Vuelta a la realidad

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Anthony

—¡Se acabó el tiempo, vizconde! —gritó una voz familiar desde el otro lado, interrumpiendo bruscamente el momento.

El golpe en la puerta resonó por toda la habitación, sacándome de la intimidad que acabábamos de construir. Paulina se detuvo, sus ojos clavados en los míos mientras su mano aún rozaba mi rostro. Me tensé al instante, la frustración invadiéndome. Justo cuando estábamos a punto de acercarnos, el mundo exterior nos arrastraba de vuelta a la realidad.

—Mi lord... —murmuró ella con una voz baja, su mirada calmada, pero con un destello de algo más profundo—. Gracias... por esta noche. Ha sido una de las mejores de mi vida.

La suavidad en sus palabras me desarmó. No era algo que había esperado oír, y mucho menos en un momento como este. No sabía qué responder, simplemente la miré, atrapado en la sinceridad de su agradecimiento. Sentí su mano cálida acariciar mi rostro con una delicadeza que casi me dolió. Y entonces, un impulso incontrolable nos acercó. Mi rostro se inclinó hacia el suyo, buscando esa conexión que había estado creciendo entre nosotros.

Pero antes de que pudiera completar el movimiento, otro golpe, más fuerte, sacudió la puerta.

—¡Anthony, vamos, hombre! —la voz de Will, cargada de impaciencia, rompió cualquier posibilidad de que el beso sucediera.

Ambos nos detuvimos. El momento se esfumó, y la realidad volvió a instalarse entre nosotros con una incomodidad palpable. Me aparté lentamente, aunque cada fibra de mi ser quería seguir allí, junto a ella. Me puse de pie, consciente de que la noche había terminado y de que no había vuelta atrás.

Paulina se sentó lentamente en la cama, sus ojos todavía puestos en mí. En su mirada no había reproche, pero sí una pregunta sin formular.

—Por cierto, ¿cómo te apellidas? —me sorprendió su pregunta, pero entendí que hasta ese punto, no lo había sabido realmente. Todos lo sabían pero en el mundo de Paulina, las cosas eran diferentes.

—Anthony... Anthony Bridgerton —respondí, sintiendo el peso de mi nombre en el aire.

Una sonrisa ligera se dibujó en su rostro. No había burla, sólo una comprensión tranquila.

—¿Volveré a verte, Anthony Bridgerton? —su voz era suave, pero directa, como si quisiera asegurarse de que este no sería el final.

Me quedé quieto, la mano en la puerta, sin saber bien cómo responder. Parte de mí quería prometerle que sí, que nos volveríamos a ver. Pero otra parte, la parte que sabía cómo funcionaba mi mundo, no estaba tan segura.

—Espero que sí, Paulina. Espero que sí —dije finalmente, sabiendo que esa era la verdad más honesta que podía ofrecerle.

Con un último vistazo a Paulina, abrí la puerta y salí. Los rostros familiares de mis hermanos y amigos me recibieron con risas y comentarios, pero mi mente estaba lejos de allí, todavía atrapada en ese pequeño cuarto, en esa despedida que dejó más preguntas que respuestas.

Paulina

Me quedé allí, quieta, mirando la puerta por la que Anthony había desaparecido. El aire en la habitación aún se sentía cargado de todo lo que había ocurrido, y de lo que no había llegado a suceder. Un suspiro escapó de mis labios, casi como si con él pudiera liberar la tensión que aún sentía en mi cuerpo. ¿Qué acababa de ocurrir? Algo en mí, en la forma en que él me había mirado, tocado, no era lo que estaba acostumbrada a recibir. Anthony Bridgerton... ese nombre resonaba en mi mente. Había oído hablar de él, claro, y de su familia. Una de las más importantes de todo Londres. Pero en mi mundo, ese tipo de cosas no tenían importancia. Los nombres y los títulos eran una ilusión que no afectaban la vida que llevaba, ni la supervivencia diaria a la que estaba acostumbrada.

Sin embargo, había algo en Anthony, algo más allá de su apellido. Ese aire de seguridad mezclado con un toque de vulnerabilidad... esa calma con la que me había tratado, como si no fuera sólo una figura más en su vida. Un cliente más. Y, por un momento, me había hecho sentir algo diferente. Casi me atreví a pensar que me había visto, realmente me había visto, más allá de la fachada que solía mostrar a los demás.

Sacudí la cabeza, tratando de volver a la realidad. No podía permitirme pensar en eso. Anthony se había ido, y yo tenía que seguir adelante. Me vestí rápidamente y salí de la habitación, mis pensamientos aún revoloteando alrededor del encuentro.

Busqué a Dominic, el hombre que me manejaba, el que me pagaba cada noche. Lo encontré al final del pasillo, apoyado contra la pared, fumando un cigarro mientras observaba con desdén a las personas que pasaban. Cuando me vio acercarme, esbozó una sonrisa que no me gustó.

—Paulina —dijo Dominic con su voz áspera—. No sé qué has hecho, pero sigue así.

Fruncí el ceño, confundida. No era normal que Dominic me elogiara, y mucho menos que lo hiciera con ese tono.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, notando una leve inquietud en mi interior.

Dominic lanzó una bocanada de humo y luego me miró directamente a los ojos.

—Doscientos para mí —anunció, con un brillo codicioso en la mirada—, y... quinientos para ti.

Parpadeé, incrédula. ¿Quinientos? Mi paga habitual nunca era más de cien. Nunca. Era una cantidad considerable, una que no había esperado. Sentí una mezcla de sorpresa y desconfianza, preguntándome qué había cambiado.

—Buena chica —añadió, dándome una palmadita en el hombro como si fuera un perro al que acababa de recompensar.

No me lo creía. ¿Qué estaba ocurriendo? Quinientos... ¿por qué? El nombre de Anthony Bridgerton cruzó mi mente de inmediato, como si él tuviera algo que ver con esta repentina generosidad. ¿Había sido él quien había dejado tal cantidad por mí? El Anthony que había conocido en esa habitación no parecía el tipo de hombre que simplemente arrojaba dinero para obtener lo que quería. No, había algo más. Pero no podía permitirme ilusionarme, no podía permitirme pensar que había algo especial en este encuentro. No en mi mundo, no con hombres como él.

Apreté los labios y asentí, aceptando el dinero que Dominic me ofrecía, pero sin poder quitarme de la cabeza la imagen de Anthony. ¿Qué ocurría con Anthony Bridgerton? ¿Volvería a verlo? Y si lo hacía... ¿sería diferente? O tal vez, se daría cuenta de que, después de todo, él no era tan distinto a los demás.

Me alejé de Dominic con el dinero en mis manos, una carga inesperada que, de alguna manera, representaba una esperanza latente. Mi mente divagaba entre el recuerdo de su mirada y la realidad de mi vida. En el fondo, una pequeña voz me susurraba que debía tener cuidado, que no debía permitirme soñar en un mundo que no era el mío. Pero esa noche, su presencia había sido como un destello de luz en medio de la oscuridad, un recordatorio de que a veces, incluso en la vida más dura, podía haber un destello de esperanza.

Paulina (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora