Roberto se dirigió a la Secundaria Técnica 301 pasándose todos los semáforos sin importar el caos que ocasionó alrededor. Mi espalda y cuello me empezaron a doler porque para el colmo de todo, el auto no tenía amortiguadores.
A pesar de ello, esa no fue mi mayor preocupación, sino contemplar la colonia Nativitas en su totalidad. Percibí lo contrastante que era con mi colonia. Ahí las calles eran angostas, el ruido venía de todas partes y había puestos de comida en cada esquina.
Eso generó que nos quedáramos estancados en la calle y Roberto empezó a pitar y maldecir a cualquiera que se le cruzara en frente. Luego percibí un río de estudiantes con el mismo uniforme verde pasto que tenía puesto.
Me asombré de la cantidad de jóvenes ya que todos cruzaban de un lado a otro sin importales ser atropellados, incluso Roberto aceleró para que abrieran paso. Ellos nos voltearon a ver molestos, identificaron a Eva adentro del auto y ella volteó a otro lado para pretender que no los había visto. Aunque lo más extraño fue que al verla, ellos suprimieron su ira y lo dejaron pasar.
Finalmente llegamos a la escuela y Roberto nos pidió que corriéramos a la entrada antes que cerraran las puertas. Él llegaría una vez que estacionara el coche para hablar con el director.
Eva se adelantó. No quería que entráramos juntas, pero no conocía a nadie por lo que me apresuré y caminé unos metros atrás de ella.
Cuando entré a la escuela, todos los estudiantes me observaron como si fuera una extranjera. No entendían qué hacía alguien como yo ahí. Creían que me había equivocado de lugar, pero tristemente era la misma escuela de Eva.
Tal como decía Olga, mi pelo claro, ojos verdes y rostro de porcelana era motivo de envidia y pensaba que pasaría lo mismo en la Secundaria Técnica 301. La diferencia era que ahí no podría ser la niña indefensa porque seguramente me comerían viva.
Tenía miedo ya que no fue difícil percibir que estaban hablando a mis espaldas. Era experta en notar eso gracias a la academia. La diferencia era que en esta escuela no eran discretos ni se esforzaban por serlo.
Mientras trataba de evadir las miradas, mi papá llegó a la dirección. Él pasó y yo me quedé afuera esperando mientras los estudiantes se dirigieron a sus salones. Esperaba que el director se hubiera negado a aceptarme y así tendría que regresar al Sagrado. Aunque también tenía presente que Roberto jamás sería capaz de pagar una colegiatura como la del Sagrado.
Veinte minutos después Roberto salió junto con el director, el maestro Cruz. Él se presentó como nadie lo había hecho los últimos días, amable, y eso me llamó la atención.
—Yo conocí a tu abuela —me saludó dándome un apretón de manos—. Mi más sentido pésame.
Me sorprendí por sus palabras ya que nunca esperé que alguien pretendiera simpatizar conmigo en la escuela. No supe qué responder, sino que solo moví mi rostro en señal de afirmación.
Luego él me dijo que mi nuevo salón sería 3° E y se ofreció a llevarme porque Roberto avisó que se retiraría. Había logrado su objetivo y podía notar su expresión de alivio. Las cosas estaban marchando como lo planeó y eso me molestó, pero no podía hacer algo al respecto en ese momento.
Comencé a caminar por los pasillos con el maestro Cruz y él empezó a recitar los valores de la institución. No obstante, su voz solo hizo eco en mi cabeza porque mi atención estaba puesta en los salones.
Los estudiantes volteaban a verme intrigados. Era cierto que estaba acostumbrada a las miradas en el Sagrado y la Academia, pero su atención me incomodaba de alguna manera.
Tuve miedo de ver a Eva en uno de los salones, o peor aún, estar en el mismo que ella. Sería mi mayor castigo, aunque por fortuna no sucedió ya que pasé su salón sin detenernos. La vi con sus amigas riendo. De hecho, ellas me voltearon a ver, aunque Eva llamó su atención de inmediato.
