el duque y la condesa

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Estaba caminando por los pasillos del palacio, me dirigía con mi madre, la condesa y mi padre el conde. Yo era la heredera del título, tendría que casarme con alguien que no amaba, el marques de grendich.
  Alguien había llamado mi atención hace muchos meses, el duque. Su cabello negro caía en cascadas o a veces peinado para atrás, una barba depilada le aumeaba la barbilla y mandíbula, al parecer por lo que se podía notar era grande, alto y musculoso.
  Era de noche y los guardias estaban en un descanso, estaba sola.
  Un fuerte brazo me arrastro a un pasillo y no pude saber de quién se trataba hasta que ví su espléndido rostro, que me hacía sentir un millón de emociones, incluida el miedo.
—Duque, ¿que le sucede?—Dije confusa y asustada.
—Dahlia...—dijo mi nombre en un susurro.
—Damon... Que te sucede ¿Estás ebrio...?
—Si...
—Ya me voy—no pude dar ni un paso hasta que me tomo de la cintura y me alzó hasta entrar en una habitación, su habitación.
—¿Que esta-?—no me dejó terminar la palabra y poso sus labios en mi garganta.
  Un suspiro de desesperación salió de mis labios.
—Duque...está ebrio debe dejarme ir.
  Alzó la vista hasta que sus ojos negros se toparon con los míos esmeralda.
—Dahlia... No sé si debería decirte esto pero... Estás en mi cabeza todos los días, no puedo dejar de pensar en ti, en tu piel, en tu aroma cada vez que pasas por mi lado, en tus ojos, todo tu ser. Quiero que seas mía. Para siempre.
—Duque... Estoy comprometida.
—Lo se, y es mi mayor tormento. Día y noche—espeto.
—Duque...
—Dame una noche, se que me odias, pero dame una noche para hacer que cambie de opinión sobre mi.
—Esta ebrio...
—Dejame...—suplico.
  Empezó a acercar sus labios a mi mejilla y solté un suspiro.
—Una noche...
  Esas dos palabras bastaron para que pegará ferozmente sus labios en la parte más turgente de mi garganta.
  La diferencia de edades era grande, yo tenía diesinueve y el treinta y uno
  Chillé cuando mordió mi garganta. Me tomo de la piernas y me sentó en un estante para que pueda tomar todo de mi.
   Solté una ola de jadeos cuando empezó a besar mi busto.
   Me bajo del estante y me dió la vuelta teniéndolo a mi espalda, enfrente nuestro había un espejo así que podia ver todo lo que hacía conmigo.
   Sentí sus dedos en mi corsé y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.
  Tenía su aliento en mi nuca.
—¿Confias en mi...?
  Asentí.
Desabrochó mi vestido y callo hasta mis tobillos. Y quedé solo en el corsé, Mis pezones sobresalían y sentí que la respiración del duque se volvía pesada.
—Vas a matarme...
  Sus labios empezaron a besar justo detrás de mi ojera y solté y fuerte jadeo.
  Sus dedos encontraron el cordon de mi corsé y comensaron a desabrocharlo.
  Sus labios pasaron a mi garganta.
  El corsé terminó de desatarse y iba a caer al suelo pero lo sostuve tapando mis pechos.
  Los labios del duque fueron a mi oreja.
—Eres preciosa...—Sus manos fueron a las mías que sostenían el corsé—tan condenadamente hermosa.
  El agarre de sus manos contra las mías empezó a tirar hacia delante para quitarme el corsé por completo.
  El corsé se fue deslizando hasta que quedó en el suelo dejando desnudos mis pechos.
  Eran firmes y de buen tamaño, pero tampoco eran tan grandes. Estaban coronadas por unos pezones pequeños y rosados.
—Carajo...—solto el duque, parecía estarse conteniendo.
  Me giro bruscamente y volvió a sentarme en el estante.
  Solté un grito ahogado cuando atrapó uno de mis pezones con sus labios.
—Damon...—gemi.
  Su mano bajo hasta mis muslos y empezó a masagearlos. Su lengua succionaba y mordía mi pezón hinchado.
  Empezó a bajar por mis pechos, mis costillas y se quedó en mi bajo abdomen.
  Beso, lamió y mordió la piel de aquella zona.
—ahh...
  Parecía que cada vez que emitia un sonido producido por su culpa el enloquecía.
  Su lengua se introducio en mi ombligo y empezó a lamer.
  Eche la cabeza hacia atrás soltando un suspiro.
  Cuando lo ví el ya tenía la mirada puesta en mis ojos.
—Es hermoso ver cómo ya estás así por mi cuando esto no es ni el comienzo.
  Sin avisar empezó a besar mis muslos, sacándome una exclamación.
   Vi como se ponía de rodillas y subía mis piernas encima de sus hombros.
—Dime que nadie nunca te ha tocado jamás. Dime qué soy el primero.
—Eres el primero...—hable como pude.
—Exacto, el primero y el último en tocarte así para siempre.
  Grite cuando paso su lengua por toda mi intimidad.
—Damon.—gemi.
  Estruje su cabello con mis dedos.
  Empezó a besar toda mi intimidad hasta hacerme enloquecer.
  Entonces encontró mi clítoris y empezó a estimularlo poco a poco con su lengua.
  No pude resistirme a decir algo que no quería.
—Damon, por favor...dame más.
—Con que quieres más... Yo puedo arreglar eso.
  Damon me deboro.
Ni siquiera sabía que podía hacer eso. Atrapó entera mi pequeña intimidad con su boca y succionó todo de ella.
  Paso lenguetasos feroces y voraces.
  No podía ni gemir, me quedé muda.
  Me tiró por completo en el mueble dejándome acostada y el seguía devorandome.
—Damon...ahh—Susurre, hubiera gritado si hubiese podido, pero no podía.
—Con un poco de mis besos ya estas lista para más.
  Se centro en mi clítoris hinchado y rosado. Lo torturó.
  En un momento lo mordisquio suavemente haciéndome temblar.
—Damon...Siento algo...algo...
—dejalo salir chiquita. Suéltate.
  Succionó mi clítoris con fuerza y me solté, una sensación que jamás había experimentado se abrió paso entre mi cuerpo.
  Grite.
  Lleve una mano a mi intimidad por instinto y empeze a convulsiónar. Mis caderas se levantaron y temblaron sin pudor alguno en frente de el duque.
  Cuando por fin estuve estable el duque ya estaba inclinado sobre mi mientras yo seguia recostada en el mueble.
Lo mire y estaba relamiéndose los labios hinchados y rojisos.
—Eres tan dulce como imaginé.
—Damon...
—No chiquita, si sigues llamandome así...es posible que no me contenga.
  ¿De que se iba a contener?
—Ve a tu habitación.—ordeno.—y cierra tu puerta con llave.
—¿Por que?
—¿Quieres que te diga por qué?
  Asentí.
—Por que contigo ya no tengo ni una pizca de autocontrol, y si no fuera porqué ahora mismo estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano para no hacerte mía en esa cama... Ve a tu cuarto y cierra la puerta con llave. O si no... Puede que vaya por ti si me arrepiento.
  Si por algo era conocida, era por mi curiosidad.
—¿Que me harías?
—Te tumbaria sobre esa cama.
—¿Y luego...?
—Meteria los dedos dentro de ti hasta que estés lista para mí.
  Asentí insinuandolo a que siga.
—Te comeria esos hermosos pechos.
   Mi respiración se volvió irregular.
—Y después...
—Y después...—acerco sus labios a mi oreja—Te haría mia. Entraría dentro de ti y gozaría con sus gloriosos gemidos y gritos de placer.
   Sentí una extraña humedad entre mis piernas.
—¿Ahora puedo irme?
—No.—Espeto—si querías irte no debiste preguntarme esas cosas...
  Solté una exclamación cuando me tumbó sobre su grande cama.

...

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