14- 5 años atrás

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5 años antes

Violeta abrió los ojos lentamente, con el resplandor del sol entrando suavemente por las cortinas blancas de su habitación. Como cada día desde hacía tres meses, lo primero que hizo fue coger su móvil de la mesita de noche y escribirle a Chiara un mensaje para darle los buenos días. El simple hecho de pensar en ella le arrancaba una sonrisa que iluminaba su rostro somnoliento. Aquella tarde, Chiara la había invitado al parque, su lugar favorito, y Violeta no podía estar más emocionada. Era un día especial, lleno de promesas. Había algo en el aire que le decía que ese día sería diferente, que algo mágico estaba por suceder.

Se levantó con energía, dejando que el agua caliente de la ducha la despertara por completo. Mientras el vapor llenaba el cuarto de baño, Violeta pensaba en Chiara, en la suavidad de su risa y la forma en que sus ojos brillaban cuando hablaban de música o poesía. Se vistió con ropa cómoda, algo sencillo para el desayuno con sus hermanas, pero no pudo evitar elegir su camiseta favorita, esa que sabía que a Chiara le encantaba.

Al llegar a la cocina, se encontró con Denna, la menor de las tres, que ya estaba sentada en la mesa con una taza de café en las manos. Su cabello rubio caía desordenado sobre los hombros, y sus ojos marrones reflejaban la tranquilidad de la mañana.

—Buenos días, Vio —dijo Denna, con una sonrisa adormilada mientras tomaba un sorbo de su café—. Hoy te ves más feliz que de costumbre. ¿Qué pasa?—

Violeta se sentó a su lado, sirviéndose una taza de té y sonriendo tímidamente.

—Hoy me voy a ver con Chiara —respondió, tratando de ocultar el nerviosismo que sentía en el estómago.

Denna arqueó una ceja, divertida. Sabía lo mucho que Chiara significaba para su hermana, y cómo la hacía sentir viva de una manera que no había visto en mucho tiempo.

—¡Oh, debí suponerlo, Chiara! ¿El parque otra vez? —bromeó Denna—. No me sorprende. Ese lugar es como su santuario.—

—Sí, es nuestro sitio —respondió Violeta, bajando la mirada con una sonrisa suave—. Chiara siempre lo llama nuestro pequeño rincón del mundo.—

Denna la miró con ternura, feliz de ver a su hermana mayor tan entusiasmada por algo tan simple como una cita en el parque. Sabía lo difícil que había sido para Violeta confiar en alguien después de lo que había pasado con Salma, y que Chiara representaba una especie de salvación emocional para ella.

Justo en ese momento, se escucharon pasos pesados que bajaban las escaleras, y ambas hermanas giraron la cabeza para ver a Ruslana, la mediana, entrar en la cocina. Con el cabello pelirrojo alborotado y los ojos entrecerrados por el sueño, se desplomó en la silla frente a ellas con un gruñido.

—¿Por qué siempre os levantáis tan temprano? —murmuró Ruslana, su voz aún adormilada mientras extendía la mano hacia el café.

Violeta rió suavemente.

—Son las diez, Rus, eso no es tan temprano —respondió con una sonrisa divertida.

Ruslana bufó, tomando un largo sorbo de café antes de dirigirles una mirada interrogativa.

—¿Por qué pareces tan contenta, Vio? Algo me dice que Chiara tiene que ver con esto —comentó, entrecerrando los ojos con una expresión burlona.

Violeta rodó los ojos, pero no pudo evitar reír. Sus hermanas la conocían demasiado bien.

—Sí, me voy a ver con ella esta tarde —admitió, sintiendo una oleada de emoción recorrer su cuerpo.

Ruslana sonrió, pero su mirada se suavizó. Sabía lo que Chiara representaba para Violeta, y cómo le había devuelto la luz que Salma había apagado poco a poco.

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