Capítulo 5

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Los dragones azules descienden de la extraordinaria estirpe Gormfaileas

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Los dragones azules descienden de la extraordinaria estirpe Gormfaileas. Conocidos por su impresionante tamaño, son los más despiadados, especialmente en el caso del inusual Azul Cola de Daga, cuyos afilados picos al final de su cola pueden destripar a un enemigo de un solo golpe.
—Guía de campo de los dragones, por el coronel Kaori

Si Jack quiere matarme, va a tener que hacer cola. Además, tengo la sensación de que Xaden Riorson le ganará.
—Hoy no —le respondo a Jack con el mango de la daga firme en la mano.
Se me acerca. Me está olfateando como si fuera un maldito perro. Luego hace un sonido de repugnancia y se va hacia la multitud de cadetes y jinetes que están de celebración en el gran patio de la ciudadela.
Aún es temprano, rondando las nueve, pero salta a la vista que hay menos cadetes que los candidatos que esperaban en la fila delante de mí.
Violet se acerca a abrazarme — Casi muero del susto cuando vi que te resbalaste es bueno saber que aún no tengo que patearte el trasero — yo la abrazo.
—Estoy bien Violet, estamos bien Vi.

Basándome en presencia del cuero, aquí están también los de segundo y tercero, observando a los nuevos cadetes.
La lluvia baja hasta convertirse en llovizna, como si solo hubiera venido para hacer que la prueba más difícil de mi vida, fuera aún más complicada..., pero lo he logrado.
Estoy viva.
Violet está viva.
Lo hemos hecho.
Mi cuerpo comienza a temblar y un dolor punzante se despierta en mi rodilla izquierda, la que me he raspado contra el parapeto. Doy un paso y amenaza con tirarme. Tengo que vendármela antes de que alguien lo note.
—Creo que te has ganado un enemigo —dice la pelirroja acomodándose sin el menor reparo la ballesta letal que lleva colgada del hombro. Me mira por encima de la lista con una expresión calculadora en sus ojos color avellana, que me recorren de arriba abajo— Si yo fuera tú me andaría con cuidado cuando estuviera cerca de ese tipo.
Asiento.
Voy a tener que andar con mucho más que cuidado.

El siguiente candidato se acerca por el parapeto y entonces alguien me toma por el hombro desde atrás y me da la vuelta.
Mi daga ya está a medio camino en el momento en que me doy cuenta de que es Rhiannon.
—¡Lo hemos conseguido! —Con una expresión de felicidad, me da un apretón en los hombros.
—Lo hemos conseguido —repito, con una sonrisa forzada.
Los muslos me tiemblan, pero logro envainar la daga sobre mis costillas. Ahora que estamos aquí y ambas somos cadetes, ¿puedo confiar en ella?
—No sé ni cómo agradecértelo. Ha habido al menos tres veces en las que me habría caído si no me hubieras ayudado. Tenías razón. Mis suelas resbalan un horror. ¿Ya has visto a la gente de aquí? Juraría que he visto a una de segundo año con mechones rosas en el cabello, y un tipo tiene tatuadas escamas de dragón en los bíceps.
—La conformidad es para los de infantería —dice Violet, mientras ella entrelaza mi brazo con el suyo y Rhiannon hace lo mismo con mi otro brazo mientras me empuja hacia la multitud.
La rodilla protesta por el dolor que ya me sube hasta la cadera y me baja al pie. Cojeo y mi peso se apoya en el costado de Rhiannon.

Maldita sea.
¿De dónde han salido estas náuseas? ¿Por qué no puedo dejar de temblar? Me caeré en cualquier momento, no hay forma de que mi cuerpo pueda mantenerse erguido con este terremoto en mis piernas o el zumbido en mi cabeza.
—Hablando de eso... —dice mirando hacia abajo—. Tenemos que cambiarnos las botas. Hay un banco...

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