Capítulo 10

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Ella sabía que no estaba loca, siempre hubo alguien más con ellos desde el inicio; Cristian no era de fiar. Ahora la situación era clara. Tenía que deshacerse él de alguna manera, pero al no contar con drogas y al negarse a cometer asesinato, sus opciones se vieron limitadas. Sin embargo, como mujer resiliente, estaba dispuesta a hacer lo necesario para sobrevivir.

Aceptó cenar con él en la cabaña. Fue incómodo. El sonido de los cubiertos era lo único que llenaba el sepulcral silencio. Todo iba de acuerdo al plan.

—Te juro que no es apropósito —prometió él.

—Déjalo. Solo detesto las sorpresas.

Siguieron comiendo, mas ella notó que él insistía en tener los ojos en su plato.

—Cristian. —Levantó la mirada hacia ella, ayudándola a confirmar su color de ojos, un suave tono oliva—. ¿Qué fotografías tomaste hoy?

—Ehh —frunció el entrecejo un poco—. Casi no tomé fotos, me sentí poco inspirado.

—¿Igual puedo verlas?

—Eh... No las tengo a la mano.

Ella miró el teléfono de él a su lado, junto al vaso con agua.

—Fue con el teléfono, ¿no?, porque dejaste la cámara en el sillón.

—Ah. —Miró el sofá—. Menos mal, por un momento creí que la había perdido —respondió, tratando de sonreír aliviado, sin conseguir el efecto esperado.

Ella lo percibió extraño. La cámara de un fotógrafo es su vida, pero él pensó que la había perdido y ni siquiera parecía importarle.

—Ya mañana te vas, ¿no es cierto? —rememoró él.

—Así es.

—Mm. Lamento no haberte dado un buen recuerdo para toda vida. De verdad quería que te fueras de aquí con otra perspectiva.

—De hecho, me gustó. —Él parecía sorprendido, así que ella le sonrió—. Fuiste lo mejor del viaje, me alegra haberme quedado.

—¿Lo dices en serio?

—Muy en serio.

Recogió su plato y fue a la cocina para lavarlo. Lo escuchó salir de la silla para ir a buscarla. Él se le acercó por su derecha, inclinándose sobre el mueble para verla mejor.

—¿Qué quisieras hacer en tu última noche?

—Tú sabes qué.

Fingiendo que seguía remojando la esponja en el agua, dejó que él diera el primer paso. Cristian llevó su mano hacia el cuello de Anali, apartándole los cabellos castaños. Se apoyó de eso para acercarse y así besarla. Siendo tan dulce y apasionado como su carácter dicta, en otras circunstancias, ella había muerto de ternura. Pero ahora solo podía pensar en la locura que estaba por cometer. Concibió morderle la lengua, pero ver aquella puerta detrás de él le recordó por qué debía ser fuerte.

La cargó desde los muslos y se la llevó a la habitación, sentándola en la orilla de la cama. Si separaron sus labios fue solo para quitarse la camisa, volviendo a ella en cuanto se pudo. Le besó el cuello, el pecho, y sus manos acariciaron su cuerpo con absurda suavidad; fue asertivo ponerse pantaloneta, sus piernas lo volvían loco. Ella lo dejó ser, pues era la única manera. La posición más agotadora era la de arriba, así lo cansaría, quedaría tan agotado que se desmayaría; y ella aprovecharía para sacar a la adolescente que la esperaba en el sótano.

Entre el miedo y el deseoWhere stories live. Discover now