Me tranquilicé al saber que no estaría con ella y voltée a ver al maestro Cruz quien al final del pasillo se detuvo. Señaló un salón y vi en la entrada la pequeña placa "3° E". Interrumpió la clase y pidió que pasara con él.
Se dirigió a dos estudiantes para pedirles que cargaran una butaca y la pusieran cerca de la ventana, el mejor lugar del salón. Los estudiantes tuvieron que desplazar los demás asientos para abrir espacio ya que el aula estaba repleta. Pensé que los demás protestarían, pero no sucedió porque el director se quedó hasta que me senté.
Cuando se retiró y la clase continuó, una estudiante tocó mi hombro.
—¿Eres la hermana de Eva? —susurró la estudiante que estaba detrás de mí con un tono de admiración.
Volteé sorprendida y vi su rostro. Tenía las pestañas largas, delineado marcado, pómulos definidos y pelo ondulado que llegaba al respaldo de la silla. Su nombre era Carla.
—¿Cómo sabes? —pregunté consternada esperando que nadie más hubiera escuchado.
—Ya sabemos —pude notar que estaba intrigada—. ¿También eres una Loba?
—¿Una qué?
—Una Loba —reafirmó.
Carla siguió hablando, pero su voz fue perdiendo potencia en mi cabeza tal como con el maestro Cruz. ¿Qué era una Loba? ¿Me estaba ofendiendo? Decidí que la mejor respuesta sería ignorarla por lo que dejé de interactuar con ella de un momento a otro.
Carla notó aquello y dejó de hablarme. No reaccionó de manera explosiva sino que lo dejó pasar. Así permanecimos las cuatro clases antes del recreo. Todavía podía percibir las miradas de mis compañeros que, de vez en cuando, me volteaban a ver como si fuera un artículo de museo.
Cuando sonó el timbre para el recreo me asombré de que todos mis compañeros salieron disparados al patio escolar. Mi mirada se volvió a cruzar con la de Carla.
—¿A dónde van todos? —pregunté.
—¿Es broma? —apenas lo dijo empezó a considerar que de verdad no tenía idea dónde me encontraba y quién era mi hermana, por lo que finalmente se apiadó de mi ignorancia—. Hoy se presentan las Lobas.
De nuevo las mencionó.
—¿Qué es eso?
—El grupo de baile de la escuela —pensó que la estaba poniendo a prueba.
Carla no trató seguir con la conversación porque al poco tiempo se fue del salón tan impaciente como los demás. Me dijo que después le podría preguntar todo lo que quisiera.
Cuando se fue la seguí. Sentía una extraña necesidad por ver a las "Lobas". Quería comprobar qué clase de presentación harían. Fui hacia la multitud de estudiantes y los vi reunidos en la cancha central. Todos estaban esperando con expectación a que iniciara el espectáculo.
Me extrañó el ambiente que se sentía en el lugar. Percibí su emoción por lo que verían y llegué a la misma zona donde estaba Carla. Vi su rostro lleno de ilusión, aunque no me pude sentar con ella porque apenas pasé a su hilera, la música empezó a retumbar en el patio.
En medio de la cancha salió una formación de chicas que caminaba sensualmente al frente con un top liso y unos shorts negros. Caminaron al ritmo de la música con tanta seguridad y sincronía que cautivaron a todos. Sentí una extraña punzada en el estómago al verlas porque me recordó lo mucho que me gustaba estar sobre el escenario. Ellas no bailaban ballet, sino reggaetón, pero en sus miradas podía percibir que el baile era su pasión.
Consideré alejarme para no ver esa presentación, pero no pude. Las Lobas llamaron mi atención desde el primer segundo, en especial cuando reconocí a la bailarina central, Eva. Mi hermana estaba marcando el ritmo y liderando la coreografía. Era la capitana y todos lo podíamos afirmar con tan solo admirar su presencia y seguridad.
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Isa y Eva. Hermanas y rivales.
Teen Fiction¿Qué tanto podrías odiar a tu media hermana? Isa y Eva son medias hermanas pero vivieron en realidades opuestas desde niñas. Isa creció en un mundo lleno de lujos gracias a su abuela, mientras que Eva lidió en un ambiente lleno de carencias y peleas...