Hablando

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Luego del que el dios se fue, Philza se quedó en la cama dando vueltas y vueltas tratando de pensar que mierda acababa de pasar. ¿Debería decirle a su madre adoptiva? No, Rose probablemente tenga un aneurisma.

Philza se revolvió en la cama, su mente dando vueltas como un huracán, él era el centro, pero no estaba callado, el centro del huracán por una vez no estaba en silencio.

Podía escuchar la voz decepcionada de Rose, ella había luchado tan duro para tener su custodia y salvarlo del ojo del huracán en el que vivía. Solo por la gentileza de su corazón. ¿Qué le podía decir? ¿Qué en un momento de pura estupidez ató su alma a la de la muerte?

Philza suspiro, pasando sus manos por su cabello, ¿Cómo se suponía que debería decirlo esto a Rose?, pensó, Hola, mamá, ¿te acuerdas de que me dijiste que no hiciera nada estúpido anoche? Bueno ligue mi alma con la del dios de la muerte, pero no te preocupes no me quiere matar, solo es un loco posesivo, la idea lo hizo soltar una risa nerviosa, pero la risa murió rápidamente en su garganta.

Giró en la cama, mirando el techo, ¿y si no decía nada? Después de todo se sentía como un sueño o alucinación de borracho... No, no podía mentirle a Rose, no después de todo lo que ella había hecho por él, además Missa no podía ser real ¿verdad? Sus ojos eran demasiado profundos, sus labios demasiado perfectos, su presencia era demasiado... divina.

No, no podía estar pensando así de un Dios, no podía estar pensando así de la muerte. Si seguía así probablemente se iba a volver loco, y solo tenía diecisiete años, no podía volver loco tan joven, aún ni siquiera sabía lo que quería estudiar.

La luz repentina en su habitación lo sobresalto, parado frente a él, otra vez, estaba Missa, esas galaxias que tenía como ojos lo penetraban otra vez.

"Puedo escucharte pensar, querido, me preocupas." Dijo el dios, con ese tono enfermamente dulce con el que se dirige a Phil.

Este mismo se sobresalto, realmente asustado de lo que el dios podría llegar a hacerle, "¿Qué haces aquí?"

"¿Acaso un dios no se puede preocupar por su amado?", dijo con una sonrisa intoxicamente dulce.

"No soy tu amado, solo soy un estúpido borracho que beso una estatua por un reto."

Missa se rio, "Incluso Perséfone comió las semillas de granada por error."

Philza sintió que su corazón se aceleraba ante la comparación. "No soy Perséfone," dijo, tratando de sonar firme a pesar del temblor en su voz. "Y tú no eres Hades."

Missa inclinó la cabeza, su sonrisa nunca vacilando. "No, tienes razón. Somos mucho más interesantes que ellos, ¿no crees?"

Philza se presionó contra la pared, como si pudiera fundirse con ella y escapar de esta situación. "Missa, por favor. Esto... esto no puede ser real. No puedes simplemente reclamarme porque besé una estatua."

"Oh, querido," Missa se acercó, sentándose en el borde de la cama. Philza pudo sentir el frío que emanaba de su cuerpo. "No te reclamo solo por el beso. Te reclamo porque eres especial. Porque me despertaste cuando nadie más pudo hacerlo en milenios."

Philza tragó saliva, sus ojos fijos en los de Missa. Era como mirar directamente al cosmos, hermoso y aterrador al mismo tiempo. "Pero... pero yo no soy nadie especial. Solo soy un chico normal, con problemas normales. Tengo una madre adoptiva que se preocupa por mí, amigos que me retan a hacer cosas estúpidas, notas que necesito mantener para conseguir becas y problemas comunes, soy alguien común, Missa"

Missa extendió una mano, casi tocando la mejilla de Philza pero deteniéndose a milímetros de su piel. "Y, sin embargo, fuiste tú quien me trajo de vuelta. Eso te hace extraordinario, Philza."

Philza cerró los ojos, incapaz de sostener la mirada de Missa por más tiempo. "No puedo... no puedo manejar esto. Tengo diecisiete años, por el amor de Dios. No puedo estar atado a la muerte."

"La edad es irrelevante para los inmortales, querido," susurró Missa. "Y en cuanto a estar atado a la muerte... ¿No lo están todos los mortales, de una forma u otra?" Dijo el Dios, una sonrisa casi hermosa plasmada en su rostro

Philza abrió los ojos de golpe, sorprendido por la profundidad de esas palabras. "Yo... yo no sé qué decir."

Missa sonrió, y por un momento, Philza vio algo más que posesividad en esos ojos cósmicos. Vio soledad, vio anhelo, vio lo que más de un milenio de soledad podía hacer en un hombre. "No tienes que decir nada, Philza. Solo tienes que aceptar que esto es real. Que yo soy real. Que lo que nos une es real."

"Pero, ¿qué pasa con mi vida?", preguntó Philza, su voz apenas un susurro. "¿Qué le digo a Rose? ¿A mis amigos?"

Missa se levantó, su figura etérea brillando suavemente en la penumbra de la habitación. "Eso, mi querido Philza, es algo que tendremos que descubrir juntos. Después de todo, tenemos toda la eternidad por delante."

Con estas palabras, Missa comenzó a brillar, su cuarto olía a cempasúchil, el sonido de los cuervos sonaba y los truenos caían en la distancia.

"Espera," dijo Philza, sorprendiéndose a sí mismo. "¿Volverás?"

La sonrisa de Missa fue lo último en desaparecer. "Siempre, querido. Siempre estaré contigo."

Y con eso, Philza se quedó solo de nuevo en su habitación, su cuerpo temblando y el suelo de su cuarto lleno de pétalos naranjas y plumas negras. Philza se quedo cuestionando que acababa de suceder. 

[[FLUFFTOBER 2024 DEATHDUO]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora