Capítulo 2

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Max no recordaba la última vez que algo o alguien había logrado desarmarlo de esta manera. Las semanas transcurrían con una lentitud insoportable, y lo que alguna vez fue un deseo casual, una atracción superficial por un hombre encantador, ahora lo envolvía como una nube densa y sofocante. Estaba acostumbrado a mantener el control en su vida, a trazar límites claros, a no dejar que las emociones lo dominaran, pero con Sergio era diferente. Desde aquella primera vez en la fiesta, su vida había cambiado por completo.

Max era un empresario respetado, conocido en los círculos más exclusivos de Europa. Su vida estaba rodeada de lujo, poder y éxito. Siempre sabía lo que quería y cómo conseguirlo, pero en el caso de Sergio, esa certeza se desvanecía. Cada vez que pensaba en él, su mente se desmoronaba en una vorágine de sensaciones y deseos incontrolables. Sergio no era simplemente otro hombre atractivo en su mundo lleno de belleza y superficialidad. Había algo más, algo oscuro y profundo que Max apenas podía nombrar.

Sus días estaban repletos de reuniones importantes, decisiones que movían millones, pero en su mente solo existía una constante: Sergio. Lo recordaba con cada detalle, desde el olor sutil de su perfume hasta el tacto de sus manos que apenas lo habían rozado aquella noche. No importaba cuánto se esforzara en concentrarse en su trabajo, el deseo lo seguía como una sombra, invadiendo cada momento de soledad. Max estaba perdiendo el control y lo sabía.

Esa mañana, mientras miraba su reflejo en el espejo del baño de su ático, Max se sintió incapaz de reconocer al hombre que lo observaba. La fachada de frialdad y seguridad se estaba desmoronando. El sudor perlaba su frente, no por el calor, sino por la ansiedad que le provocaba pensar en Sergio.

Sabía que no podía seguir así, pero al mismo tiempo, no quería detenerse. El deseo por Sergio ya no era una opción, era una necesidad que le quemaba desde dentro. Había algo adictivo en la tensión que los envolvía, en esa sensación de no saber si lo que estaban experimentando era simplemente un juego o algo más peligroso. Max temía lo que Sergio le hacía sentir, pero al mismo tiempo, ansiaba con cada fibra de su ser sucumbir a esa tentación.

Los días pasaban, pero el deseo solo se intensificaba. Max comenzó a ver a Sergio en todas partes, aunque nunca lo tuviera realmente cerca. Su nombre aparecía en conversaciones casuales, y cada vez que alguien lo mencionaba, sentía un escalofrío recorrerle la espalda. Sergio era un modelo en ascenso, reconocido por su estilo audaz y su presencia magnética en cada pasarela y evento al que asistía. Su rostro, esculpido y perfecto, adornaba las portadas de las revistas más prestigiosas, y cada vez que Max lo veía en una de esas páginas brillantes, el fuego en su interior crecía.

No fue hasta una tarde lluviosa que el destino volvió a reunirlos. Max estaba en un evento benéfico de alto perfil, uno de esos en los que las donaciones millonarias eran tan comunes como el champán. Vestido con un traje negro perfectamente ajustado, Max caminaba entre la multitud de figuras importantes, conversando con conocidos y cerrando acuerdos sutiles con una sonrisa educada. Sin embargo, en el fondo, solo esperaba una cosa: ver a Sergio.

Y allí estaba, en el otro extremo del salón, hablando con un grupo de personas que lo rodeaban con admiración. Sergio se destacaba, como siempre. Llevaba un traje gris claro que resaltaba su piel bronceada, su cabello peinado hacia atrás con elegancia. Su risa suave llenaba el espacio, atrayendo la atención de quienes lo rodeaban. Max observó cómo Sergio inclinaba ligeramente la cabeza hacia un hombre que le hablaba al oído, y el pecho de Max se tensó de inmediato. Sintió un pequeño rayo de celos, algo que no podía explicar, pero que lo quemaba por dentro.

No pudo evitar acercarse. Necesitaba estar cerca de él, aunque fuera solo para intercambiar unas pocas palabras, sentir nuevamente esa chispa que había encendido la primera vez. Cuando finalmente estuvo lo suficientemente cerca, Sergio lo vio. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, todo el ruido de la sala desapareció.

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