Capítulo 7

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El ring de lucha es donde se crean o se quiebran los jinetes

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El ring de lucha es donde se crean o se quiebran los jinetes. Después de todo, ningún dragón que se respete elegiría a un jinete que no puede defenderse solo, y ningún cadete que se respete permitiría que una amenaza como esa para su ala siguiera entrenando.

—GUÍA DEL COMANDANTE AFENDRA PARA EL CUADRANTE DE JINETE (EDICIÓN NO AUTORIZADA).

—Elena Sosa, Brayden Blackburn. —El capitán Fitzgibbons está leyendo la lista de muertos.

Esta mañana todos estamos vestidos con el negro de los jinetes y tengo una sola estrella plateada de cuatro puntas en el cuello, la marca de alguien de primero, y un parche del Ala Cuatro en el hombro.
Ayer nos dieron uniformes estándar, túnicas veraniegas entalladas, pantalones y accesorios cuando se terminó lo del parapeto, pero no nos dieron ropa de cuero para volar. No tiene caso darnos los uniformes de combate, cuando la mitad de nosotros no llegaremos a el threshing en octubre.
El corsé de armadura que Mira nos hizo, no es lo normal, pero se pierde entre los demás uniformes.
Tenemos menos de veinticuatro horas aquí, y Violet y yo ya nos dimos cuenta de ciertas cosas, como que todos se creen superiores.

—Jace Sutherland —continúa el capitán Fitzgibbons, y los escribas a sus lados se reacomodan en su lugar, donde se supone que estaríamos Vi y yo como cambian las cosas —. Dougal Luperco.

Creo que ya vamos por los cincuenta, pero perdí la cuenta cuando leyó el nombre de Dylan hace unos minutos, así que intento concentrarme, aprenderme cada nombre, pero son demasiados.
Tengo la piel maltratada por usar la armadura toda la noche como Mira nos sugirió y me duele la rodilla, pero contengo el impulso de inclinarme y ajustarme la venda que logré ponerme en la inexistente privacidad de mi catre en las barracas de primero antes de que alguien más se despertara.

Somos ciento cincuenta y seis en el primer piso del edificio de dormitorios. Aunque a Jack Barlowe lo pusieron en los dormitorios del tercer piso, no voy a dejar que nadie vea mis debilidades. No hasta que sepa en quién confiar.

—Simone Casteneda. —El capitán Fitzgibbons cierra la lista— Que sus almas estén con Malek. —El dios de la muerte.

No hay una conclusión formal a la ceremonia ni un último momento de silencio.

—Espero que todos hayan desayunado, porque no van a poder comer nada hasta la hora del almuerzo —dice Dain, mirándome a los ojos por un breve instante, Luego a Violet, para luego fingir indiferencia, que por cierto no está haciendo un buen trabajo.

—Es un experto en fingir muy bien que no las conoce —susurra Rhiannon entre medio de Vi y yo.

—Sí lo es —responde Violet con el mismo tono.

El sol juega con su cabello del color de la arena, y cuando gira la cabeza, veo que una cicatriz que no noté ayer se asoma entre su barba por el mentón.

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