Capítulo 8

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—¿A dónde lleva esa puerta? —preguntó Anali, señalando detrás de Cristian.

—Creo que es el armario de limpieza —respondió sin gracia, enfocado en lo que preparaba en la sartén.

—¿Crees?

—Está cerrada con llave.

—¿Por qué estaría con llave un cuarto de limpieza?

—Seguro no es nada de qué preocuparse.

—Suenas muy confiado

—No tengo razones para creer lo contrario.

Debajo de la puerta se vislumbraba luz, de modo que no era un cuarto cerrado. ¿Qué había ahí dentro? Ahora más que nada se interesaba por esa pequeña ventana fuera de la casa, la que parecía llevar a un sótano.

Pero Cristian la mantenía ocupada, llevándosela a los desfiles y otras cosas. Él era encantador, sabía cómo obtener su atención, lo que también resultaba espeluznante. Lo que tenía de atractivo lo tenía de raro. De vez en cuando arrojaba comentarios fuera de lugar, presentando escenarios que helaban la sangre de Anali. Era alguien oscuro, y no solo porque amara vestirse con colores apagados, en su mirada ella sentía que escondía algo. Las cejas pobladas y las negras pestañas resaltaban sus ojos de una manera hipnotizante. Robaba suspiros, sí, al igual que toda comodidad.

Fueron al desfile de moda de una amiga de Cristian. Conocía a algunos modelos e invitados del evento. Pero, en realidad, no era tan conversador como se hizo ver con Anali. La mayor parte del tiempo se concentró en su trabajo, siendo los demás quienes lo buscaban para saludarle. Parecía ser alguien de pocos amigos e irónicamente siempre estaba acompañado. Pero con ella era diferente, por alguna razón, a Anali le sonreía.

De regreso a casa, ella estuvo pensativa; silencio que Cristian ya identificaba como mala señal.

—¿Sucedió algo? —preguntó, al desviar la mirada hacia ella un segundo mientras conducía—. Te percibo preocupada.

—Parece que me conoces bien.

—Es fácil leerte. —Había cosas que era mejor que se guardara—. ¿No te divertiste hoy?

—Fue una experiencia diferente.

—Mm... Entiendo.

Ella miraba a través de la ventana, aunque la lluvia que golpeaba el vidrio le impedía distinguir algo con claridad. De pronto, sintió que él le tomaba la mano, volteando a verlo.

—Si algo te incomoda, no tengas pena de decirme, ¿de acuerdo?

—¿Por qué te importa?

—Porque me la paso increíble contigo, y lamentaría que tu experiencia fuese distinta a la mía.

Era impresionante cómo conseguía manejar el juego de frío y caliente, haciéndola olvidar que eran extraños entre ellos.

Finalmente, llegaron a la cabaña, aquel desolado lugar que por alguna razón no abandonaban. Él bajó del auto primero, ella esperó a que le abriera y mientras tanto dio un vistazo a los alrededores.

La oscuridad lo ocultaba todo, siendo alumbrado solo aquello que las luces del auto y el faro de la casa conseguían alcanzar. Y ante todo pronóstico, ella distinguió algo moverse frente al auto, no muy lejos de ellos.

La puerta del carro se abrió, espantándola.

—Ja, ja, ja. Vaya brinco.

—Cristian, ¿viste eso?

—¿Qué cosa?

—Lo que pasó a tu lado cuando pasaste frente al carro.

—Para nada. —Mira hacia esa dirección sin distinguir nada—. ¿Qué te pareció que era?

—Una persona

Ella volteó hacia todas direcciones una vez más. Los insectos habían detenido su canto... Giro hacia Cristian, quien la observaba sin expresión alguna en el rostro. Si algo es realmente aterrador en este mundo, es ver de ser un rostro sin expresión alguna de emoción visible. El escalofrío se intensificó cuando la sujetó con fuerza de la cintura.

—No te alejes de mí o tendrás problemas —refiriéndose al paraguas que sostenía para ambos.

Dentro de la cabaña, Anali no se despegaba de la ventana. La lluvia se había calmado, pero no daba señales de querer irse.

—Pareces paranoica

—Es que lo soy. —Creyó ver la sombra de antes, pero solo se trató de una rama de árbol—. ¿No te sientes observado?

—Todo el tiempo, pero he aprendido a lidiar con ello.

—Ni siquiera sabes a lo que me refiero.

—Por supuesto que lo sé.

Él tomó una colcha y la arrojó al sofá.

—¿Qué haces?

—Sé que lo de anoche fue solo algo del momento, así que volveré al sofá.

—¿Qué? No, espera. —La volteó a ver, extrañado—. Yo... quisiera que me acompañaras esta noche también. —Él trató de no verse feliz por la propuesta—. ¡Será, literalmente, dormir!, no vayas a pensar que habrá algo más. Es solo que, me siento incómoda esta noche y tu compañía... me ayudaría mucho.

—No tienes que excusarte, Anali. No estás obligada a nada. —Le dio un beso en la frente—. Iré a cepillarme.

Esa noche era más silenciosa que las anteriores, claramente, algo no estaba bien

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Esa noche era más silenciosa que las anteriores, claramente, algo no estaba bien. Se quedó dormida, pero su sentido de alarma se activó con el primer sonido sordo que atravesó la pared. Sus ojos se abrieron por completo, su visión era buena en la oscuridad, pudiendo distinguir que se encontraba sola.

—¿Cristian?

Ante la persistencia del silencio, salió de la cama. Afuera de la habitación no parecía haber nadie. El baño estaba tan vacío como la cama que dejó atrás. ¿Por qué se encontraba sola?

Volvió a notar un peculiar brillo bajo la puerta, esta vez, se trataba de la puerta cerrada al final del corto pasillo.

Se acercó reticente hacia la puerta, sus pies descalzos no delatarías su presencia si controlaba la respiración. Al notar que nada pasaba, recostó la oreja en la puerta de madera, descubriendo pasos al otro lado. ¿Se trataba de Cristian? Los pasos sonaron dobles. ¿Quién estaba ahí? Tomó la manija de la puerta, parecía estar abierto.

De pronto la tomaron del brazo, jalándola hacia atrás para voltearla.

—¿Qué crees que haces? —la cuestionó Cristian con evidente enfado.

—Solo... Creí haber escuchado algo.

—Imposible, no hay nada ahí abajo.

—¿Abajo? Entonces sí hay un sótano.

—Vuelve a la habitación, Anali. —La apartó de la puerta.

¿Por qué de pronto se ponía a la defensiva?

Entre el miedo y el deseoWhere stories live. Discover now