Nada es al azar

41 10 20
                                    

"¿Y si lo hago hoy en el aeropuerto? Podría ser justo antes de subirnos al avión, asi podríamos tener sexo de celebración en el baño. Pero en realidad Suguru nunca está feliz en los aeropuertos, no sé por qué si es tan fácil. Llegas, pasas tu pasaporte y te subes al avión. Después te duermes, llegas, te bajas y...no, basta, Satoru, concéntrate. ¿Y si lo hago en el aeropuerto, pero en el de Hawaii? De seguro está esa gente vestida como de Lilo y Stitch. Ah, pero no recuerdo si le gusta realmente, sé que una vez dijo que ss sentía como Bella de la Bella y la Bestia, pero..."

—¿Satoru? ¿En qué piensas?

Con esa pregunta, la mente del albino aterrizó. Suguru lo miraba desde la puerta del salón, con un café, muchas carpetas y un set de ojeras que llegaban hasta la China.

Satoru no le respondió, sorprendido por no haber sentido la energía de Suguru desde el pasillo, como casi siempre. Solo subió su venda para mirarlo fijamente, como si fuera la primera vez que lo veía.

—Estás haciendo flotar los borradores y los lápices, por si no te diste cuenta —añadió Suguru, apoyándose en el rellano de la puerta—, como siempre que estás rumiando por algo.

Al escuchar esto, Satoru los dejó caer.

—Sí me di cuenta —mintió—. Estoy preparando un examen, eso es todo.

—¿No deberías estar escribiéndolo?

Satoru le sonrió ampliamente, mientras volvía a bajarse la venda y ponía los pies sobre el escritorio, haciéndose el despreocupado.

—Sabes que todo queda...

—Si, si. Acá —Suguru se indicó la frente—. Pero andas muy ensimismado desde que fuiste donde tus padres, Satoru. ¿Pasó algo?

—No, amor. Nada. Absolutamente nada. Todo fue muy normal. Ya sabes, madre le dijo fea a Shoko, a mi me dijo estúpido e insinuó que no eres más que un campesino — "En realidad tengo el anillo de mi abuela y la concha que me diste y no sé cuándo pedirte matrimonio y cada día que pasa sin hacerlo me está matando y oh, ¿qué tal si lo hago ahor...?"

—Ajá. El pan de cada día con mi querida Satomi —dijo Suguru, mientras sorbía su café y observaba a su novio con suspicacia.

Ambos se miraron por unos segundos, al son del aire acondicionado y los griteríos de los alumnos que entrenaban afuera, hasta que sonó el teléfono de Suguru.

—Bueno, pequeño, esa es mi alarma para volver a mi investigación. Estaré en mi oficina, por si me necesitas.

—Está bien, señor director —dijo Satoru, sonriendo orgulloso.

—Sub-director, Satoru.

—Dos cosas —Gojo se paró de su escritorio y caminó hacia Suguru—: uno, Panda dice que escuchó a Masamichi hablando sobre retirarse antes. Dos...—Se acercó a su cuello y lo besó—... "director" suena mucho más sexy.

Suguru se lo sacó de encima antes de que pudiera entusiasmarse. Realmente necesitaba trabajar en su tesis.

—Primero que todo, Panda debe ser nuestro alumno más chismoso. Y segundo...—Besó a Satoru en la mejilla—¿estás insinuando que es un título lo que me hace sexy? —le guiñó un ojo, mientras se daba media vuelta.

Satoru fijó su mirada en su torneado trasero y negó con la cabeza, mordiéndose los labios.

—No, señor sub-director.

Suguru rio y le lanzó un beso con la mano.

—Ten una buena jornada, pequeño. Te amo.

Gojo atajó el beso y se frotó el pecho.

Sunshine in a jarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora