T1E2: La Caída de la Luz

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La luna colgaba alta sobre la ciudad de Noctis, derramando su pálida luz sobre las calles que, hasta hacía poco, estaban llenas de vida y risas. Pero esa noche, el brillo de la luna parecía más tenue, como si fuera testigo de la oscuridad que pronto se desataría sobre la ciudad.

Los demonios habían llegado.

Surgieron de las sombras, como figuras distorsionadas que se materializaban desde los rincones más oscuros de la ciudad. Con cada paso que daban, el aire a su alrededor se volvía pesado, como si la misma atmósfera estuviera siendo consumida por la maldad que traían consigo. Criaturas deformes y terroríficas, con ojos brillantes y cuerpos envueltos en humo y llamas, se movían entre los edificios, provocando caos y destrucción a su paso.

El primero en caer fue el mercado del centro. Lo que antes era un lugar de comercio y encuentro social, pronto se convirtió en un campo de batalla. Los demonios destruyeron los puestos, derrumbaron los edificios y cazaron a cualquiera que estuviera a la vista. La gente gritaba y corría en todas direcciones, pero no había lugar donde esconderse. Las criaturas eran rápidas, feroces, y se alimentaban del miedo que provocaban. Sus garras destrozaban el concreto, y sus colmillos desgarraban carne con facilidad.

Un grupo de guardias intentó organizar una defensa, pero fueron aniquilados en cuestión de minutos. Los demonios no solo mataban; se deleitaban en el sufrimiento, prolongando la agonía de sus víctimas antes de dejarlas caer, sus cuerpos inertes esparcidos por las calles de Noctis. El cielo se llenó con el humo de los incendios que los demonios encendían por donde pasaban, y el olor a sangre y muerte impregnaba el aire.

A medida que la destrucción avanzaba, aquellos que lograban escapar se refugiaban en los pocos rincones de la ciudad que aún no habían sido alcanzados. Pero todos sabían que era solo cuestión de tiempo antes de que la oscuridad los consumiera también.

Desde lo alto de una colina que dominaba Noctis, una figura observaba el caos.

Jack Wolf, el líder de la Alianza de Cazadores, miraba la ciudad con una mezcla de rabia y resignación. Jack no era un hombre que se dejara llevar por las emociones fácilmente, pero ver a la ciudad arder bajo el ataque de los demonios lo tocaba profundamente. Su mirada era fría, pero sus ojos, oscuros como la noche, reflejaban la intensidad de su pensamiento. Sabía que este día llegaría; los demonios habían estado jugando con Noctis durante demasiado tiempo, y ahora se habían desatado completamente.

Junto a él, los cazadores de su alianza aguardaban. Todos llevaban sus armas, forjadas con poderes antiguos para enfrentarse a las criaturas del inframundo. Eran guerreros entrenados, cada uno experto en su propia especialidad, y sabían que pronto sería su turno de entrar en la batalla. Aunque eran pocos en número, cada uno de ellos había cazado demonios antes, y no tenían intención de dejar que estos monstruos tomaran la ciudad sin luchar.

"Es peor de lo que imaginaba," dijo Kaela, una cazadora de élite que se encontraba junto a Jack. Su cabello rubio estaba atado en una coleta, y su mirada era seria mientras observaba las llamas que consumían la ciudad. Ella era una experta en combate cuerpo a cuerpo, empuñando una de las legendarias Bloodreaver, espadas que se alimentaban de la sangre de los demonios.

"No son solo demonios menores," continuó, mientras ajustaba las correas de su armadura. "Hay algo más detrás de esto."

Jack asintió lentamente. Lo sabía. Sentía la presencia de algo más oscuro, algo más grande que las criaturas que estaban arrasando Noctis. Había oído los susurros sobre un señor demoníaco que estaba detrás de las desapariciones, alguien que había estado trabajando en las sombras, preparándose para este ataque masivo.

Están organizados, murmuró Jack. No es solo una invasión... es una cacería. Están buscando algo, o alguien.

Kaela lo miró, intrigada. "¿A qué te refieres? ¿Qué crees que buscan?"

Antes de que Jack pudiera responder, uno de los cazadores que se encontraba a unos metros de ellos levantó la mano en señal de alerta. Roran, el rastreador del grupo, que había sido cazador por más tiempo que cualquiera de ellos, hizo un gesto para que guardaran silencio.

Algo se acerca, dijo Roran, con voz grave. Su mano se apoyó en la empuñadura de su arco, cuyas flechas estaban imbuidas con energía celestial, letales para cualquier ser del inframundo.

Un sonido gutural rompió el silencio, y desde las sombras de los árboles surgieron varias figuras. Eran demonios menores, pero aun así peligrosos. Se movían con rapidez y ferocidad, y sus ojos rojos brillaban con hambre.

Jack desenvainó su espada, una enorme Bloodreaver que relucía bajo la luz de la luna. A su lado, los cazadores hicieron lo mismo, preparando sus armas.

Es hora de entrar en la batalla, dijo Jack, con una calma absoluta. No podemos dejar que destruyan más de nuestra ciudad. ¡Por Noctis!

El grupo de cazadores se lanzó al ataque.

Las espadas chocaron contra las garras de los demonios, y el sonido de la batalla llenó el aire. Jack luchaba con precisión letal, cortando a los demonios con una facilidad que mostraba su experiencia. Kaela estaba a su lado, sus movimientos rápidos y fluidos, mientras su Bloodreaver cortaba a través de las sombras. Los otros cazadores también demostraban por qué eran la última línea de defensa de la ciudad, lanzando flechas y atacando con lanzas imbuidas de magia sagrada.

Pero a pesar de su habilidad, los demonios seguían viniendo. Por cada uno que caía, dos más tomaban su lugar. Era como si Noctis estuviera siendo devorada lentamente por un ejército interminable de oscuridad.

A lo lejos, Jack vio algo que lo hizo fruncir el ceño. Una figura más grande y más poderosa que los demás demonios se estaba acercando. No podía distinguir quién o qué era, pero podía sentir su poder.

Sabía que esto era solo el comienzo. Si los demonios habían decidido mostrar sus verdaderos rostros en Noctis, eso significaba que algo mucho más siniestro estaba a punto de suceder.

Con los cazadores a su lado, Jack sabía que tenían que prepararse para lo peor.

"Manténganse firmes," gritó Jack mientras cortaba la cabeza de otro demonio. "Esta noche no será fácil, pero Noctis no caerá. ¡Luchamos hasta el final!"

Y así, la batalla por la ciudad de Noctis comenzó, mientras la oscuridad continuaba extendiéndose y los cazadores luchaban por cada pulgada de terreno, conscientes de que el verdadero enemigo aún no había mostrado su cara.

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