1. Aquel día de Plenilunio

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El bosque siempre se le había mostrado como un lugar inmenso, místico y peligroso. Sus huellas en la nieve marcaban el camino tras el grupo, bajo la vigilancia de Sira, el alfa que los lideraba hacia el sur, más allá de sus rutas habituales.

-Sira, es peligroso ir tan cerca de las tierras de los humanos-, Le aconsejaba una loba blanca al alfa.

-Este invierno se ha prolongado; si no nos desplazamos, nos quedaremos sin presas antes de la llegada de la primavera. Siempre que nos mantengamos dentro de los límites y evitemos acercarnos a los humanos, estaremos a salvo-, le explicó con calma. Era un adulto, un Alfa con la experiencia transmitida por sus ancestros.

-Lo mejor para la manada- Le aseguró ella.

El viaje hacia el sur les tomó varias semanas, llegando a los primeros días de febrero, y su cachorro nació durante el trayecto. Un pequeñín con ojos color aguamarina y pelaje negro. Era uno de los pocos que había nacido antes de la primavera, pero la manada estaba contenta de acoger nuevos miembros.

🎵"Pon tu fe en lo que tú más creas, Un ser, dos mundos son, Te guiará tu corazón Y decidirá por ti"🎵

🎵" Un paraíso sin tocar, En este mundo de amor , Se vive bien, se vive en paz"🎵

🎵"Suaves huellas dejas en la Nieve, Un ser, dos mundos son. Te guiará tu corazón Y decidirá por ti"🎵

🎵"El Bosque cubrirá tu ser, Sólo amor podría entrar, Se vive bien, se vive en paz"🎵

🎵"Ponte alerta, saca el valor, .Da fuerza a quien necesita. Construye hoy tu protección .Las cosas hoy cambian, Peligro vas a encontrar"🎵

Durante una noche agitada, la manada buscaba refugio de la tormenta que azotaba las tierras. Decidieron acurrucarse para dormir, aunque algunos de los más jóvenes aún rebosaban de energía. Especialmente un pequeño cachorro de pelaje negro. Mientras la noche avanzaba y los demás dormían, el cachorro vagaba con la mirada, observando todo a su alrededor: una mariposa revoloteando y, de repente, entre la oscura nieve, divisó algo pequeño y blanco, como su madre, despertando su curiosidad.

Se acercó lo más silenciosamente posible a la pequeña criatura de la banca, que tenía orejas largas y una cola redonda; sería muy divertido jugar con ella.

Hola!- le dijo al animalito. Este levantó la cabeza de la nieve y lo miró. En cuanto se percató de quién era, dio un salto y empezó a brincar, el cachorro no perdió tiempo y salió corriendo tras él.

El pequeño animal saltarín se escondió en un arbusto y el lobito metió la cabeza en él. -¡Oye, solo quiero jugar!- exclamó mientras su cola se movía de un lado a otro. -¿Dónde estás?- preguntó divertido, sin darse cuenta de que algo más lo observaba.

Una rama se quebró y el cachorro sacó la cabeza del arbusto. Miró hacia el origen del sonido. Detrás del arbusto, oculto por la noche, vio una figura enorme; podía ver el brillo de unos ojos incluso en la oscuridad. De repente, la criatura rugió con un sonido gutural y aterrador, que parecía llenar todo el bosque. El cachorro se dio a la fuga.

Un rugido en el bosque los alertó; la manada se dispersó y comenzó a buscar frenéticamente a su cachorro. Al no encontrarlo, miraron al Alfa: -¡Sira!-

La manada corrió hacia el origen del rugido. En medio de la frenética carrera, divisaron una mancha negra sobre la nieve: -¡Taro!- exclamó la loba justo cuando el pequeño cachorro fue capturado por unas fauces gigantes.

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