Lo primero que hice cuando llegué a mi casa después de visitar a Jovita fue sentarme en la sala para considerar mis opciones. Al hacerlo, noté que Roberto y sus amigos habían empacado algunos muebles. Me levanté para ver las envolturas y entendí que mi papá pretendía venderlos.
Tal como lo sospeché, cada día que Roberto y su familia pasaban en casa de mi abuela había más destrozos. Era difícil ser testigo de eso porque sus empleados solían cuidar los muebles como si fueran de cristal.
Traté de quitar el empaque sobre los muebles, pero Leticia llegó para detenerme. Me habló de manera agresiva y me pidió que me largara de ahí, y aunque tenía todo el derecho de confrontarla, no pude. No me gustaba pelear porque nunca lo había hecho. Me ponía nerviosa y tensa.
Fui al cuarto de visitas que se había convertido en mi nueva habitación y me encerré. Comprendí que no sería sencillo sacar a Roberto y su familia de la casa porque se creían los dueños. Sin embargo, tampoco estaba segura cuál era la mejor estrategia para echarlos.
A la mañana siguiente quise ser más optimista. Me alisté para ir a la escuela y fui a la cocina para desayunar. No había mucha comida en el refrigerador, pero agarré lo que había. Mientras lo hacía, Eva me estaba esperando en la entrada impaciente. Me quería gritar, pero no pudo porque Roberto estaba en la cochera subiendo los muebles a su carcacha. Ella me esperó para que mi papá viera que nos habíamos ido juntas a la escuela, y aunque tampoco deseaba irme con ella, no tuve de otra.
Su rostro externaba ira, pero su miedo hacia Roberto era mayor por lo que me esperó. Apenas me acerqué, ella salió de la casa. Le molestaba que tuviera que ayudarme cuando deseaba lo contrario. Empezamos a caminar y ella aceleró el paso. Traté de alcanzarla, pero se detuvo inesperadamente y se dirigió a mí.
—¡No me sigas!— entendí que nuestra relación no había mejorado—. Nada ha cambiado y ni se te ocurra hablarme en la escuela.
Terminó con su amenaza y me dio otro vistazo lleno de odio. Se fue caminando y me quedé sola hasta que volví a seguir el camino por donde se había ido.
Por fortuna alcancé a ver el autobús que tomó. Una vez que tomé la misma ruta de microbús me traté de informar sobre las diferentes paradas con la señora que iba sentada a mi lado. Saqué una pequeña libretita y empecé a anotar todo porque a partir de ese día solo tomaría autobuses para transportarme. No podía gastar todos mis ahorros en taxis, tenía que adaptarme a mi nueva realidad.
Una vez que llegué a la escuela, me sentí orgullosa de lograrlo. Era la primera vez que lo hacía y era extraño decirlo, pero me sentí más independiente. Aunque mi optimismo se cortó cuando volví a entrar a la secundaria.
La escuela no era como el Sagrado. Había tantos estudiantes que mi atención solo se enfocó en esquivarlos para llegar a mi salón. Los árboles y jardínes no estaban bien apodados, a veces veía charcos con lodo en el suelo y había grietas en las paredes en más de un lugar. Pero lo peor de todo, era el uniforme. Ese verde pasto era deprimente.
Ese día mis compañeros siguieron manteniendo su intriga ante mi presencia. Parecía que sería una misión imposible pasar inadvertida. Mi apariencia y hermana eran dos elementos demasiado llamativos a ignorar.
Caminé a mi salón y vi a Eva a lo lejos con sus amigas. Pude reconocer que eran las mismas bailarinas del día anterior. A pesar de solo verlas por unos segundos, reconocí que tenían una personalidad segura por la manera desenvuelta en que se movían.
Había una en particular que llamó mi atención porque era la que estaba al lado de Eva. Su nombre era Estela y tenía una mirada intensa, hombros anchos y cabello lacio al hombro. Recordaba que en la presentación del día anterior era la única que físicamente lucía diferente a las demás. Era atlética y tenía abdominales marcadas, pero no una estrecha cadera, piernas largas y delgadas o una larga cabellera. Se veía fuerte de los pies a la cabeza pero en lugar de curvas en cada parte de su cuerpo tenía músculos tonificados. Su personalidad parecía ser aguerrida, de hecho, le gustaba estar vigilando continuamente su alrededor y el de Eva.
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Isa y Eva. Hermanas y rivales.
Teen Fiction¿Qué tanto podrías odiar a tu media hermana? Isa y Eva son medias hermanas pero vivieron en realidades opuestas desde niñas. Isa creció en un mundo lleno de lujos gracias a su abuela, mientras que Eva lidió en un ambiente lleno de carencias y peleas...