¿celoso? ¿yo?

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Soy linda.
   Me case hace dos años, con un mafioso. Fue un matrimonio arreglado, no quería casarme, pero me obligaron. Nunca me toca, me quito mi virginidad en la noche de bodas, luego lo hicimos unas cuantas veces pero luego no volvió a tocarme.
   Cómo adulta de veintitres años, mi apetito sexual se ha vuelto... Grande.

  Una noche salía del trabajo, hacia mucho frio.
—Hola linda— me saludo mi compañero de trabajo.
—Hola stive—le devolví el saludo.
—¿Quieres que te lleve? Me queda de paso.
  Lo pensé unos segundos.
—No hace falta.
—Vamos...—insistió.
—Mmm, está bien. Gracias.

   Estábamos de camino a casa, hablamos del trabajo del clima y de otras cosas triviales.
  Me divertí mucho.
—Y...llegamos.—apago el motor del auto—oye linda... Algún día podríamos salir...ya sabes...
—Stive, tengo un esposo.—le respondí.
—Entiendo...bueno hasta mañana linda.
—Hasta mañana, gracias por traerme.
  Cerré la puerta del auto y me adentre en la mansión, hacia mucho frio y yo solo tenía un vestido con una chaqueta.
  Los empleados me saludaron.
Llegue a la habitación, me quite la chaqueta e iba a por el vestido cuando sentí una precencia tras mío.
  No tenía que mirar para saber quién era. Carden.
—Carden...¿que haces aquí?
—¿No puedo estar aquí? Es mi casa.
  Odiaba su ego y orgullo.
Puse los ojos en blanco y le di la espalda.
—Quien era ese—Exige saber.
—¿Quien?—pregunté confusa.
—El imbécil que te trajo en su auto.
  Su tono se volvió demandante, tanto hasta asustarme, como siempre.
  Stive.
—Es un compañero de trabajo.
—¿Y...Los "compañeros de trabajo" frecuentan llevar a las señoritas a casa?
—Al menos el me trae a casa—susurre pero me arrepentí al instante.
  El me miró con unos ojos furiosos, tanto que me hicieron temblar.
—¿Que dijiste?
—Nada...
—Que mierda dijiste linda.
—Ya te dije que nad—
   No pude terminar de hablar cuando me tomo del cuello y me estampó con la primera pared que encontró.
  Su cara estaba a un aliento de la mía.
—Que-di-jis-te—
—Que al menos el me trae a casa—hable como pude.
—Tienes más de dos choferes solo para ti, ¿Eso no te alcanza?
  Apretó más mi cuello.
—Me estás lastimado...
—Responde.
—Si, si me alcanza.—menti.
—Bien. Eres mía.
  Me miró el rostro de arriba a abajo.
—Quiza deba darte una lección para que aprendas.
   Por fin dejo mi cuello libre, dejándome respirar con normalidad.
  Llevo sus manos al escote de mi vestido, y lo que escuché a continuación fue la tela desgarrándose.
  Chillé.
  Siguió rompiendo lo hasta que no quedaron más que andrajos en el suelo.
   No llevaba sosten, así que mis pechos rebotaron por el movimiento brusco.
  El seguía mirándome a los ojos.
  Los míos estaban llenos de miedo, en estos dos años, nunca había dejado de temerle.
  Un escalofrío me recorrió cuando deslizó sus manos por mi vientre hasta llegar a mis bragas.
  Y como era de esperarse las rompió para quitarme las.
  Estaba completamente desnuda e indefensa. Y el completamente vestido, eso hacía más sucio todo esto.
—Carajo linda...—su mano tatuada subió desde mi pelvis hasta mi vientre acariciando lo, luego a mis pechos pellizcando un poco los pezones y finalmente se cerró sobre mi cuello.—por que lo haces.
  No entendía.
—Hacer que...
—Portarte mal.
El sonido de un azote retumbo en la habitación y me arranco un grito de la garganta.
  Me azotó la intimidad, con fuerza y con rabia.
  Los ojos se me pusieron llorosos.
  Chillé por el insoportable ardor.
  Paso la palma de su mano por todo mi coño y arrancandome suspiros. Otra descarga eléctrica me golpeó cuando volvió a azotar mi coño.
  Chillé.
—Para...por favor.
   En respuesta volvió a azotarme y yo tire la cabeza para atrás.
  Era como el dolor y placer al mismo tiempo.
  Siguió azotándome hasta dejarme rendida y sin aliento para gritar.
—Te ves tan hermosa en ese estado.—me azotó—deberia castigarte más seguido—Zas—¿Te gusta linda?—ZAS.
  Grite con mi último aliento para por fin correrme sobre su mano. Aún cabalgaba las olas del placer cuando me tomo entre sus brazos y me arrojo sobre la cama.
  Su lengua me acaricio el clítoris, para calamar el ardor.
—Empapada.
—Carden...
  Gemi sin saber si quería que siguiera o parara.
  Lo lamió despacio solo para calmarme.
  Alejo su boca de mi coño y se posicionó encima mío.
  Beso mi garganta, chupándola a su antojo, dejando marcas para marcar territorio.
  Bajo por mis clavículas hasta mis pechos abundantes. Me miró, sin dejar de mirarme me chupo un pezón. Sus ojos negros estaban más oscuros de lo normal.
  Mi pezón quedó más rosado que antes, cuando termino de lamerlo, chuparlo, tirar de el con sus dientes, y mordisquearlo.
   En mis ojos las lágrimas brotaban, aunque no supiera bien por qué.
  Seguia besando mi vientre cuando me miró y pareció percatarse de mis lágrimas.
  Se detuvo.
Se irguió para mirarme y seco una de mis lágrimas antes de ponerse de pie.
  Comenzó a acomodarse la camisa que se había desabrochado.
—Carden...
—Luego te compro otro vestido.
   Me estaba dejando desnuda en la cama y con las piernas abiertas, con el cabello desordenado y los ojos arrasados en lágrimas.
   Cerre las piernas y me senté en la cama.
  Lo dude un poco.
—Ven aquí Carden...
  Señale la cama.
Me miró de arriba a abajo antes de desaparecer por la puerta dejándome confundida.

...

¿Quieren que estos dos terminen lo que empezaron?

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