Tras las puertas del laberinto

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La tensión en el laberinto era palpable, el aire cargado de una sensación de peligro inminente

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La tensión en el laberinto era palpable, el aire cargado de una sensación de peligro inminente. Thomas avanzaba con el corazón acelerado, sintiendo cómo cada paso resonaba en los estrechos pasillos de piedra. No había marcha atrás; las puertas se habían cerrado tras él. En la distancia, las sombras oscilaban amenazadoras, mientras que el eco de sus propios pasos parecía seguirle de cerca. Su mente era un torbellino de pensamientos, pero había una certeza clara: Minho estaba cerca. Y Alby estaba en el suelo.

A lo lejos, entre la penumbra, la figura ágil de Minho apareció. Al verlo, Thomas sintió una chispa de alivio, aunque sus ojos solo reflejaban preocupación. Sin perder tiempo, se acercó, con la adrenalina bombeando en su cuerpo como un torrente.

— ¡Minho! —gritó, su voz quebrada por el esfuerzo.— ¿Qué le sucedió a Alby?

Minho, con la mandíbula apretada, apenas giró el rostro hacía Thomas.

— ¡Hice lo que tenía que hacer! —respondió, su tono tenso.— Tenemos que movernos. Los Penitentes están cerca.

El eco de un chirrido metálico llenó el aire. Thomas sintió que su sangre se helaba por un instante. No había previsto que las cosas fueran a empeorar tan rápido, pero la realidad le golpeaba en cada segundo que pasaba en el laberinto. No podían detenerse. Juntos, sin una palabra más, luego de esconder a Alby, giraron y corrieron, adentrándose en las profundidades de esas murallas vivientes que parecían moverse con cada paso.

Las paredes, imponentes y frías, parecían cobrar vida a su alrededor, cerrándose en ciertos puntos y expandiéndose en otros. El sudor perlaba la frente de ambos jóvenes, mientras el sonido de pasos pesados, metálicos, resonaba detrás de ellos, cada vez más cerca.

De pronto, Thomas se detuvo al ver una figura al fondo del pasillo. Un Penitente. La criatura era una monstruosa amalgama de metal y sombras, con extremidades grotescas y una cara que emanaba un odio profundo e insondable.

— ¡Minho! —gritó, el pánico comenzando a dominar su voz.— ¡No podemos dejar que nos atrape!

Minho, evaluando rápidamente la situación, apenas le dirigió una mirada. Sus ojos eran calculadores, como siempre, pero esta vez había un matiz de desesperación.

— ¡Necesitamos un plan! —respondió, manteniendo la vista fija en el Penitente. La criatura avanzaba lentamente, su estructura metálica resonando como un presagio de muerte inminente.

El rugido ensordecedor del Penitente llenó el aire, reverberando en las paredes del laberinto. Minho rompió el trance.

— ¡Corre! —gritó, y ambos se lanzaron a una carrera frenética, zigzagueando entre los estrechos pasillos.

El monstruo les seguía de cerca, sus pasos como golpes de martillo en el suelo. Minho tomó la delantera en un cruce, guiando a Thomas hacía un pequeño túnel lateral. La oscuridad les envolvía, pero no había tiempo para dudas.

 Corre y nunca mires hacía atrás (Gally y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora