
- No es lo mismo que ir a una enorme sala de cine a donde van tantas personas.
- ¿Nunca fuiste con tus amigos a ver alguna película nueva o algo?
Negué con la cabeza mirando los edificios y las tiendas pasar.
- Mi padre no me dejaba salir tanto como hubiera deseado.
Él pone una mueca, pero no dice nada al respecto. Un silencio algo tenso se instala en el ambiente. Por un momento me dedico a mirar su perfil. Tiene la nariz perfilada y la mandíbula marcada. Las pestañas largas y los labios...
Me enderezo y me aclaro la garganta. Yo no suelo mirar a las personas de ese modo. Con eso en mente estiro la mano y enciendo la radio. Sonrío al mismo tiempo que Alexander pone mala cara cuando la canción empieza a sonar.
- Oh no.
- ¿Qué?- le pregunto sin entender.
- No me digas que te gusta... Eso.
Es mi turno de ponerle mala cara y señalarlo acusatoriamente.
- Ni se te ocurra hablar mal de Billie Eilish.
- No estoy hablando mal de nadie- suelta una risita divertida al verme a la defensiva-. Admito que he escuchado algunas de sus canciones, pero me resultan algo... No lo sé, ¿Depresivas?
- ¿Y que tiene eso de malo?
- Me gusta más algo así como The Weeknd.
- Taylor Swift- le digo yo.
- Maneskin.
- Bruno Mars.
- Demi Lovato.
- BTS.
Decimos cantantes unos tras otros hasta que me doy cuenta que ambos estamos sonriendo. Nos detenemos en un semáforo en rojo y seguimos diciendo cantantes sin parar. Llega un punto en que ambos hablamos al mismo tiempo.
- Reik- digo yo.
- Reik- dice él.
Sus ojos encuentran los míos de golpe y soltamos una risotada. Él estira la mano hacia la radio sin parar de reír.
- ¿Sabes hablar español?
Él asiente.
- Aprendí porque era muy bueno en eso y mis padres me inscribieron en un curso- se estiró y presionó el botón de la radio-. Pues no hay más que hablar.
De repente, Un Año de Reik empieza a sonar en la radio. Cuando el semáforo da verde, nos ponemos en marcha otra vez, la única diferencia es que Alexander empieza a cantar.
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El camino para escapar
RomanceCuando ella huía de un pasado doloroso, él la enseñó a ser feliz. Ninguno de ellos parecía estarse buscando y sin embargo, se encontraron.