Capítulo 1

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Miró hacia arriba, encontrándose con la verde mirada de sus penetrantes ojos. Quizá medía un metro ochenta. Era delgado, pero con decente musculatura, la cual se marcaba en su playera negra. Tenía una mano recostada en el marco de la puerta para evitar que entrara. Aunque se había encorvado un poco para no ser intimidante, solo por el hecho de estar solos ya generaba miedo en ella.

—¿Por qué husmeas en mi puerta?

—No, debe ser un error. —Señaló el número de la casa—. Una chica me dio esta dirección para dejarme quedar en su casa esta noche.

—Un amigo me ofreció su casa de verano unos días, en lo que termino un proyecto por aquí.

—Bueno... No sé qué decirte.

La lluvia se intensificó un poco más, generando escalofríos en Aneli. El chico la observaba con el entrecejo fruncido.

—Esto es incómodo.

Él retrocedió.

—Espera aquí, iré por mi teléfono.

La chica echó un vistazo al interior, sin atreverse a entrar. El lugar era de pocos muebles, tan solo contaba con un sofá pegado a la pared, una mesa de comedor con dos sillas y una alacena en la cocina. Nada de muebles decorativos, fotografías en las paredes o adornos en los espacios vacíos.

—¿Ella es la chica? —preguntó mientras buscaba algo en su teléfono. Le mostró una fotografía de una chica y un chico con cierto parecido físico—. Él es mi amigo y ella su hermana.

—No sabría decirte. No vi su foto de perfil.

—Pues muéstramelo

—Es que no puedo. —Mostró su teléfono—. Me he quedado sin batería.

—Ya veo, qué conveniente. —Se cruzó de brazos—. Veré si le llamo a mi amigo para aclarar este malentendido.

—Sí, está bien. Espero.

El joven bajó su mirada de arriba hacia abajo, para luego subir de nuevo y verla a los ojos. Ella se sujetó el brazo, incómoda por la evidente escaneada que le había hecho.

—¿Quieres pasar?

—¿Ehh?

—Estás empapada y tiemblas de frío.

—Eh... No sé si sea de frío.

—¿Piensas que planeé todo esto porque quiero hacerte algo?

Ella retrocedió. Él bajó el teléfono.

—No, perdón, no quise sonar agresivo.

—Muy tarde

—Lo siento, es que —suspiró decepcionado— me acabo de despertar y me pongo de mal humor cuando me interrumpen el sueño para tonterías.

—Pues lamento ser una inesperada molestia.

—Lo siento. —Desvía la mirada hacia la habitación donde dormía y vuelve hacia a ella—. Dame tu teléfono, lo pondré a cargar.

La chica resguardó su teléfono en el bolsillo de su gabardina. Él rio, a la vez que bajó la mano.

—Lamento parecer la clase de hombre que le haría daño a una mujer indefensa.

—Solo llama a tu amigo.

Sin moverse de ahí, marcó al número y se puso el dispositivo en el oído. Ella supo que algo estaba mal cuando él se molestó y volvió a marcar, pero el resultado fue el mismo.

—No contesta —confirmó.

—Qué desafortunado inconveniente.

Él la miró, haciendo contacto visual.

—Escucha, claramente somos las víctimas aquí. ¿Por qué no entras y te secas en lo que yo busco contactar a mi amigo?

—Ehh —retrocedió—. No gracias.

El chico se desanimó.

—Perdona por haber arruinado mi primera impresión, soy un patán cuando tengo sueño. —Levanta el teléfono—. Haré algunas llamadas y te traeré una toalla.

El chico se fue de su vista, entrando al baño para ir por una toalla. Mientras la entregaba a ella, la persona al otro lado del teléfono contestó.

—Marcus, ¿sabes de Javier? —Caminó a su habitación—. No me contesta el teléfono. —Cerró la puerta.

Por alguna razón, Anali deja de temblar. Se anima a entrar, sin alejarse de la salida, y comienza a secar su cabello con la toalla. La pintura se estaba cayendo de las paredes, parecía que nadie había vivido ahí en un largo tiempo, esto lo confirmaba el polvo por todos lados.

—Me ayudarán a encontrarlo. Conociéndolo, seguro está inconsciente en la cama de alguna chica.

Anali solo asiente en conformidad.

—¿Quisieras algo caliente? No tengo café, pero creo que vi té en la alacena.

—Estoy bien, gracias.

—Podrías resfriarte

—Estoy bien.

El chico vuelve a caer en desánimo.

—Claro... No insistiré más, no quisiera ser molesto.

Ella lo observó mirar su teléfono bloqueado, como pensativo y... triste.

—¿Por qué te pones así?

—¿Así cómo?

—Pareciera que acaban de darte una noticia terrible.

—No, es solo que... Es muy difícil como hombre tener que demostrar que se es una buena persona, por culpa de idiotas que hacen daño a las mujeres. —Ella se abrazó el brazo—. Escucha, me pone muy mal verte empapada y con frío, pero aún más el que me impidas ser un caballero porque experiencias pasadas te hacen desconfiar de mi generosidad. —Se llevó la mano al pecho—. Dime qué puedo hacer para ayudarte, de corazón te lo pido.

—Am...

—¿Te traigo ropa? ¿Quieres otra toalla? —Miró la mano de la chica, acercándose—. ¿Te ayudo con tu maleta?

—¡No! —lo detuvo—. Gracias, pero yo puedo sola.

—Por supuesto, lo siento. —Retrocedió.

Ella no sabía si se hacía el torpe o lo era, sin embargo, algo quedaba claro: el chico no quería que se fuera.

Entre el miedo y el deseoWhere stories live. Discover now