Apenas podía controlar mi creciente frustración cuando dejé el vaso vacío de whisky sobre la barra. La idea de Paulina siendo tratada como una mercancía me atormentaba, cada imagen que mi mente proyectaba era peor que la anterior. No podía quedarme de brazos cruzados, no ahora. Tenía que hacer algo, aunque parte de mí sabía que quizá estaba a punto de cruzar una línea que no tenía retorno.
Con una decisión que me empujaba más allá de cualquier razón, dejé la barra y me dirigí directamente hacia Dominic, el hombre al que Beatrice había mencionado. Lo localicé rápidamente: un tipo corpulento, vestido con una elegancia que no lograba ocultar la frialdad en sus ojos. Parecía calculador, un hombre que, a simple vista, no inspiraba confianza, pero eso poco me importaba en ese momento.
—Dominic —lo llamé, sin dejar lugar a la duda en mi tono. Mis pasos eran firmes, como si una fuerza invisible me empujara.
Él levantó la vista, una sonrisa astuta curvando sus labios cuando me reconoció.
—Lord Bridgerton, qué honor tenerlo aquí de nuevo —dijo, inclinando ligeramente la cabeza como si fuera un caballero. Sabía que solo lo hacía por cortesía, nada más.
No me molesté en andarme con rodeos. Mi paciencia ya había llegado a su límite.
—Quiero ver a Paulina —mi voz salió firme, cortante. No había margen para la discusión, aunque sabía que Dominic no se rendiría fácilmente.
Dominic arqueó una ceja y una sonrisa cínica se apoderó de su rostro.
—Hoy está reservada, milord —respondió, manteniendo ese tono educado que me irritaba—. Pero si quiere, puedo agendarle una cita. Tal vez en... una semana.
¿Una semana? El solo hecho de pensarlo era inaceptable. No podía imaginar a Paulina pasando una semana más en estas circunstancias, sometida a las manipulaciones de un tipo como Dominic. Cada segundo que pasaba era como una daga en mi pecho.
—¿Una semana? —repetí, mi tono helado. No había manera de que aceptara algo así—. Te pagaré el doble... No, el triple —dije, sintiendo cómo la rabia se mezclaba con la desesperación. Si el dinero era el idioma que este hombre entendía, entonces lo usaría.
Vi cómo sus ojos se agrandaban, brillando ante la mención de una suma mayor. Trataba de ocultar su avaricia, pero era obvio que había captado su atención. Dominic se relamió los labios, claramente tentado.
—El triple, dice... —murmuró, soltando una corta carcajada—. Está bien, vizconde Bridgerton. No puedo negarme a una oferta así, pero le advierto que hoy no puede ser.
Apreté los puños. El título "vizconde" en sus labios sonaba sucio, pero me obligué a mantener la calma. Sabía que este hombre solo veía a Paulina como un negocio, como una fuente de ingresos. Había conseguido lo que quería, pero la espera me devoraba por dentro.
—¿Mañana? —pregunté, aunque mi paciencia estaba colgando de un hilo.
—Mañana a las doce —confirmó, inclinándose hacia mí como si compartiera un secreto—. Pero, si no le importa, necesitaría la mitad del pago por adelantado. Ya sabe, para asegurar la... reserva.
Sentí cómo la ira me quemaba por dentro. ¿Reserva? La forma en que hablaba de ella me revolvía el estómago. Paulina no era una mercancía, y aún así, aquí estaba, negociando su tiempo como si no importara nada más. Pero no tenía elección. Al menos mañana podría verla, hablar con ella. Y, con suerte, encontrar una forma de sacarla de este infierno.
Sin decir una palabra, metí la mano en el bolsillo y saqué la cantidad que me había pedido. Sentí que cada moneda que le daba era un insulto a todo lo que creía, pero sabía que era la única forma de conseguir lo que quería. Lo importante era Paulina.
—Aquí tienes —dije, arrojando las monedas en su mano con brusquedad.
Dominic las contó rápidamente, sus ojos brillando con codicia. Cuando terminó, guardó el dinero en su abrigo y sonrió satisfecho.
—Perfecto, vizconde. No falle mañana a las doce. Paulina estará... esperándolo.
Lo miré con una mezcla de rabia y asco, pero no respondí. Me di la vuelta y caminé hacia la salida. Con cada paso que daba, sentía cómo la ira y la impotencia me consumían. Mañana, me dije. Mañana hablaría con ella. Tendría que enfrentar la verdad, por más difícil que fuera de aceptar. Lo que más temía era lo que podría descubrir. Pero no podía ignorar lo que sentía. Paulina no era solo una mujer más. Había algo en ella que me había atrapado, algo que no podía dejar atrás.
Al salir del club, las palabras de Beatrice resonaban en mi cabeza: "Es la más bella, la más fuerte." Sí, Paulina tenía agallas, pero nadie, ni siquiera alguien tan fuerte como Paulina, debería estar atrapada en un lugar como este. Mañana la vería, mañana.
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Paulina (Anthony Bridgerton)
FanfictionPaulina, una prostituta que lucha por cuidar a su hermana enferma en los suburbios londinenses, encuentra en Anthony un noble cuya vida está llena de privilegios y expectativas. Su primer encuentro en un club clandestino desafiará los mundos de ambo...