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- No.

Pongo los ojos en blanco por quinta vez en la mañana. La situación es bastante chistosa. Inna está de un lado del mesón con un delantal del Capitán América y una espátula en la mano mientras que yo estoy, en pijama, del otro lado con mala cara y ambas manos en el mesón. Ella tiene el ceño fruncido y me señala de forma amenazante con la espátula cuando intento abrir la boca.

- No está a discusión.

- Mi madre está en Rusia.

- Exacto, bastante claro está que nesecitas una en este lugar.

Entrecierro los ojos cuando se vuelve a darle la vuelta a la tortilla que está haciendo.

- Lo pensé antes de llevar aquí.

- ¡Pero qué testaruda eres!

- Iba a decir buenos días- ambas nos giramos con mala cara hacia la entrada de la cocina. Ruslan al ver la espátula en la mano de su hermana, levanta los brazos, desconcertado-. Pero... ¿Que están haciendo?

- Trato de convencer a tu hermana para que me acompañe a elegir un apartamento en el que pueda quedarme- le explico con naturalidad.

- Y yo estoy diciéndole que no la acompañaré a ninguna parte porque no hará tal cosa. Ella puede quedarse aquí el tiempo que quiera. No me molesta.

- No se trata de que te moleste o no- aclaro, mirando su espalda-. Se trata de que es algo que vengo pensando desde que salí de casa.

- ¿Tanto alboroto por algo como esto?- menciona su hermano dejando al lado de mis manos unas bolsas-. Les e traído fruta.

- Gracias- le sonrío.

Va vestido con un traje y va bien peinado. Por lo que parece, solo viene de paso. Él también me sonríe, pone su mano sobre la mía tal como hacía cuando éramos pequeños y deja un beso sobre mi cabeza. Hace el intento de hacer lo mismo con su hermana, pero al ver la cara que tiene solo se queda junto a mi, sentado en un banco.

- ¿Te parece poco?- le espeta su hermana completamente indignada dejando la espátula de lado. Creo que tanto Ruslan como yo soltamos un suspiro al ver eso-. No han pasado ni tres días desde que llegó y ya quiere dejarme- hace un mohín-. A este paso supondré que, uno: te has conseguido otra mejor amiga, o dos: tienes novio y no me has dicho nada.

Ella y sus dramas.

- No tienes que suponer nada porque, uno: nadie me soporta a parte de ustedes y, dos: no me interesa tener novio.

Ella enarca una ceja en mi dirección cuando digo eso último. Pensaba que luego de haber hablado con ella sobre lo que pasó, pararía de hacer comentarios como esos, pero al parecer me equivoqué. Por supuesto, no puedo pedirle eso a una persona que enamora a quien ella quiera con solo caminar por la acera de la calle. La cocinera, Susan, una señora muy amable que conocí entre todos los sirvientes de la cara es la que se encarga de servir la comida.

- ¿Le apetece comer algo, joven Ruslan?

Él le sonríe y niega con la cabeza.

- No es necesario- se pone de pie mirando la hora en su reloj-. Ya tengo que irme a trabajar. Pasaré más tarde por aquí y las ayudaré dependiendo de lo que decidan.

Su hermana y yo hablamos al mismo tiempo.

- ¡Gracias, Ruslan!- digo yo.

- ¡No hay nada que decidir!- dice ella.

Ambas nos miramos con los ojos entornados mientras que él se ríe y se acerca a ella para darle el beso que no le dió en cuanto llegó.

- Susan, encárgate de que no se maten antes de que yo llegue.

El camino para escapar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora