Capítulo 9

8 0 0
                                    

Por la mañana ella no quería salir de la cama. Encendió su computadora para trabajar, siéndole complicado concentrarse. No había desayunado, así que Cristian le llevó algo de comer. Ella fingió no notarlo. Ante su indudable evitativa hacia él, este se sentó en la orilla de la cama para hablar.

—Tengo que encargarme de un pequeño asunto, Anali.

—Que te vaya bien entonces.

—¿De verdad quieres quedarte aquí sola?

Ella dejó de teclear.

—Sé cuidarme sola.

Salió de la cama sin insistirle más. Ella solo reaccionó a sus acciones al escucharlo salir de casa, cerrando la puerta con fuerza.

Un par de minutos después de haberlo escuchado irse en su auto, ella bajó de la cama y fue a la cocina. De frente a la misteriosa puerta, dudaba de si abrirla. Sujetó la manija con determinación, hasta que notó este pequeño candado en el pasador. Cristian debió ponerlo esa mañana.

Furiosa, comenzó a buscar algo para romperlo. Trató de hacer palanca con un cuchí, pero este se dobló; todos los cubiertos eran sencillos de doblar. Salió de la cabaña en busca de una roca y con esta golpeó al pequeño candado, el cual calló al suelo, generando un golpe molesto en la madera del suelo.

Abrió de golpe y un leve olor a humedad le entró por la nariz, haciéndola retroceder. Tosió fuerte por el malestar en la garganta, pero de igual forma se dispuso a bajar. Los escalones crujían cada vez que apoya su peso en estos. Casi al final del recorrido, un notable olor a fuego apareció.

Lo había mayor cosa en ese lugar: restos de electrodomésticos, cachivaches en cestas de plástico y otras en cajas de cartón. Por una de las paredes se resbalaba una especie de moho, y en su porción más superior, una pequeña ventanilla se encargaba de dejar entrar la luz natural.

Entonces bajó la mirada hacia el suelo. Un polvo blanco reposaba bajo sus pies, en definibles trazos, como si alguien la hubiese esparcido con la zuela del zapato. Se agachó frente a un montículo para examinarlo mejor, movió el compuesto con los dedos, la sensación le recordaba a la sal; mas no se lo metería a la boca para confirmar. Para su suerte, no fue necesario. Al desviar la mirada hacia el escritorio cercano, bajo este se divisaba una bolsa de plástico con la palabra sal en su etiqueta.

Se acercó al escritorio. Dentro de la caja de cartón había veladoras rojas, amarillas, negras, un revolver y, más al fondo, hojas arrancadas de un libro. Era un idioma que desconocía, pero no fue necesario tratar de entenderlo de inmediato, los dibujos de lo que parecían ser demonios en los reversos le explicaron de lo que trataba.

Algo pasó frente a la ventana, su sombra oscureció el sitio parcialmente. Miró hacia esa dirección, encontrando a un perro olfateando la zona. Dejó salir el aire que detuvo por un instante, admitiendo que estaba más ansiosa de lo habitual.

Se levantó del suelo para seguir revisando. Encontró una bicicleta, herramientas de carpintería, sogas, trapos sucios, un armario roto, una vieja pala... Siéndole peculiar dos barriles de gasolina, un rollo de cinta adhesiva y un contenedor de plástico; esto por no estar llenos de tierra, pareciendo nuevos.

Entonces, algo llamó su atención: un estante falso. Habría pasado desapercibido si no fuese porque se encontraba desalineado del resto, dejando ver una grieta detrás de él, como si estuviese pegado a la pared. Al empujarlo, se sorprendió de lo liviano que era. Estaba unido a una pared falsa, la cual se sujetaba de unas bisagras.

Corrió la pared, encontrando un corto pasillo oscuro. El olor era tan desagradable que le generó náuseas, era como respirar mierda, se podía saborear en la boca. Sacó el teléfono para usar la linterna. A la izquierda, al fondo, donde debía haber una puerta, distinguió una reja. Se asomó en silencio. Manteniendo el teléfono al frente.

Please! —exclamó una pelirroja al agarrarse de la reja—. Please help me, I beg you. You have to get me out of here.

—Dios mío...

Is going to kill me.

Who?

The one with the green eyes.

El sonido de un carro detuvo su respiración. Cristian había regresado.

Listen. I'll get you out of here tonight, just give me time.

No, please

Don't worry, I'll be back.

No, no, will kill you.

Anali corrió hacia el segundo piso y cerró la puerta. Buscó en el piso el candado y trató de colocarlo de nuevo en el pasador. Sus manos temblaban y su fuerza no era suficiente para asegurarlo.

—¿Qué haces? —escuchó tras de sí, susto que la ayudó a cerrar el candado—. Te pedí que dejaras el asunto. —De alguna forma había entrado sin hacer ruido. Anali estaba perturbada—. ¿Qué te sucede?

—No, nada. —Se acercó a ella, quien reaccionó abofeteándolo—. ¡Tienes que dejar de asustarme! —Luego fingió enojo por ello y se retiró a la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.

Entre el miedo y el deseoWhere stories live. Discover now