Capítulo 67: La vida cotidiana

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Cuando la suave luz del sol matutino tocó el rostro de Eda, se despertó de un sueño reparador. Había dormido bien durante la noche.


Ginny seguía dormida, sin mostrar señales de despertarse, y Eda no intentó despertarla.


Los jóvenes siempre necesitan dormir mucho, y como no había nada urgente que hacer, era mejor dejarla dormir un poco más.


Eda bajó las escaleras, todavía sintiéndose un poco aturdida. En la pequeña cocina, la señora Weasley estaba ocupada, haciendo ruido mientras preparaba el desayuno. Los platos en el fregadero se lavaban solos, haciendo un suave ruido metálico, que parecía mucho más eficiente que un lavavajillas normal.


El señor Weasley estaba disfrutando de su desayuno, con la edición de hoy de El Profeta a su lado. Nadie más se había levantado todavía, por lo que la cocina estaba en silencio, con solo la pareja presente.


"Eda, baja y come", dijo la señora Weasley cuando vio a Eda, mientras estaba friendo salchichas. —Después del desayuno, tú y Arthur iréis a Londres.


—Buenos días, señor Weasley, señora Weasley —saludó Eda mientras entraba en la cocina, sacando una silla de la mesa y sentándose.


—Eres realmente un puñado, Eda. A tu edad, quedarse en casa estudiando sería lo mejor, pero insistes en trabajar en el Callejón Diagon —dijo la señora Weasley con preocupación.


Eda se rió entre dientes, no queriendo continuar la discusión con la señora Weasley.


Ambos tenían puntos válidos; solo veían las cosas desde diferentes perspectivas.


La señora Weasley creía que los estudiantes debían centrarse en sus estudios y no preocuparse por otros asuntos, especialmente porque Hogwarts le proporcionaba a Eda un estipendio anual para ayudarla a completar su educación. Por eso no apoyaba del todo la decisión de Eda de trabajar.


—Creo que está bien. Eda es tan inteligente que ni siquiera trabajar afectará sus estudios —dijo el señor Weasley, finalmente levantando la vista de El Profeta. —Y Dumbledore tampoco le ha pedido que deje su trabajo.


Al oír que hasta Dumbledore lo aprobaba, la señora Weasley no dijo nada más. Puso dos huevos fritos y ocho o nueve salchichas pequeñas en el plato de Eda, llenándolo hasta el borde.


—Come más y no trabajes demasiado en Flourish and Blotts. Hay muchos empleados allí, así que no importará si no estás cerca —le recordó la señora Weasley a Eda—. Ya he preparado tu almuerzo, así que no olvides llevártelo contigo cuando te vayas.


Holgazanear en el trabajo era algo que la gente aprendía por sí sola, y Eda era bastante hábil en eso.


En realidad no necesitaba que la señora Weasley se lo recordara.


Después de terminar su desayuno, Eda subió las escaleras para lavarse y cambiarse de ropa, dejando al señor y la señora Weasley solos en la cocina.


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