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Cuando abrió los ojos estaba en su habitación. La quietud y serenidad del lugar contrastaban con el caos en su interior.

Su garganta ardía y dolorosas punzadas rebotaban en su cabeza. Imágenes confusas de lo que había pasado brotaban en su mente. Sus rodillas estaban en carne viva y podía sentir los cardenales formándose en sus hombros y alrededor de sus brazos. Pero ningún dolor era comparable con el vacío de su pecho.

Sus heridas eran la vil confirmación de que lo que recordaba era real, no sólo una horrible pesadilla que lo atormentaba en la oscuridad.

Cerró los ojos apretando sus sienes, reconociendo el sonido de sus pasos acercándose a su cama. Jisoo negó observándolo con desaprobación.

"¿Has perdido la cabeza?" Su tono frío anunciaba su cruel intención.

Jeonghan intentó tragar el nudo en su garganta sintiendo el sabor metálico de su propia sangre en la boca.

"Mi tío... quiere..." su voz tan quebrada como su voluntad.

"Sé lo que tu tío quiere... lo mismo que siempre ha querido hacer"

Jeonghan abrazó sus rodillas incapaz de controlar el temblor de su cuerpo. La culpa y el arrepentimiento carcomían su mente. Si sólo hubiera escuchado a Jisoo cuando se lo advirtió, no tendría que cargar con la muerte de Mingyu en su consciencia.

"¿Tienes idea de las consecuencias que traerán tus acciones?" continuó Jisoo ante su silencio. "El servirle tu muerte a Mingyu en bandeja de plata y que él no te matara ya era lo suficientemente sospechoso. El correr por el castillo, entrar en ese estado a los calabozos... ¿No pensaste que eso lo pone más en peligro?, y aún más a ti"

La mente de Jeonghan se desconectó, lo menos que quería en ese momento era escuchar lo evidente.

Jisoo se acercó a él, su furia contenida se evidenciaba en cada movimiento. Lo tomó por la nuca para obligarlo a verlo. Jeonghan lo observó con sorpresa, el agarre de sus manos era firme, casi agresivo, pero sin llegar a lastimarlo.

"¿En qué momento Mingyu dejó de ser un medio para convertirse en un fin?" Lo soltó enfadado caminando de un lado a otro alrededor de su cama. Pasó su mano por su cabello un par de veces como si eso fuera a aliviar su frustración. "Tienes suerte de que Seokmin te vio a tiempo antes de que hubiera más testigos de tu arrebato"

"¿Qué piensas hacer?" preguntó.

Jeonghan no fue capaz de contestarle. Bajó su mirada hacia sus manos, las uñas de sus dedos índices destrozando sus cutículas.

Jisoo soltó un suspiro exasperado, se giró caminando con largos pasos hacia la salida.

"Tu tío ha estado buscando la manera de destruirte durante años y tu le has dado la herramienta perfecta para hacerlo" dijo antes de salir.

El azote de la puerta retumbó en su ya muy lastimado pecho.

...

Perdió la noción del tiempo encerrado en su habitación. Los platos de comida llegaban y eran retirados sin haber sido tocados.

Pasaba las horas tratando de idear un plan, pero sin Jisoo, quien siempre le daba la claridad que necesitaba, la tarea se volvía imposible. Había pensado en Seokmin o Jihoon, pero una traición a la patria por parte del ejército significaría pena de muerte.

El miedo a perder a Mingyu lo paralizaba aún más.

El día de la ejecución decidió usar su traje color marfil, aquel que siempre había pensado que usaría para casarse, pero ahora lo vestiría en un funeral, en la muerte de su esposo. Un irónico giro del destino. Pidió ser peinado en una coleta alta que les permitiera cerrar el cuello de su chaqueta por completo, despejando el área para lucir los detalles dorados del traje.

Príncipe CaptivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora