Era un día importante en mi carrera como bailarina.
Mi academia de ballet iba a elegir a una de nosotras para el internado de Italia y estaba decidida a ganar. Tenía el apoyo de mi abuela y no la iba a defraudar; además, era la favorita.
Mis amigas tenían presente que sería insólito que una de ellas me ganara. La instructora Olga era menos estricta conmigo porque yo siempre atendía a sus correcciones a la primera. Mientras tanto, a Ana Pau y Sofi eran regañadas cada vez que movían una parte de su cuerpo.
Durante la audición, reconocí que mis amigas no se estaban esforzando. Tenían las esperanzas perdidas y me costaba comprender cómo podían ser tan conformistas. Quizá por eso no tenían las mismas oportunidades. Yo me había esforzado demasiado para esto.
Esa tarde Olga nos puso a prueba con una nueva coreografía, pero no me asusté. Salté con las piernas extendidas a 180 grados, moví los brazos con delicadeza como si estuviera dentro del agua y mi espalda siempre se mantuvo firme. Pero lo que más me caracterizaba era mi rostro que tenía la capacidad de provocar emociones a los espectadores.
Estaba acostumbrada a que me compararan con una muñeca de porcelana, como si solo necesitara un empujón para que me rompiera en pedazos, aunque era fuerte y lo demostraba en cada uno de los ensayos.
El ballet era lo mío. No me gustaba presumir para no hacer sentir menos a mis amigas. Teníamos 15 años, estábamos en nuestro último año de secundaria y no podía imaginar mi vida sin ellas.
El internado en Italia sería durante el verano. Olga había conseguido un lugar en ese curso intensivo que reunía a varias estrellas del ballet en Europa. Olga había asistido al internado en su juventud y quería asegurarse que la seleccionada fuera la mejor representante de su Academia. Era un curso caro, pero eso no era problema para nosotras.
Mi abuela, Doña Catarina, se emocionó cuando le conté sobre el internado. Sabía que contaba con su apoyo porque el ballet también era su pasión. Siempre había querido ser bailarina pero sus problemas de cadera se lo impidieron desde niña, y ahora, estaba viviendo el sueño conmigo.
Mi abuela me había criado desde bebé porque mi mamá murió en el parto y desde que empecé a caminar me inscribió a clases de ballet. Ella era quien me cuidaba y aseguraba que nada me faltara en mi vida.
De hecho, ella era uno de los motivos por los cuales me esforzaba tanto en los ensayos y esa audición no sería la excepción.
Después de una hora de fallos por parte de mis compañeras, Olga detuvo la música y pidió que hiciéramos la formación final. Había llegado el momento. Así, me aseguré de recoger mi pelo y lucir atenta con mi pecho recto.
—Siempre cometiendo los mismos errores —dijo Olga con un rostro lleno de cansancio, le pesaba que las demás no pudieran mejorar con el paso de los meses.
Ella creía que nuestro problema era el dinero de nuestras familias porque no nos teníamos que esforzar para conseguir lo que queríamos. Todas íbamos al Sagrado, una de las escuelas más conservadoras de la ciudad, pero Olga tampoco nos podía echar porque al final éramos las únicas que podíamos pagar sus costosas clases.
—Estuve en Milán y no enviaré a cualquiera. Mucho menos si es la primera de esta Academia —dijo ella con su acento ruso. Luego volteó hacia Ana Pau y Sofi —. No voy a mentir, las opciones fueron escasas.
Olga comenzó a caminar frente a cada una, y al pasar, mis compañeras agachaban la cabeza porque su presencia las intimidaba, pero cuando se paró frente a mí, me mantuve recta como si estuviera en una formación militar. Ella se detuvo.
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Isa y Eva. Hermanas y rivales.
Teen Fiction¿Qué tanto podrías odiar a tu media hermana? Isa y Eva son medias hermanas pero vivieron en realidades opuestas desde niñas. Isa creció en un mundo lleno de lujos gracias a su abuela, mientras que Eva lidió en un ambiente lleno de carencias y peleas...