Capítulo 4

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El eco de los últimos encuentros seguía resonando en la mente de Max. El beso en el balcón, los toques furtivos, las miradas cargadas de promesas no cumplidas. Durante días había intentado distanciarse, convencerse de que todo lo que sentía por Sergio no era más que un deseo pasajero, una tentación que eventualmente desaparecería si mantenía la distancia. Pero la verdad era mucho más oscura, mucho más intensa de lo que estaba dispuesto a admitir.

Intentaba convencerse de que podía mantener el control, pero cada vez que cerraba los ojos, veía a Sergio acercándose, sonriéndole con esa mirada cargada de insinuación. La atracción se había vuelto insostenible. Cada día que pasaba sin verlo, Max sentía cómo algo se rompía en su interior. No era solo el deseo físico lo que lo arrastraba hacia Sergio, sino una necesidad más profunda, más oscura. Quería tenerlo cerca, aunque eso lo consumiera, aunque supiera que perdería el control de sí mismo en el proceso.

Esa noche, Max había asistido a una cena privada organizada por uno de sus socios de negocios, pensando que allí podría relajarse, mantener su mente lejos de Sergio. Pero cuando llegó, su mirada se cruzó con la de Sergio al otro lado de la sala. Estaba allí, como si el destino no le permitiera escapar. Vestido con un traje oscuro que se ceñía perfectamente a su figura atlética, Sergio irradiaba una seguridad que le resultaba hipnótica. Max sintió cómo su cuerpo se tensaba de inmediato. Podía sentir el calor subiendo desde su pecho hasta su garganta, la urgencia latente que había intentado reprimir durante tanto tiempo.

Intentó ignorarlo, manteniéndose ocupado en conversaciones triviales, brindando con extraños, pero la presencia de Sergio lo envolvía como una sombra. A cada paso que daba, sentía cómo la distancia entre ellos se hacía más pequeña, aunque no se acercaran físicamente. Era como si el aire mismo estuviera impregnado de esa tensión palpable, esa electricidad que surgía cada vez que sus miradas se cruzaban.

Y lo peor de todo es que Sergio lo sabía. Lo había notado desde el principio. Max podía verlo en la forma en que Sergio lo miraba, esa sonrisa discreta que no mostraba más que una pequeña parte de lo que realmente estaba pasando. Sabía que Max estaba atrapado, que por más que intentara alejarse, siempre volvería, como una marioneta atraída por los hilos invisibles de su deseo.

Max decidió irse. No podía soportarlo más, la tensión, la frustración. Cada vez que veía a Sergio sonreír con esa facilidad, esa confianza, sentía como si su cuerpo estuviera al borde de explotar. Se excusó con el grupo de personas con las que estaba hablando y salió al exterior, buscando la frescura del aire nocturno, esperando que el frío le enfriara la piel y calmara el torbellino que lo quemaba desde dentro.

Caminó por los pasillos del edificio, sus pasos resonando en el silencio. Su mente era un caos, intentando procesar lo que le estaba pasando. Se sentía atrapado, incapaz de alejarse de Sergio pero también incapaz de acercarse sin perderse por completo. Sabía que estaba en el borde de un precipicio, y que cualquier paso en falso lo haría caer.

Cuando llegó a la salida trasera, pensó que podría escapar del tormento por un momento. Pero entonces, oyó pasos detrás de él. Y antes de que pudiera girarse, la voz de Sergio rompió el silencio.

—¿Por qué sigues huyendo, Max?

Max sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Cerró los ojos, respirando hondo, intentando mantener el control. Pero cuando se giró, allí estaba Sergio, mirándolo con esos ojos oscuros que parecían ver a través de él, que no dejaban espacio para esconderse. Estaba demasiado cerca, invadiendo su espacio personal, y Max sintió cómo su cuerpo reaccionaba de inmediato, como si cada fibra de su ser estuviera programada para responder a la presencia de Sergio.

—No estoy huyendo —murmuró Max, aunque ambos sabían que era mentira.

Sergio sonrió, esa sonrisa que no llegaba del todo a sus ojos, pero que era devastadoramente efectiva. Dio un paso más cerca, y Max pudo sentir el calor de su cuerpo, el aroma de su colonia, el leve roce de sus dedos cuando los apoyó en su brazo.

Stuck in Your Web ~ Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora