capítulo veinte

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– ¿Que haré cuando se vaya? –le pregunta Richie a Bill.

Denbrough mira a su amigo caminar de un lado a otro, notando su nerviosismo y desesperación. Lo entendía, pues Beverly también se había marchado en el transcurso de los meses. Pero al final de cuentas, lo estaba superando, sabía que Richie sería capaz de hacerlo también.

– R-Rich, no es el fin del mundo.

– Lo será en MI mundo –Richie alega– En solo seis días, seis días y se marchará por siempre.

– C-Cuando terminemos l-la secundaria también n-nos iremos –Bill asiente con la cabeza.

– Faltan como tres años para eso, para esto solo quedan seis días. ¿Cómo podré vivir sabiendo que...? Conocerá a otro chico, quizá conozca a su futuro esposo y padre de sus hijos –suspira.

– Richie en algún momento de tu vida también conocerás a tu futura esposa – dice Stan– Se que quieres mucho a ____ pero... Es parte de crecer. Tendremos muchas ex novias antes de conocer a nuestras esposas.

– ¿Es...? Es probablemente lo más tonto que he escuchado –Richie hace una mueca– Ustedes jamás han conocido a una chica como ella... no habrá otra igual, no habrá otra que me haga querer reemplazarla.

Richie no entendía del todo el concepto de crecer o dejar ir. Pero no era su culpa. Solo era un adolescente que acababa de vivir su primer romance. Todo joven enamorado creía haber conocido ya al amor de su vida, y podía o no ser cierto.

– Cómo sea –Richie sube a su bicicleta– Quedé en verla a las siete –suspira y comienza a pedalear sin mirar atrás ni despedirse.

– Richie está siendo muy exagerado – dice Eddie.

– Y-Yo también me se-senti así cuando Beverly se f-fue –Bill hace una mueca al recordar la amargura de ese momento.

Por otro lado, _____ meditó la situación durante horas, toda la tarde, toda la noche y toda la mañana. Quizá, no era algo tan malo. ¿Iba a ser difícil adaptarse a una nueva forma de vida en otro estado? Claro que lo sería, pero Derry no era el lugar que mejores recuerdos le trajera. Richie y los perdedores eran lo mejor que le pasó pero algún día iba a ser el momento de decir adiós.

Llegar a su casa, o a la que creyó que sería su hogar por mucho más tiempo, era ya llegar a un lugar vacío. Los muebles que tanto le gustaron por ser nuevos y estar bien cuidados, poco a poco eran despojados de sus hermosos adornos y color. Había cajas por todos lados.

– Hey, ____ –su tía sale del sótano con una enorme caja en manos– Dejé algunas cajas y bolsas en tu habitación, ¿Si? Luego volveremos a tu casa a buscar más cosas para llevar.

– Ah, lo había olvidado. Aun hay que mudar algunas cosas de allá –mira a su tía y asiente con la cabeza– Richie vendrá un rato, lo haré ayudarme a empacar.

– No hay problema.

Al cabo de unos minutos, Richie ya estaba en la casa. La tía Isabelle lo recibió cálidamente y les ofreció un poco de leche y galletas para que pasaran la tarde.

– Debe haber sido cansado ¿No? Hace tan solo unas semanas te habías mudado –Richie entra a la habitación y se tropieza con una caja– ¡Auch!.

– Ay perdón, olvidé que invité al más miope de Derry –ella rie– Esa caja es enorme ¿Cómo no la viste? –mueve la caja con su pie.

– Es que estaba distraído mirándote a ti –El le guiña un ojo y le lanza un beso– Ven aquí –la atrae de la cintura y se recuestan en la cama.

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