(五) BESO DE MEDIA NOCHE

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Cuando muerto de coraje FengXin se alejó del Palacio del Suroeste, MuQing realmente creyó que no regresaría nunca más.

Así que fue muy feliz.


¡Finalmente había logrado deshacerse de aquel estúpido gorila! Nunca se llevaron bien durante su vida humana y esperaba no tener trato alguno con él ahora que XieLian parecía que se quedaría por siempre siendo Dios, al igual que ellos.

No tenía por qué seguir cerca del General Nan Yang, no existía motivo alguno y tampoco lo quería. Tenerlo tan cerca únicamente removía los recuerdos existentes de su frágil y efímera vida humana, un recuerdo en particular que le había costado muchísimo trabajo enterrar.


Justo cuando se disponía a dormir unos fuertes golpes se escucharon en su puerta. Golpes acompañados por gritos inconfundibles. Pronto uno de sus más cercanos siervos subió corriendo hasta sus aposentos. MuQing era una persona a la que le gustaba estar sola, pero justo aquella tarde sus sirvientes de mayor confianza estaban en la biblioteca ayudándole con varias cosas relacionadas con sus responsabilidades como Dios. Uno de aquellos sirvientes fue quien acudió visiblemente preocupado.


—General Xuan Zhen. ¡Creo que es el General Nan Yang! Y se escucha realmente molesto.

—Ese bastardo... —Gruñó con fastidio al tiempo que se ponía de pie y miraba a su alrededor buscando qué ponerse encima de su ropa de descanso, para no verse tan miserable frente al Dios.

Los golpes siguieron siendo insistentes al igual que los gritos que difícilmente dejaban que sus palabras se distinguieran. Lo único que MuQing sabía era que el arquero se encontraba muy molesto. Dejando de lado las palabras que su sirviente balbuceaba se dio prisa en abrir la puerta y encarar al hombre.

Tan pronto la puerta fue abierta el inconfundible aroma a alcohol llenó sus sentidos. FengXin estaba borracho.

Justo como aquella vez.

—¿Qué estás haciendo en mi casa? —Urgió molesto—. ¿Quién demonios crees que eres? ¡Piérdete!

—¿Realmente quieres que me pierda?

MuQing no entendía la sonrisa en el rostro contrario. No entendía su pregunta. Realmente no estaba entendiendo nada.

—¡Piérdete! —Repitió en el mismo tono—. Te he dicho que te pierdas una y otra vez.


La sonrisa en el rostro ajeno no se borró. FengXin llevaba su armadura y el carcaj repleto de fechas junto a su arco a la espalda. Su intensa mirada oscura recorrió a MuQing de pies a cabeza, de forma tan lenta e intensa que el peliplateado tembló.

¿A qué estaba jugando aquel imbécil?

—No des un paso más —advirtió. Esta vez, su voz sí pareció temblar un poco.

Estaba a punto de dormir, así que su sable se encontraba dentro de la recámara, tendría que lidiar nuevamente a puños con un FengXin ebrio.

—¿O harás qué?

—¡General! —Llamaron sus sirvientes—. ¿Quiere que pidamos ayuda?

MuQing se volvió encolerizado hacia ellos.

—¡¿Ayuda?! ¡¿A quién mierda van a pedirle ayuda?! ¡¿Acaso su General es débil?!

—¡De ninguna manera, señor! —Exclamaron horrorizados—. ¡Nuestro general es el más fuerte!

—¡Es el mejor espadachín que existe! —Apoyó otro más.

—¡Cierto, cierto! —Corearon los otros dos.

Los tres sirvientes se notaban arrepentidos de haberse ofrecido a buscar ayuda, después de todo MuQing también era un Dios y, aunque no lucía tan feroz como Nan Yang, era tanto o más fuerte que él. Nadie debería dudarlo.

—¡Entonces larguénse de una buena vez! ¡Yo puedo lidiar con este imbécil y con muchos más!

Los sirvientes se apresuraron a hacer reverencias y deslizándose por un costado de su amo, salieron en tropel del castillo. Ya volverían en cuanto fueran requeridos.

MuQing encaró nuevamente al Dios en cuanto se quedaron solos. La molestia reflejada en su faz.

—Ahora sí, General Nan Yang...

No terminó de hablar. Las palabras quedaron atoradas en su garganta. Su boca fue acallada de golpe y sus ojos se abrieron ante la sorpresa, justo al momento en que su cintura se vio estrujada por un par de musculosos brazos en armadura.

FengXin lo estaba besando.

BESOS CON SABOR A PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora