Capítulo 12

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Anali tomó a Cristian de la camisa y lo jaló al interior del auto para cerrar la puerta. Sus respiraciones eran aceleradas y ambos temblaban.

—¿Alguna vez te dijeron que eres un rarito?

Fick dich! Admito que soy raro, mas eso no me convierte en mala persona.

—¡Estaba asustada!

—¡Yo también!

Un segundo disparo golpeó el auto, esta vez en el vidrio, sorprendiendo a ambos. Él abrió la puerta contraria y ambos se arrastraron hacia esa salida. Falló el tercer disparo. Permanecieron agachados, pues no había a dónde correr. Además, él no parecía estar en condiciones para salir corriendo.

Miststück, me apuñalaste sin dudar.

—¡Ya me disculpé!

—No es cierto.

Un cuarto disparo la hizo gritar.

Sohn einer Hündin! —lo maldijo—. ¿Qué pretende?

—¿Por qué cerraste el sótano? —le cuestionó ella.

—¿Es en serio? ¿Quieres discutir eso ahora?

—Pensé que escondías algo.

—¿Yo? De pronto, parecías tan interesada en el sótano que creí que ese era el motivo por el que habías llegado.

—¿Al menos te molestaste en revisar?

—¡Sí! Pero abajo solo encontré un maldito pentagrama.

—En realidad había una pared falsa donde tenían cautiva a una chica.

—¿De verdad? Malditos satanistas.

Les dispara por sexta vez.

—MIERDA —exclama espantada—. DEBÍ TOMAR EL ARMA EN CUANTO LA VI.

—¿Conoces el arma?

—Sí, es un revólver.

—¿Qué calibre?

—Am... 38

—¿Segura? Porque entonces le quedan menos de dos cartuchos.

—¿Qué piensas hacer?

—Ganar tiempo.

—¿Estás loco?

—No, solo soy raro. —Se revisa la herida del costado—. En cuanto puedas, enciende el auto y huye.

—No te dejaré aquí.

—No te daré opción. —Se levantó.

—¡No, Cristian!

El rubio le apuntó. Cristian levantó las manos para demostrar que estaba desarmado.

—I surrender —proclamó Cristian.

—Where is the girl, the blonde?

—I have no idea, maybe he ran into the forest.

—Fuck —maldijo, al notar a su compañero ensangrentado en el suelo. Luego volvió hacia Cristian—. Ok. Both here.

Anali salió con las manos arriba también. El rubio les pedía volver a la casa, de modo que caminaron lentamente hacia esa dirección. Cristian pensó en arrojársele encima, hasta que vio al chico ser golpeado en la cabeza con una roca. Cayó al suelo, inconsciente, pero la pelirroja continuó golpeándole con rabia.

Ambos quedaron perplejos. Aunque lo más importante era que... al fin estaban a salvo.

Entre el miedo y el deseoWhere stories live. Discover now