Capítulo 6

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Él le había prometido no ingresar mientras ella ocupara ese espacio, pero ella quería que lo invadiera. Quizá no lo hacía porque ella no había dejado de sus intenciones. Era hora de admitirlo, lo había juzgado mal. Cristian había sido un verdadero caballero desde el inicio, algo que Anali jamás había experimentado.

Le escribió a su amiga desde la laptop, y se había pasado la siguiente hora conversando con ella sobre lo que debería hacer con la situación.

¿Por qué te haces la difícil, Ani?

No lo sé!!

Soy complicada, maldita sea

Qué te preocupa?

Es que...

Todo ha sido tan raro desde el inicio

Y?

O sigues creyendo que trama algo?

Ya no estoy tan segura

Ani

Mañana subirás a un avión

y JAMÁS volverás a saber de él

A MENOS que le pidas su número

Será?

Deja de ser una maldita cobarde

y ve a hablarle!!!!

Es lindo?

Es GUAPÍSIMO

Entonces deja de perder el tiempo!!

Decidida a hacer algo al respecto, salió de la habitación. Pero él no se encontraba a la vista.

—¿Cristian? —Salió de detrás del mostrador—. MIERDA, Cristian.

—Ja, ja, ja, ja. Debo dejar de asustarte o terminarás odiándome.

—No, eso sería imposible —pensó en alto, consiguiendo una sonrisa de él.

—Es bueno saberlo.

Revela una botella de vino tinto.

—Verás, descubrí esta botella cuando llegué, pero me pareció absurdo beberla yo solo. Pensé en compartirla contigo anoche, por lo de mi insomnio, hasta que recordé cómo me mirabas con ojos de desconfianza y no quise arruinarlo siendo impertinente. —Ella mira la botella—. Sí. Dado que rechazaste el té, me pareció oportuno abrirla frente a ti.

—¿Cómo sé que no usaste una jeringa para meterle algo?

—Oh. —Baja lo que sostenía—. Bueno... No sabía que eso fuera una opción.

—Ja, ja, ja, ja. —Toma la botella—. Ve por los vasos.

Habían pasado juntos todo el día, sin embargo, no habían vuelto a hablar de ellos desde anoche. Y ahora, con dos vasos de vino encima, debería ser más sencillo hablar de ellos mismos. Era el momento perfecto para hacerse más cercanos y, pese a ello, Anali seguía renuente a abrirse a él. Algo le seguía molestando.

—Parece que tienes una vida emocionante, Cristian.

—La fotografía me ha permitido conocer tantos lugares que he perdido la cuenta, y mi habilidad para hacer amigos también me ha ayudado con eso.

—Qué envidia.

—Ja, ja, ja. Lo dices como si nunca hubieses salido de tu país.

—Es mi primera vez fuera, y si no fuese por ti jamás habría conocido esta ciudad.

—De nada.

Ambos rieron. Su cordialidad le impedía quitarle los ojos de encima, así como él no había podido dejar de verle los labios... Le pareció una tontería, de modo que se levantó de la silla para ir a besarlo.

Ella siempre fue calculadora con su siguiente movimiento, pero desde que lo había conocido el caos era lo único que conoció, de modo que solo dejó que sus deseos la guiara... Y le encantó. Su corazón se aceleraba tanto como tus intenciones con él, quien de igual forma se dejó llevar. Era innecesario pedir permiso, ella lo llevaba casi a rastras hacia la habitación. Esa noche ocuparían la cama y al fin ninguno pasaría frío. Ella se le subió encima para empotrarlo y él no pudo objetar. Sudaban y sus alientos eran cansados, pero ninguno iba a parar.

Por un momento, él creyó haber visto a alguien del otro lado de la ventana, observándolos... Pero ella se divertía tanto arriba, que su mente se nubló, olvidándose del asunto por completo.

Entre el miedo y el deseoWhere stories live. Discover now