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Alexander

- ¿Como se a portado?

Elizabeth sonríe mientras me entrega a mi hermana. Las demás señoras que vienen a buscar a sus hijos me miran mientras hablo con ella. Algunas siguen sin acostumbrarse a verme aquí en lugar de mi madre quién sigue diciéndome que venga a buscar a Estella a donde la niñera cuando le e repetido muchas veces que esto es una guardería.

- Estella es una niña execelente- le pellizca una mejilla, aunque mi hermana está tan interesada en un cubo de colores que tiene en la mano que no le presta atención-. Hoy a compartido su galleta con uno de sus compañeros.

- ¿Eso es cierto?- sonríe con alegría y empieza a asentir con la cabeza-. ¿Y por qué conmigo no las compartes?

- ¡Mía!- Elizabeth se ríe y yo me esfuerzo por parecer indignado ante la mala cara de mi hermana.

- Muchas gracias Elizabeth- le sonrío-. Debe ser difícil cuidar a tantos niños.

- Es algo que me hace feliz Alexander- sonríe con calidez-. Cuando seas el afortunado de encontrar lo que más te hace feliz, no lo dejes ir.

- ¿Cuando sea el afortunado?- enarco una ceja.

Ella asiente sin borrar la sonrisa.

- No todos saben buscar las cosas que les gustan. Muchas veces ni siquiera lo intentan y solo viven el día a día sin ningún tipo de emoción más que trabajar para conseguir dinero- hace una pausa para dejar salir a una madre con su bebé-. No te estanques Alexander. Lucha por encontrar aquello que te haga feliz, aquello por lo que quieras esforzarte cada día de tu vida.

Elizabeth es una señora genial. Su esposo se divorció de ella por no poder tener hijos, cosa que solo un idiota haría. Y aunque eso le dolió mucho durante un buen tiempo, encontró un trabajo que la hace feliz. Sus consejos siempre son como los de una madre.

No dejo de pensar en sus palabras mientras camino con mi hermana en brazos.

Buscar lo que me hace feliz.

No había pensado nunca en eso. Soy bueno en muchas cosas, pero nunca me e propuesto intentar algo diferente. Supongo que aquello que de verdad me apasiona es mi carrera universitaria en estos momentos y justo por eso me siento resuelto y... ¿Feliz?.

Levanto la cabeza y pongo una mueca cuando mi hermana empieza a moverse.

- No empieces Estella- la acomodo mejor.

- Ale... Ale...- la miro sin entender.

Normalmente suelo entender todo lo que me dice entre balbuceos, pero tampoco soy un adivino. Estamos a mitad de camino de casa. Los padres están buscando a sus hijos de la escuela y pasan junto a nosotros como siempre que me toca venir a buscar a Estella.

- Ale.

- Estella, no entiendo qué me quieres decir si solo dices mi nombre.

Su manito aprieta mi cabello en un momento, pero suele hacerlo mucho así que no le presto atención. Su cabeza se gira a la izquierda, pero yo la tengo del lado derecho.

- Ale...

- ¿Quieres agua?- niega con un dedo metido en la boca-. ¿Quieres helado?- vuelve a negar.

Suspiro, ser hermano mayor a veces es díficil. Muy díficil. Tomo aire y me armo de paciencia.

- No entiendo lo que...

- ¡Azúl!

Espera.

Esperaaaaaaa.

¿Azúl? ¿Acaso escuché bien?

El camino para escapar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora