demonio

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Terminaban de colocar mi vestido, mi peinado y por último algunas joyas que complementaban con el lujoso vestido.
Podría acostumbrarme a esta vida, pero aún así no la deseaba.
El rey de los demonios.
Aquel que me había secuestrado hace ya meses, y me había llevado al Inframundo junto con el.
Para gobernar con el.

El Inframundo, no es como se lo imaginan.
El castillo es negro, pero los díaz son azules y soleados.
Las paredes por dentro son blancas, otorgándole un aspecto ordenado y fino, junto con candelabros y estatuas de oro.
Infinidad de guardias y ninfas como sirvientas. Todos a nuestra disposición.

Está parte del Inframundo era mi favorita. Sin embargo. La otra parte, era lo más horrible que habían visto mis ojos.
Almas siento arrojadas a un inmenso pozo lleno de fuego y  metales ardientes.
Se me erizaba la piel pensando en eso.

...

No lo había visto desde que me trajo aquí, solo siento su peso sobre el colchon en las noches, cuando llega y se acuesta a mi espalda, a veces posa su brazo encima de mi cadera o mi cintura, siento su peso y de reojo veo los musculos y venas de su brazo.

Pero no me animo a darme la vuelta, soy una simple humana y el un rey. Le temo.

Las ninfas hicieron una reverencia antes de marcharse luego de quitarme el vestido, el peinado y las joyas. Me vestieron solo con un camisón de seda color crema.
Me metí entre las sábanas, tapada con una muy fina sábana debido al templado clima.

Está ves no quería dormir, quería esperar a Damon... Quizás no me animaría a hablarle pero quería recordar su rostro.

Le daba la espalda a la puerta mientras la luz de la luna entraba por la ventana, tiñendo la habitación de una luz azulada.
Me sobresalte cuando oi el ruido de la cerradura pero mantuve la calma, cerré los ojos y fingi dormir.
Segundos más tarde sentí el colchón hundiéndose bajo el peso de Damon.
No paso mucho hasta que su brazo volvió a posarse como todas las noches en mi cadera.
Acomodo su rostro en mi nuca, aspirando mi olor y rozando mi cuello.

Mantuve la calma otra vez y me propuse dormir cuando sentí sus dedos en mi rostro, llevaba un mechón de mi cabello detrás de mi oreja para librar mi rostro. Respire profundo.

—Se que no estás dormida.

Su voz ronca y gruesa, capaz de derrumbar un edificio.

—Nunca lo estás, siempre me esperas.

No respondí, no podía.
Por razones del guion, empecé a sentir más su tacto.
Su mano en mi cadera que ahora de deslizaba a mi cintura, su respiración en mi nuca y su virilidad dormida contra mi espalda.
Mi respiración se volvió pesada y irregular al mismo tiempo que sentia su miembro más presente que antes y su mano subir hasta el inicio de mis pechos, pero sin tocarlos.

—Que te sucede.

Pregunto en un tono serio y autoridario.
Negué con la cabeza en señal de decir: nada.

—Responde.

—Nada...—dije con temor.

Suspiró enviando una ráfaga de aire por mi nuca.

—tu respiración se volvió irregular, estás clavando las uñas en el colchón y...—hizo una pausa—Puedo sentír el olor de la humedad entre tus piernas.

Había olvidado completamente que era un ser no humano, y por ende tenía un súper olfato.
Enserio me había mojado por el.

—No digas esas cosas.—susurre mientras el rubor se apoderaba de mis mejillas.

—No tienes por qué avergonzarte de tus emociones, no lo puedes controlar.

Mi cabeza era un nido de emociones sin fin y solo el varonil sonido de su voz me saco del trance.

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⏰ Última actualización: Oct 27 ⏰

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