T1E11 Amanecer de las bestias

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La ciudad de Morghan era conocida por su imponente muralla y su histórica resistencia frente a las invasiones. Sin embargo, desde que la oscuridad del Vacío comenzó a extenderse por el planeta, las criaturas demoníacas se multiplicaron, y cada ciudad se vio obligada a defenderse con uñas y dientes. Los cazadores de la Legión de Cazadores, una fuerza de élite entrenada para exterminar demonios, se encontraban allí para liberar la ciudad de la creciente amenaza.

El cielo estaba teñido de un tono rojo oscuro, y los vientos cargaban un susurro ominoso. Las tropas de la Legión avanzaban en silencio, sus capas ondeando con cada paso firme. Eran alrededor de cincuenta, cada uno portando armas especializadas para enfrentarse a las criaturas del Vacío. En la retaguardia, el capitán Darius, un cazador de élite con cicatrices de innumerables batallas, observaba con ojos de halcón.

—Avancen con cautela —ordenó, su voz firme pero contenida—. Los informes indican que esta área está infestada de demonios de nivel intermedio. No podemos permitirnos bajas innecesarias.

El primer grupo de cazadores, liderado por Althea, una guerrera ágil con habilidades arcanas, se adelantó entre las calles desiertas. A medida que avanzaban, los escombros de los edificios destruídos y las huellas dejadas por los demonios indicaban que el enfrentamiento sería inminente.

De repente, un chillido desgarrador atravesó el aire. Desde las sombras, emergieron decenas de demonios. Criaturas de ojos brillantes y cuerpos deformes, de diferentes tamaños, pero todos letales. Los cazadores se prepararon para el combate, y la batalla comenzó. Las espadas y las flechas encantadas surcaban el aire, destruyendo a los demonios con precisión.

—¡No cedan terreno! —gritó Althea mientras lanzaba una ráfaga de fuego mágico que incineró a un grupo de criaturas.

Los cazadores demostraban por qué eran temidos en todo el planeta. Con una combinación de destreza y poder mágico, los demonios caían uno tras otro. Sin embargo, la batalla se estaba volviendo más frenética. Más criaturas salían de las sombras, y cada vez más cazadores comenzaban a mostrar signos de fatiga.

—Capitán Darius, la situación está bajo control, pero los demonios siguen apareciendo —reportó Fenris, un cazador veterano que se encontraba cerca de Darius.

El capitán asintió, pero algo lo inquietaba. Un frío indescriptible comenzó a envolver la zona, y un profundo rugido, como el de la tierra misma retorciéndose, resonó en la distancia. Los cazadores hicieron una pausa breve, y luego, desde las entrañas del horizonte, algo monstruoso emergió.

Una criatura demoníaca gigante, de al menos treinta metros de altura, con tres cabezas que emanaban una oscuridad densa, apareció. Su piel era negra como la noche, cubierta de espinas, y sus ojos brillaban con una malevolencia indescriptible. Las tres cabezas rugieron al unísono, haciendo que el suelo temblara bajo los pies de los cazadores.

—Por todos los cielos... —susurró Althea, su rostro perdiendo color.

—¡Retirada! —gritó Darius, comprendiendo al instante que no estaban preparados para enfrentar algo de esa magnitud.

Pero antes de que los cazadores pudieran reagruparse, la bestia se lanzó contra ellos. Uno de sus brazos masivos se estrelló contra el suelo, levantando una nube de escombros y lanzando a varios cazadores por los aires. Los gritos de dolor resonaron mientras la primera línea de la Legión fue aplastada sin piedad.

Althea, tomando una posición defensiva, levantó un escudo de energía para proteger a los pocos que quedaban cerca de ella. La criatura demoníaca lanzó una de sus cabezas hacia ella, rompiendo el escudo en pedazos. Althea apenas tuvo tiempo de esquivar el ataque, pero cayó al suelo, jadeante y llena de miedo.

—¡Capitán! —gritó Fenris mientras intentaba lanzar una ráfaga de flechas mágicas hacia la criatura. Sin embargo, las flechas apenas parecieron rasguñar la piel de la bestia.

La batalla se había convertido en una masacre. Los cazadores que habían sido formidables frente a demonios comunes ahora eran meras sombras ante el poder abrumador de la bestia de tres cabezas. La criatura avanzaba, destruyendo edificios y cazadores por igual. Los intentos desesperados por defenderse resultaban inútiles.

Darius, herido por los escombros de una estructura colapsada, miraba impotente cómo su equipo era aniquilado. Con un último aliento, se levantó y, tomando su espada con ambas manos, corrió hacia la bestia, decidido a hacer todo lo posible para detenerla.

—¡Por la Legión! —gritó, y con una fuerza impresionante, lanzó su espada hacia una de las cabezas de la criatura.

El arma se clavó profundamente en uno de los ojos del monstruo, haciéndolo rugir de dolor y retroceder. Pero fue una victoria fugaz. La bestia recuperó el control rápidamente, y con una de sus patas aplastó a Darius con brutalidad. El capitán de la Legión cayó, junto con la esperanza de los cazadores.

Los sobrevivientes, pocos en número, intentaron huir, pero la criatura no estaba dispuesta a dejarlos escapar. Con un último rugido, la bestia extendió sus tres cabezas, lanzando una oleada de energía oscura que consumió todo a su paso.

Cuando la oscuridad se desvaneció, lo único que quedaba de los cazadores de la Legión era el eco de su valor.

Morghan, la ciudad que nunca había caído, ahora estaba en manos de la criatura. Mientras la bestia se erguía sobre las ruinas, un susurro en el viento habló de lo inevitable: el Vacío estaba ganando terreno. 

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