El nuevo granjero

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Anthony

El reloj en la pared apenas marcaba las ocho y diez cuando me senté a la mesa, todavía con la cabeza dando vueltas. Era temprano, muy temprano para mis costumbres. No solía ver la luz del día a esta hora, y mucho menos vestido con ropa que, para cualquiera, parecería más adecuada para un granjero que para un vizconde.

El murmullo habitual de la casa de los Bridgerton se detuvo apenas entré al comedor, y la mirada de mi madre lo decía todo. Violet me observaba con una mezcla de desconcierto y preocupación, su cuchillo deteniéndose a medio camino de la mantequilla.

—Anthony, querido —dijo tras unos segundos de perplejidad—, ¿qué haces así vestido? —Sus ojos recorrieron mi atuendo con incredulidad—. ¿Acaso te has levantado del lado equivocado de la cama?

Levanté la vista de mi plato, fingiendo una indiferencia que no sentía. Sabía que esta conversación iba a ser más difícil de lo que debería.

—Solo tengo que hacer algo importante esta mañana —respondí, con el tono más neutro que pude conseguir mientras partía una rebanada de pan, intentando parecer concentrado en algo tan trivial como el desayuno.

—¿Algo importante, como lo que hizo que desaparecieras anoche del baile? —repitió mi madre, aún más desconcertada—. ¿A las ocho de la mañana y con... con botas de campo? ¿Has perdido el juicio?

Antes de que pudiera dar una respuesta razonable, una carcajada clara resonó desde la puerta. Eloise, por supuesto.

—Oh, esto será divertido —dijo ella, caminando hacia la mesa con una sonrisa burlona—. ¿Anthony Bridgerton madrugando y vestido para... ¿el campo? —Se tapó la boca fingiendo una expresión de incredulidad—. Por favor, dime que piensas empezar una nueva vida como granjero.

—Eloise —murmuré, sin levantar la cabeza.

—¡Eloise! —reiteró mi madre, girándose para mirarla con severidad—. No es momento de bromas. Anthony, por favor, explícame qué está ocurriendo. ¿Qué es tan urgente que necesitas salir a esta hora?

Suspiré profundamente, tratando de no perder la calma ante la oleada de preguntas.

—Tengo que ir a los campos de Richmond —dije, sabiendo de antemano que la frase sonaría como si estuviera hablando en un idioma desconocido para ellas.

Eloise soltó otra carcajada, esta vez más fuerte.

—¿A los campos de Richmond? —repitió, casi escupiendo el té que acababa de servirse—. ¿Qué demonios vas a hacer allí, Anthony? ¿Cultivar zanahorias?

—Eloise —dije con voz tensa, intentando que dejara de ridiculizarme frente a nuestra madre, pero ella estaba disfrutando demasiado del espectáculo.

—¡Oh, pero claro! —Eloise se pasó una mano por la frente, fingiendo preocupación—. ¡Es que se me olvidó! Debes ir a cosechar para la gran causa de la nobleza rural. Espero que no te ensucies las manos demasiado...

Nuestra madre soltó un suspiro de exasperación, claramente al borde de la paciencia, mientras me miraba como si intentara encontrar alguna señal de que todo aquello era una broma.

—Anthony, por el amor de Dios —dijo mi madre con firmeza—. ¿Qué demonios te ha poseído? ¿Por qué vas a Richmond? ¿Y por qué... usas esa ropa?

—Madre, por favor —dije, poniendo mis manos sobre la mesa—. No tiene importancia. Solo necesito hacer algo. No es una locura. Es... una cosa personal.

—¡Ah! —Eloise levantó las cejas y sonrió de forma pícara—. Ya veo, algo personal... ¿Tiene que ver con una dama, quizás?

La mirada de mi madre cambió de preocupación a alarma.

Paulina (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora