Capítulo III

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[Narra Nerea]

Mis piernas corrían a una velocidad impresionante, más allá de la humana con un propósito: salvar a mi hermana. Aumenté el ritmo al escuchar el estridente grito de horror de mi hermana, que solo elevaba la ira y los nervios por lo que le podría estar pasando.

Llegué a los rosales, encontrándome con Yui y el chico de pelo azul que me había encontrado la vez que el carro se estrelló. Di un salto extremadamente largo, con el objetivo de llegar a mi hermana exitosamente. Caí de forma grácil y me levanté con cautela, observé con una sorpresa sutil mis manos, puesto que por donde deberían pasar mi sangre, esta se había tornado azul cielo fluorescente, cada canal, cada arteria y vena era un ducto por donde este líquido pasaba.

Observé al muchacho quién me observó con una ceja alzada, sonriendo de manera burlesca. Su postura seria y recta cuál militar me recordaba vagamente a mi hombre de gafas.

Solamente que a él si le quedaba esa postura.

— No se preocupe, princesa. No es usted por quién he venido, sino por ti, Eva — Observé al peliazul con confusión, justo como mi hermana lo hacía.

¿Eva? ¿De qué mierda hablaba?

Antes de hablar sentí un trapo en mi boca con un aroma potente, ácido, sentí mis ojos llenarse de lágrimas y cómo mi fuerza se desvanecía mientras unos fuertes brazos me aprisionaban para así, caer en un sueño profundo con los gritos de mi hermana preocupada por mí de fondo.

¡Ja! Qué inútil soy...

[TRES HORAS DESPUÉS]

Desperté lentamente, sentía mis párpados pesados, pero podía escuchar una que otra voz, susurrando mi nombre. Me esforcé por abrir los ojos, mi cuerpo todavía se sentía débil, pero al hacerlo, vi las caras de mis destinados a mi alrededor.

Laito estaba agachado junto a mí, sus ojos verdes fijos en mi rostro sin su usual picardía en su mirada, solo seriedad y análisis.

—Mi amada tigresa, al fin despertaste —dijo, su tono juguetón estaba, pero más suave de lo habitual—. Nos diste un buen susto.

Subaru, que se mantenía a una distancia prudente, observaba en silencio con los brazos cruzados, sus ojos rosas destilando preocupación a pesar de su rostro serio.

—Tardaste en despertar... —murmuró, visiblemente aliviado de que estuviera consciente.

Reiji estaba más cerca, evaluándome con una mirada analítica, como si estuviera comprobando cada detalle de mi condición.

—No deberías haberte expuesto de esa manera, Nerea —dijo con su típica severidad, aunque había un toque de genuina preocupación detrás de sus palabras—. ¿Qué sucedió exactamente?

Shu, que estaba más relajado en mi cama, simplemente me miró, pero incluso en su calma aparente, sabía que también estaba preocupado.

—Deberías tener más cuidado. No siempre vamos a estar ahí para salvarte... —dijo, aunque su tono no era tan distante como sus palabras sugerían.

Me llevé una mano a la cabeza, tratando de recordar lo que había pasado. Todo se sentía borroso al principio, pero poco a poco las imágenes comenzaron a regresar. El chico de cabello azul... el extraño líquido azul en mis venas... y los gritos de mi hermana.

—Yui... —susurré, tratando de sentarme, pero una mano firme me detuvo. Era Laito, que me miraba con una sonrisa divertida, aunque sus ojos brillaban con seriedad.

—Te necesito tranquila para lo que te diré, mi dulce tigresa... A tu hermana no la encontramos cuándo llegamos por tí — Lo observé con impacto mientras repasaba lo sucedido en mi mente con dificultad

Guerrera | Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora