(十) INCERTIDUMBRE

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Feng Xin no se dio por vencido, incluso si los guardias del Dios del Suroeste le prohibieron la entrada. Él sentía que algo raro pasaba y terminó de comprobarlo cuando horas más tarde apreció la silueta del espadachín, acercándose a su territorio. El moreno no quiso verse tan urgido, pero le fue imposible no correr hacia él. Cuando Mu Qing lo miró retrocedió de inmediato. 

Aunque... había algo diferente... un tambaleo que no pasó por alto para el arquero.

—¡Hey, General Xun Zhen! ¿Dónde mierda has estado?

Nan Yang pensó en mil formas de acercarse al hombre, pensó expresar su preocupación... Pensó saludar de manera educada, pero siempre era impulsivo y estúpido cuando ambos se encontraban juntos. Su ira solo salió así sin más. Su preocupación se estrelló de golpe contra el de piel pálida, contrario a la dulzura que deseaba mostrar.

—¡Aléjate de mí! 

El Dios del Suroeste hizo intento de desenvainar su espada, pero terminó por perder el equilibrio por completo, cayendo al suelo. Feng Xin pronto se arrodilló a su lado tratando de ayudarlo a incorporarse.

—¡Dije que me dejes en paz! ¿Acaso no me entendiste la primera vez? ¡Dije que si me tocabas de nuevo terminaría enviándote a la Corte Marcial por acoso! ¡¿Por qué mierda no puedes dejarme en paz?!

A pesar de ser un Dios tan pacífico en lo referente a su método de cultivación, lo cierto era que siempre parecía estar de mal humor cuando Feng Xin se encontraba cerca, por eso peleaban tanto. El moreno quiso decir algo, sin embargo, su mirada terminó posándose en un frasco que resbaló de las ropas contrarias. Aquel frasco de vidrio negro con una mágica mariposa negra desvaneciéndose a su alrededor le indicó que aquello, sea lo que fuese, venía de Lluvia Carmesí. 

—¿Qué es esto? ¿Por qué Lluvia Carmesí te daría esto? ¿Que está pasando?

—¡Señor!

Cinco soldados llegaron de pronto juntos a su General. Solo entonces Feng Xin fue consciente de lo delgado que lucía el Dios Marcial junto a los otros hombres... Lo vio más pálido que de costumbre y no pudo ignorar más que algo sucedía.

—Usted no puede estar aquí —uno de los soldados bloqueó el paso del General Nan Yang, mientras los otros cuatro se llevaban al Dios del Suroeste—. ¿No escuchó a nuestro, Señor? Tenemos órdenes estrictas de no dejarlo pasar a estos dominios y usted ha cruzado ya los límites.

—Yo...

Feng Xin quería ir tras el espadachín... quería preguntarle cómo estaba de forma más suave, menos violenta... quería, necesitaba tocarlo... pero también era consciente de las consecuencias de ir contra las órdenes de otro Dios Marcial... Así que le tendió el frasco oscuro al soldado frente a él.

—De acuerdo, solo... Dígale al General Xuan Zhen que... volveré.

Entonces se retiró... su corazón con un peso gigante... Mas con la seguridad de hacia donde iría... Hua Cheng tendría que hablar sí o sí.

BESOS CON SABOR A PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora