El sol del mediodía se alzaba sobre las casas mientras Jake se dirigía a su lugar favorito para leer. No quería volver a casa aún, y estaba seguro de que su padre ni siquiera se había dado cuenta de que no había vuelto de su "cacería" matutina.
Jake decidió pasar por Dulces Soñados de Miriam, la repostería que no tenía nada que envidiarle a las más grandes de París. Al entrar, el aroma dulce de los pasteles recién horneados lo envolvió, y Miriam, la dueña, lo recibió con una sonrisa, que pronto se transformó en una expresión de desaprobación.
-Jake, ¿qué haces aquí buscando dulces en vez de un almuerzo nutritivo?- lo regañó Miriam, con las manos en la cintura.
Jake, un poco avergonzado, sonrió tímidamente. -Lo siento, Miriam. Solo necesitaba un pequeño descanso y pensé que un pastel no haría daño.-
Miriam suspiró, pero no pudo mantener su expresión seria por mucho tiempo. -Sabes que solo quiero lo mejor para ti, Jake. Prométeme que después de este pastel, irás a casa y comerás algo más saludable.-
Jake asintió, aceptando el pastel que Miriam le ofrecía. -Lo prometo, Miriam.-
-Bien, siéntate y disfruta, pero no te acostumbres,- dijo Miriam, con una sonrisa traviesa mientras señalaba una mesa en la esquina con una vista perfecta de la calle principal.
Jake se acomodó en la mesa, sacó su libro y comenzó a leer, disfrutando del dulce sabor del pastel y la calma del lugar, mientras pensaba en cómo podría compensar su almuerzo más tarde.
James y Hunter se apoyaron en el muro exterior de la tienda, fuera de la vista de Jake, manteniéndose alertas. De repente, sintieron una presencia detrás de ellos.
-¿Qué hacen aquí, muchachos? - dijo Miriam con una sonrisa, tomándolos por sorpresa.
James y Hunter se sobresaltaron, intercambiando una mirada antes de sonreír tímidamente.
-Solo estamos vigilando, Miriam,- respondió James.
-Ya saben que están haciendo un buen trabajo, pero no se olviden de cuidarse a ustedes mismos también,- dijo Miriam, con tono maternal. - ¿Por qué no entran y toman algo? No muerdo, y Jake estará bien unos minutos sin ustedes.
Los dos guardias intercambiaron miradas, considerando la oferta, pero finalmente sacudieron la cabeza.
-Gracias, Miriam, pero tenemos que mantenernos cerca de Jake,- dijo Hunter.
-Lo entendemos, es su trabajo,- respondió Miriam con una sonrisa. - Pero si cambian de opinión, siempre son bienvenidos.
Con una última sonrisa, Miriam regresó a la tienda, dejando a James y Hunter en sus posiciones, vigentes pero discretos, mientras Jake seguía disfrutando de su lectura y del delicioso pastel.
Mientras Jake disfrutaba de su lectura en la repostería de Miriam, un soldado a caballo llegó hasta la tienda. Bajó rápidamente y entró, buscando a Jake. Al encontrarlo, le entregó un mensaje urgente sin decir palabra alguna.
Jake, leyendo el mensaje, se dio cuenta de la importancia de la situación. Miró a Miriam con preocupación.
-Miriam, debo retirarme y volver a casa. ¿Puedo ir a tu casa a pasar la noche más tarde, si es necesario?-
Miriam, siempre dispuesta a ayudar, asintió con una sonrisa comprensiva. - Por supuesto, Jake. Mi casa siempre está abierta para ti.-
Jake montó en el caballo con el soldado y se marcharon rápidamente, dejando atrás a Hunter y James, que se sentían abandonados y preocupados.
Miriam, notando su inquietud, se acercó a ellos discretamente. - Muchachos, sé que deben proteger a Jake. Pueden venir a mi casa también. Fingiré que fue idea mía para que Jake pase más tiempo con gente de su misma edad.-
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Aquel Día
RastgeleQuizá el gran lobo feroz solo estaba solo, confundido y asustado. Quizá la caperuzita no estaba indefensa y el rojo no era de la tela. Quizá el cazador solo estaba enamorado y siendo controlado. Quizá la abuelita era de armas tomar y guardaba más de...