Capítulo IV - ROBERTO ES LO QUE PASA

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No me importó que fuera de noche y la calle estuviera vacía. Corrí y me dirigí a la casa de Sofi que era la más cercana.

Mi tristeza era evidente, incluso, llamé la atención de algunas personas que por casualidad estaban despiertas. Pero al verme, no me detuvieron para ayudarme, sino pretendieron estar sonámbulos.

Eso no me importó porque pensaba que mis amigas me recibirían. Con ellas pasaba la mayor parte del tiempo. Estábamos en la misma clase en el Sagrado e íbamos a la misma Academia de ballet.

Llegué agotada a casa de Sofi, pero no me tomó tiempo recuperarme porque estaba acostumbrada a la actividad física. Toqué el timbre, aunque nadie abrió. Me pareció extraño porque había visto una luz encendida en el tercer piso, pero la habían apagado y la cuadra estaba silenciosa. Desconocía qué estaba ocurriendo, así que no tuve de otra que irme.

La casa de Ana Pau no estaba tan lejos por lo que fui con ella. Ana Pau era mi mejor amiga. Siempre me pedía consejos para las coreografías de ballet y después de los ensayos le gustaba pasar las tardes viendo series y maquillarnos. A mí no me agradaba maquillarme, pero ella siempre me tomaba de modelo.

Cuando finalmente llegué a su casa, toqué el timbre y al poco tiempo vi que encendieron las luces. Me vieron por la cámara de seguridad y no pasó mucho tiempo para que Ana Pau bajara y abriera la puerta.

   —¿Isa, qué haces aquí? —preguntó sorprendida de verme. También se estaba esforzando en abrir los ojos por completo por el sueño que tenía.

   —Necesito tu ayuda —me alivié de verla y la abracé apenas la tuve cerca.

   —¿Qué pasa? —preguntó angustiada.

   —Roberto es lo que pasa —dije instintivamente llena de enojo—. Y Eva también.

   —¿Quién es Roberto? ¿Y Eva?

Cuando me preguntó dudé revelarlo porque nunca les había contado a mis amigas sobre mi papá y sus otros dos hijos. Víctor se había ido a Estados Unidos así que no era necesario mencionarlo, pero Eva me había arrebatado mi propio cuarto en la casa. 

Para mis amigas, solo existía mi abuela, aunque ahora sería imposible ocultar la realidad.

   —Roberto es mi papá y Eva es mi media hermana.

   —¡Qué! —reaccionó en shock, no sabía que tenía un papá, mucho menos una hermana.

   —Nunca fui cercana a ellos —percibí su cara de asombro, seguía sin poder asimilar mis palabras. Había despertado a media noche y de la nada estaba recibiendo toda esa información. Luego le solté la otra noticia—, pero ahora están conmigo en la casa.

   —¿Y qué hacen ahí? 

   —Pretenden que viva con ellos.

Ella me observó con misterio como si fuera una desconocida en su vida.

   —¿Ya sabe Sofi?

   —Fui a su casa, pero nadie abrió la puerta.

Mi amiga se asombró por mi respuesta. Quizá Sofi no había querido recibirme.

   —Isa, no sé qué decirte. Ni siquiera sabía que tenías un papá —lo dijo un poco enfadada—. Supongo que es mejor que no estés sola.

   —¡No, Ana Pau! ¡No puedo vivir con Roberto!

   —¿Por qué?

   —Él no es como mi abuela. Nunca fue un buen papá.

   —¿Y tu hermana?

Isa y Eva. Hermanas y rivales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora