(九) ESTRAGOS

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—Realmente no sé porqué estoy haciendo esto —suspiró HuaCheng mientras le entregaba un frasco con un extraño y viscoso elixir al hombre postrado en una cama. Se veía pálido y bastante débil—. Además, ya te lo dije. Yo no tengo secretos para Xie Lian.

—No es un secreto... si él no te pregunta —se quejó Mu Qing mientras trataba de beber por completo aquella asquerosa poción—. Siento como si me estuviera muriendo.

—Te estás muriendo —lo corrigió San Lang con una sonrisa irónica—. Pero esta pócima tiene que detener tu envejecimiento y restablecer por completo tu inmortalidad. Repito, Dian Xia debería saberlo. Yo creo que el puede ayudar más que yo.

A la calamidad no le gustaba meterse en problemas que no fueran suyos o de su pareja, pues consideraba que todos los problemas del chico eran suyos, sin embargo, cuando Mu Qing llegó pidiéndole ayuda, bajo la excusa de que, de no ayudarlo, DIan Xia podría meterse en problemas que él podría prevenir al tenderle la mano... el demonio aceptó sin dudar.

—Ya te lo dije... —esta vez fue Mu Qing quien ocupó la frase— Dian Xia ya está muy ocupado en el Cielo... Esta situación entre Feng Xin y yo solo terminaría de abrumarlo aún más. ¿Por qué te cuesta tanto verlo?

HuaCheng guardó silencio, aunque le costara admitirlo el General Xuan tenía razón. Dian Xia se preocupaba demasiado por sus amigos y consideraba a su antiguo sirviente como uno. San Lang gruñó con molestia. Ahora el tenía que hacerla de buen samaritano algo que, por supuesto, era antinatura en un ser como él. Definitivamente había una gran diferencia entre el Hua Cheng real y el esposo de Xie Lian.

—Si yo fuera tú... Lo pensaría bien antes de volver a tener sexo. O, bien, podrías encontrar otra forma de cultivación o...

—No tendré sexo de nuevo —lo interrumpió molesto el Dios Marcial—. Nunca lo he necesitado... Esos pensamientos siempre se han mantenido alejados de mí. ¡Todo es culpa de ese imbécil! —Si no se sintiera tan mal, seguro habría gritado como muestra de frustración—. No entiendo qué demonios le pasó, él dice que...

—Que lo besaste en la fiesta de Xie Lian —completó la calamidad, estaba de pie en el otro extremo de la habitación—. Yo estuve ahí. 

—¿De verdad?

—Bebiste un poco y creo que eso te... alteró un poco, quizá porque llevabas ochocientos años sin probar gota de alcohol. De hecho, fue realmente poco, apenas un sorbo... Xie Lian se preocupó por ti y me mandó a buscarte. Cuando llegué estabas besándote con el arquero.

—No puedo creerlo... —gruñó.

Lluvia carmesí soltó una risa divertida. Parecía gozar con la situación.

—Cuando el General Nan Yang sintió mi presencia se retiró. Yo me quedé contigo y... fue ahí donde me contaste todo... —Mu Qing pasó saliva con nerviosismo, realmente no quería saber a qué demonios se refería HuaCheng al decir "todo"—. Estoy enterado de lo que ocurrió hace ochocientos años, antes de que se convirtieran en Deidades.

—Fue algo que no debió pasar.

—Sin embargo pasó. ¿Por qué nunca pensaste hablarlo con él?

—Porque él solo lo borró de su memoria y... ya no importa. Ahora solo debo recuperar mi fuerza... reponerme.... volver a mis deberes... y alejarme del Dios del Sureste... —finalizó con determinación.

BESOS CON SABOR A PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora