Capítulo 16

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El agua de la ducha cesó, y Sergio sintió cómo el frío del aire comenzaba a rozar su piel mojada. Estaba agotado, completamente rendido después de la intensidad de lo que había sucedido entre ellos. Apenas podía mantenerse en pie, y Max, siempre atento, lo sostuvo con firmeza. Los movimientos de Max eran decididos pero controlados, como si cada gesto tuviera un propósito claro. Sergio cerró los ojos mientras Max tomaba una toalla gruesa y suave, secando su cuerpo con delicadeza. A cada roce de la toalla, Sergio sentía una mezcla de calma y resignación

Con movimientos lentos y decididos, Max envolvió a Sergio en una toalla gruesa, secando cuidadosamente su cuerpo mojado. No había prisa en sus gestos, pero sí una intención clara. Max, aunque cargado de posesividad, estaba siendo tierno y cuidadoso en ese momento, y Sergio lo sentía. A cada toque, sentía cómo el calor de la toalla absorbía el agua de su piel, pero también cómo esa calidez emanaba del propio Max, quien lo cuidaba como si fuera lo más preciado.

—Tranquilo, cariño —murmuró Max mientras secaba el cabello de Sergio, sus manos moviéndose con una mezcla de control y afecto.

Sergio cerró los ojos, dejándose llevar por esa calma. En lugar de miedo, lo que había dentro de él era una profunda felicidad. Había conseguido lo que tanto había deseado: despertar en Max esa intensidad, esa posesividad que tanto lo atraía. Sentirse tan completamente reclamado lo llenaba de una dicha que no podía expresar con palabras. Mientras Max secaba cada rincón de su cuerpo, Sergio solo podía pensar en lo bien que se sentía ser suyo.

Cuando Max terminó de secarlo, tomo una bata y con el mismo cuidado de antes, la colocó sobre los hombros, envolviéndolo como si lo estuviera protegiendo de todo. Sergio sonrió para sus adentros, disfrutando de cada segundo de esa atención. Sentir las manos de Max deslizándose sobre su cuerpo, secándolo, cubriéndolo, hacía que un calor interno lo envolviera aún más que el de la toalla.

—Vamos —dijo Max, su voz baja pero cargada de autoridad.

Max lo levantó con facilidad, como si el peso de Sergio no fuera más que el de una pluma. Mientras lo llevaba en brazos hacia el dormitorio, Sergio se acurrucó contra el pecho de Max, disfrutando de la cercanía, de la sensación de seguridad que su amante le proporcionaba. Cada paso que Max daba era firme, seguro, y Sergio no podía evitar sentirse profundamente satisfecho al ver hasta qué punto Max lo reclamaba, lo poseía. Era exactamente lo que había querido, lo que había buscado desde el principio.

Llegaron al dormitorio, donde la luz tenue proyectaba sombras suaves sobre las paredes. Max colocó a Sergio con delicadeza en el borde de la cama, y el contacto con las sábanas suaves fue casi reconfortante. Sin embargo, lo que realmente hacía que Sergio se sintiera en paz era la presencia constante y protectora de Max, quien ahora estaba arrodillado frente a él, como si estuviera cuidando algo invaluable.

—Ahora vamos a ponerte cómodo —murmuró Max, su voz grave pero cargada de un afecto que Sergio podía sentir en cada palabra.

Max abrió el cajón y sacó ropa cómoda. Mientras lo hacía, Sergio observaba cada movimiento, notando la mezcla perfecta entre control y cuidado que Max mostraba. El hecho de que Max lo estuviera vistiendo, tomándose su tiempo para asegurarse de que estuviera cómodo y tranquilo, lo hacía sentir profundamente feliz. Esto era lo que quería: ser cuidado, ser reclamado con intensidad, ser suyo.

Primero, Max ayudó a Sergio a quitarse la bata, y luego comenzó a vestirlo con una camiseta ligera. Los dedos de Max rozaron la piel de Sergio mientras pasaba la prenda sobre su cabeza, y ese contacto suave lo hizo estremecerse ligeramente, pero no de nerviosismo, sino de satisfacción. Sentía cómo Max lo envolvía no solo con ropa, sino con su control, con su amor.

Una vez que la camiseta estuvo en su lugar, Max tomó los pantalones cómodos y los colocó sobre las piernas de Sergio, abrochándolos con precisión. Sus manos se movían con lentitud, pero Sergio no podía evitar sonreír ligeramente al sentir ese toque, esa atención detallada que Max le daba. Max no solo estaba vistiéndolo; estaba reafirmando su dominio, y Sergio se sentía completamente feliz de ser el centro de esa posesión.

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