Trabajo duro

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Anthony

El señor Tindale, después de observarme trabajar (o más bien, intentar hacerlo), se acercó a Paulina con una expresión curiosa. Sabía que había algo en mi presencia que lo desconcertaba, y no podía culparlo. Al fin y al cabo, no era común ver a alguien como yo en un campo de Richmond, y mucho menos en plena mañana.

—Señorita Paulina —dijo en un tono que pretendía ser casual, aunque la curiosidad lo delataba—, ¿entonces conoce usted a... Lord Bridgerton?

Paulina, quien aún intentaba no reírse ante mi evidente torpeza con las herramientas de trabajo, se volvió hacia él. Su expresión se endureció levemente, pero no lo suficiente como para ocultar el brillo divertido en sus ojos.

—Podría decirse que lo conozco —respondió, sin dar más detalles.

Tindale, sin embargo, parecía más interesado en obtener algo de información que en dejar pasar el asunto.

—Cuentan en Londres que su familia es una de las más... cómo decirlo... respetables —continuó el señor Tindale, con un aire casi adulador—. Una gran familia. Y me imagino que un hombre de su posición debe de tener ocupaciones muy importantes. No es todos los días que vemos a alguien de su linaje aquí, trabajando en el campo.

No pude evitar soltar una carcajada ante el tono de voz que estaba empleando. Tindale, quien no era normalmente tan elogioso, ahora parecía tratar de sacar el mayor provecho posible de la situación, sin darse cuenta de que sus intentos por hacerme sentir halagado solo servían para divertirme más.

—Sí, señor Tindale —respondí, enderezándome y sacudiendo un poco la tierra de mis manos—. Conozco a Paulina. De hecho, es una joven excelente, ¿no cree?

Paulina me miró con los ojos entrecerrados, como si no supiera si debía tomarme en serio o no. Su expresión decía claramente que no estaba acostumbrada a recibir elogios de mi parte, y mucho menos frente a otras personas. El señor Tindale asintió con una sonrisa.

—Es una trabajadora incansable —continué, ignorando la mirada que Paulina me lanzaba—. Quizás... solo quizás... necesite un descanso alguna vez, ¿no?

Tindale asintió de nuevo, obviamente satisfecho de que hubiera respondido, aunque parecía algo desconcertado por el rumbo de la conversación.

—Bueno, mi señor —dijo, llevándose la mano al sombrero y haciendo una ligera reverencia—. Sin duda es usted un caballero muy generoso. La señorita Paulina es una joya aquí en los campos, siempre trabajando duro.

Paulina, visiblemente incómoda con el tono del señor Tindale, decidió intervenir antes de que se siguieran acumulando más elogios innecesarios.

—Gracias, señor Tindale, pero aún queda mucho trabajo por hacer hoy —dijo, intentando cambiar el rumbo de la conversación—. No creo que podamos permitirnos muchos descansos, ni siquiera para los vizcondes— me miró divertida.

Yo solté otra risa, divertida por su intento de desviar la atención. Estaba claro que Paulina no estaba acostumbrada a la idea de que alguien pudiera hacer algo por ella sin esperar nada a cambio. Pero yo no tenía prisa. Sabía que el tiempo que pasara aquí no sería en vano. Y, a decir verdad, me encontraba disfrutando de cada momento.

—No te preocupes, Paulina —le dije, todavía con una sonrisa en los labios—. No te pido que descanses ahora mismo. Pero, tarde o temprano, todos necesitamos un respiro.

Ella me miró con una mezcla de exasperación y diversión, como si no pudiera decidir si estaba más molesta o sorprendida por mi insistencia. Pero, al final, fue Beatrice quien rompió el incómodo silencio, acercándose corriendo con una expresión de absoluta incredulidad.

Paulina (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora