𝕻𝖆𝖗𝖙𝖊 22

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𝐂 𝐀 𝐏 Í 𝐓 𝐔 𝐋 𝐎  𝐕 𝐄 𝐈 𝐍 𝐓 𝐈 𝐃 Ó 𝐒: 𝐔𝐧 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨, 𝐮𝐧 𝐡𝐨𝐧𝐨𝐫 𝐲 𝐮𝐧 𝐝𝐨𝐥𝐨𝐫

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𝐂 𝐀 𝐏 Í 𝐓 𝐔 𝐋 𝐎  𝐕 𝐄 𝐈 𝐍 𝐓 𝐈 𝐃 Ó 𝐒: 𝐔𝐧 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨, 𝐮𝐧 𝐡𝐨𝐧𝐨𝐫 𝐲 𝐮𝐧 𝐝𝐨𝐥𝐨𝐫.

La noticia de la muerte de Inder Gotav, el anguila blanco, había sumido a todo el reino en luto. Tanto guerreros como obreros lo recordaban con admiración por su sencillez y honestidad. A pesar de las desgracias que habían caído sobre su familia, él nunca se rindió. Siempre estuvo presente para los menos afortunados, ganándose el cariño de los niños y el amor de las madres.

Un hombre de principios, que nunca comprometió su honor por nada ni por nadie. La tristeza se reflejaba en los rostros de la mayoría de los hombres del reino. Primero con la muerte de la madre del joven Krok y su hermano menor, cuyo futuro prometía ser brillante pero que ya no sería posible.

La calma de la reina sorprendía a la mayoría, quienes esperaban verla enfurecida y buscando venganza. Sin embargo, lo que los guerreros no sabían era que ella ya tenía un plan y una estrategia trazada. Muchos lores estaban al tanto de esto y habían aceptado su decisión.

Thyra mandó llamar a Arlo, el herrero. Este se demoró en llegar, impactado por la noticia hasta el punto de no querer levantarse de la cama. Tenía muchas preguntas y estaba lleno de ira, pero su madre Elaisa, que ya había mejorado un poco de salud, intentaba animarlo.

Al llegar, Arlo notó la presencia de todos los lores, incluida Calista, quien lo observaba con seriedad. Sin saber qué estaba sucediendo, sin entender por qué lo habían convocado, no vaciló en dirigirse a la reina con deferencia, reconociendo su dignidad.

— Vuestra majestad, aquí estoy como fue instruido — Arlo se postró ante ella con humildad.

Al levantar la vista, se encontró con los ojos hinchados de Thyra. Su cabello desaliñado y la misma ropa desde que regresó. Las manchas de sangre en su vestimenta revelaban que ella misma había dado sepultura al cuerpo de su tío Inder. Al mirarla, sufrimiento era lo único que podías percibir.

Se incorporó de un trono improvisado por sus guerreros. Nada ostentoso, simplemente funcional. Querían que se acostumbrara a ocupar un trono, ya fuera uno de oro como el del castillo de Nils, o este, creado por sus propios súbditos. Era de madera, adornado con algunos metales. Todos pensaron que la reina lo rechazaría, pero eso solo la hizo sentir honrada.

Thyra se tomó el tiempo de pensar en las palabras que iba a decir. Nadie sabría cómo se tomaría esta decisión, ya que no le habían consultado a Arlo por falta de tiempo.

— Arlo el herrero, hijo de Elaisa perteneciente al reino de Nils — La voz de la reina se escuchaba con fuerza, ella apretaba la madera del trono, tomando fuerzas de aliento — Tengo una carta en mis manos, donde están escritas las letras de Inder Gotav.

La reina se acercó al herrero para entregársela en sus manos. Le exigió que la leyera en voz alta, para que todos supieran qué decían esas letras. Arlo siguió la orden y comenzó a leerla. En esa carta, prácticamente el hombre honrado que todos conocían, admitía que tuvo una aventura después de la muerte de su esposa, donde dejó un hijo sin reconocer. Escribió esa carta como prueba de que quería que ese joven fuera su sucesor y que tomara el apellido Gotav sin ninguna objeción.

Arlo no podía creer lo que decían estas palabras. Apretó ese papel, sus ojos se aguaron, pero evitó llorar para no ofender a ningún lord presente.

Una vez más, le entregó la carta. La reina exhibió el documento a cada hombre en la sala, mostrando la firma y el sello del difunto lord de Gotav. Mientras tanto, Calista se acercó discretamente a Arlo y le susurró: "Por favor, acepta y apoya a Thyra. Esta fue la última voluntad de Inder". Acto seguido, Calista tomó de vuelta la carta para devolvérsela a la reina.

— ¿Algún inconveniente? — Inquirió Thyra con solemnidad.

Ningún noble se atrevió a abrir la boca, su silencio dejaba en claro que no tenían objeciones. La reina presentó solemnemente la espada de Inder de Gotav, un impresionante hierro con una empuñadura adornada con un águila de plata en lugar de oro como las demás. Aunque con el tiempo la plata se tornaba gris, los detalles de la espada maravillaban a todos los presentes.

— ¡Yo, Thyra de Thorne, hija de los reyes Ciro de Thorne y Arnisa de Gotav, la única y legítima heredera del trono de Nils! — exclamó la reina con determinación, elevando su voz para que todos prestaran atención — ¡Nombro a Arlo, el herrero, como el nuevo Lord de las tierras de Gotav, sangre de mi sangre y de estas tierras que durante tantos años hemos trabajado juntos para levantar!

Al escucharla, todos se pusieron de pie en señal de respeto hacia el nuevo Lord del castillo del águila. La mayoría colocó su puño sobre su pecho como muestra de lealtad a la casa Gotav.

Arlo, a pesar de sus dudas internas, no quiso decepcionar a Thyra después de tanto sufrimiento. La reina se acercó a él con la espada en las manos, marcadas por el trabajo arduo y la humildad, destacándose entre los demás presentes.

— Tranquilo primo, eres digno de llevar nuestro apellido — susurró Thyra con una sonrisa—. Harás un buen trabajo, aquí tendrás nuestro apoyo, no lo dudes.

De alguna manera, eso reconfortó al joven. La reina le indicó que levantara su espada, y los demás hombres presentes siguieron su ejemplo. Él lo hizo con orgullo, al igual que los demás, y Thyra no se quedó atrás. Antes de ser traicionada, su padre había dejado su espada en el reino de Gotav como recuerdo para su madre, Arnisa. Nadie conocía ese secreto; la mayoría creía que el rey la había perdido, pero no fue así. Thyra sacó la espada, con una empuñadura en forma de halcón, hecha de oro puro.

Los hombres estaban asombrados al ver la espada que no habían visto en años, incluso antes de que Thyra naciera en el vientre de su madre. Su presencia reconfortó a los hombres, quienes gritaron emocionados. La reina, contagiada por la emoción, aprovechó para dar la siguiente noticia.

— ¡Queridos señores del reino de Nils! Además del nombramiento del nuevo Lord de Gotav — anunció la reina, con su espada en alto junto a la de Arlo — me complace anunciar que en dos días me casaré con un hombre de honor y confianza, que ha aceptado mi propuesta. Espero que ustedes también lo acepten y lo apoyen.

Todos comenzaron a mirarse entre sí. Pensaban que era Lord de Burn, pero no, ya que con un gesto de cabeza negó tal rumor. Pudieron notar cómo un hombre caminaba con calma hacia la presencia del reino. La empuñadura era una magnífica águila arpía, y en lugar de estar elaborada en oro o plata, estaba confeccionada con una piedra de luna, un material que no se hallaba en esas tierras.

Ese hombre era leal, siempre lo había sido. Mayormente los Gotav negaban tener alguna relación con esta casa, no por el oro ni las tierras, sino por un pacto que se había realizado con las casas fundadoras. La mayoría había roto el trato, pero aquellos que seguían fieles a sus juramentos eran Los Bravel, los Krok, en su momento los Thorne y finalmente, los Dores. Las demás casas habían sido creadas con el paso de los años y no estaban relacionadas con los pactos de los fundadores originales de esas tierras. Nadie sabía el motivo de esto, ni siquiera sus descendientes.

La reina se acercó al hombre, levantando su espada junto a él. Ese hombre, que se convertiría en su esposo y rey consorte, sería el guardián de su corazón y confianza.

Su nombre era conocido por todos. Su apellido resonaba en cada rincón. Ese era el renombrado guerrero, Ivar Dores.

 Ese era el renombrado guerrero, Ivar Dores

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¡Hasta el próximo domingo!

𝐄𝐋 𝐋𝐄𝐆𝐀𝐃𝐎 𝐃𝐄 𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 (𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎 𝟏)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora