Las piernas le pesaban, la nieve le llegaba hasta los tobillos a cada paso y su corazón retumbaba en sus oídos. Sabía que no podía huir eternamente, pero tenía que intentarlo; debía continuar moviéndose, alejándose del estruendo detrás de él, consciente de que, probablemente, la mayoría de sus aliados ya habrían caído.
-¡Vamos por aquí!-
La voz lo alertó; lo estaban persiguiendo. Era claro que ocultar sus huellas en la nieve sería imposible, y el corte en su espalda dejaba un rastro de sangre.
Sin embargo, no podía detenerse; la valiosa carga que transportaba no debía caer en manos de sus perseguidores. La pérdida de sangre comenzaba a aturdirlo, el aire frío le penetraba los pulmones y su visión se nublaba. Desesperado, miró a su alrededor y divisó un gran árbol en medio de un claro, con un hueco no lo suficientemente grande para esconderse, pero sí para ocultar lo que portaba.
Con extremo cuidado, tomó el paquete y con delicadeza lo colocó dentro del hueco. Era consciente de que no le quedaba mucho tiempo, no tanto por los soldados que le seguían de cerca, sino por la herida que le drenaba la vida lentamente. Intentó levantarse, pero el sonido de un llanto lo detuvo.
-Shuuuuu, shuuuuu, Tom- le dijo al bebé -Guarda silencio o te encontraran- puso su mano sobre la que había extendido el pequeño
-Sabes...- su voz se quebró con una tos leve y seca -... tus padres te amaron desde el momento en que abriste los ojos...- las lágrimas brotaron de sus ojos turquesa, deslizándose por sus mejillas -... hasta que ellos cerraron los suyos-
-¡Aquí está el rastro!- resonó una voz en la distancia.
El joven tomó una respiración profunda y se levantó, desabrochándose la capa que llevaba, sabiendo que no la necesitaría más, y la colocó sobre el bebé para cubrirlo.
-Ahora tu hermano se hará cargo- extrajo su espada ornamentada, que normalmente no se usaría en combate, y con la punta tocando el suelo a su lado, miró al cielo, sin saber a quién dirigía su plegaria, a Dios, al universo, o a cualquier otra entidad que pudiera escuchar -por favor, protégelo- se llenó de valor y corrió lo más rápido que pudo alejándose del árbol. Al encontrarse con los soldados, captó su atención para alejarlos de su hermano al que acababa de dejar atrás.
Una flecha surcó el aire.
El impacto mató de un golpe a su objetivo.
-¡Ja!- exclamó un hombre de inusual cabello azul. -¿Viste eso, Shawn?- preguntó, bajando su ballesta. -Los Hamilton hemos sido los mejores cazadores de estas tierras por generaciones; ese ciervo no tenía oportunidad- le explicaba a un muchacho de cinco años agazapado a su lado.
-Y algún día tú y tu hermanito continuarán la tradición- afirmó, hinchando su pecho con orgullo.
-Ven, ayúdame a llevarlo de vuelta- dijo, mirando al cielo y cubriéndose los ojos del sol con una mano. -Debemos apurarnos, se acerca una tormenta-.
El camino de regreso fue largo y silencioso. Shawn recogía las ramas más secas, tal como su padre le había enseñado, para encender un fuego rápidamente.
La cabaña era del tamaño perfecto, acogedora y lo suficientemente amplia para una familia. La chimenea ya estaba encendida, una suerte para los que regresaban del frío.
El sonido de la puerta de entrada alertó a la persona que estaba dentro. -¡Derek!- se oyó exclamar a una mujer. -¡Gracias a los dioses!- La urgencia en su voz hizo que él dejara todo y corriera hacia ella.
-Meredith, ¿qué sucede?- Ella estaba sentada al borde de la cama, con una maleta a su lado y apenas 29 semanas de gestación.
-¡tenemos que volver! ¡Tenemos que volver ahora!- le gritaba ella.
-¡¿Qué?!- exclamó él. -Estamos a dos días de viaje en carruaje y se nos avecina una tormenta-.
-¡Derek!- Ella respiraba con dificultad y su rostro estaba enrojecido. -¡Tú no entiendes!- Sus miradas se encontraron y, tras unos segundos de conversación silenciosa, él comprendió lo que sucedía.
-Hay no, es demasiado pronto- le ayudo a volver a la cama.
-Por eso insisto en que debemos irnos; no quiero tener a mi bebé en la maloliente cabaña de tu abuelo- ella no lo decía en serio, realmente amaba la cabaña y disfrutaba el tiempo allí con su familia, pero el dolor y la frustración estaban minando su paciencia.
-Tranquila-, le reafirmó. -Podemos con esto-, le dijo mientras daba vueltas por la habitación recogiendo toallas y le pidió a Shawn que pusiera a calentar agua.
-Derek, es muy pequeño. ¿Que tal si le paso algo malo?- su voz sonaba destrozada -si algo ocurrió no podemos tratarlo aquí-
-No te preocupes por eso, no dejare que le pase nada, a ninguno de los dos-
Después de varias horas de labor de parto, entre gritos y una mano apretada hasta casi romperse, finalmente nació el bebé. Sin embargo, no respiraba. El hombre lo tomó en sus brazos y comenzó a moverlo suavemente.
-¡Derek! ¿Que ocurre?- le insistió la mujer en cama, la preocupación la inundaba.
El adulto mecía al bebé con intención: -Vamos bebé, llora para papá-, pero el bebé no reaccionaba. Se giró hacia su esposa, quien comprendió la situación al ver la expresión en su rostro.
-Cariño... yo...- "Hic" lo interrumpió un sonido ahogado y luego el segundo llanto mas alegre de su vida. las lagrimas cayeron de ambos padres -¡Esta Vivo!- dijo cargando al bebe a su mujer -esta vivo- volvió a decir como dando las gracias.
Shawn aun miraba la escena sosteniendo una de las toallas -Ven aquí hijo, conoce a tu hermanito- el pequeño se acerco a -es un varón como tu- le revolvió el pelo.
-Nacido en plena tormenta invernal- la madre que cargaba ahora al bebe le dijo -Bienvenido al mundo, Jacob-
"No importa lo grande que fuera nuestra casa, si no que había amor en ella"
-Peter Buffett
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Aquel Día
RandomQuizá el gran lobo feroz solo estaba solo, confundido y asustado. Quizá la caperuzita no estaba indefensa y el rojo no era de la tela. Quizá el cazador solo estaba enamorado y siendo controlado. Quizá la abuelita era de armas tomar y guardaba más de...