¿Quién eres, Paulina?

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Anthony

El alcohol, aunque aún presente en mis venas, había comenzado a disiparse, y con él, la neblina que solía darme una excusa para seguir el curso de lo que se esperaba en lugares como este. No era nuevo en estas situaciones, pero esta vez, algo me hacía contenerme. Mi cuerpo respondía de manera natural —demasiado natural— al suave toque de sus manos, pero mi mente, por alguna razón, se resistía a dejarse llevar completamente.

La observé de reojo, aún sumido en la oscuridad de la habitación, donde apenas una tenue luz de vela iluminaba sus rasgos. Sus dedos se movían con una destreza y delicadeza que normalmente habría desencadenado una respuesta más impulsiva de mi parte. Sin embargo, lo que sentía ahora no era solo lujuria. Era algo más. Algo más lento. Más cauteloso.

Mi cuerpo, ya encendido por la proximidad de la piel suave de sus manos, reaccionó inevitablemente. Me sentí tenso, más consciente de mí mismo de lo que estaba acostumbrado. Pero, a diferencia de otras veces, no quise abalanzarme sobre ella. No era una simple prostituta que podía despojarme de mis inhibiciones con una caricia. Era más que eso, o al menos, así la percibía. Había algo en su mirada, en la manera en que se movía, en el tono de su voz. Una sombra de vulnerabilidad que no podía ignorar.

—Ven —le dije, mi voz más suave de lo que había esperado, más como una invitación que una orden. La guié hacia la chaise longue, con la misma calma que me costaba mantener.

Me senté primero, apoyando la espalda en la parte superior del respaldo, y con un leve gesto, le indiqué que se tumbara. No fue un movimiento brusco ni forzado, sino deliberado. Quería observarla más detenidamente, tener una perspectiva diferente, sentir que podía controlarme antes de perderme del todo. A medida que ella se acomodaba, la escasa luz reflejada en su piel la reveló con mayor claridad. Su figura quedó parcialmente iluminada, y los contornos de su rostro, suaves y femeninos, quedaron expuestos a mis ojos con una fragilidad que no me esperaba encontrar en este lugar.

No pude evitar quedarme mirándola. Era guapa, más guapa de lo que había imaginado en un principio. Los otros hombres que frecuentaban el club no buscaban belleza, al menos no de la manera en que yo la veía ahora. Para ellos, la emoción estaba en el control, en el poder que les daba el dinero. Pero yo... no estaba pensando en eso. No ahora.

Mis ojos viajaron desde la curva de su cuello hasta sus labios entreabiertos, sus mejillas iluminadas por el tenue resplandor de las velas. No sabía qué me estaba pasando, pero sentía que la situación exigía más que simple lujuria. Ella me provocaba curiosidad, un anhelo extraño, y mi cuerpo reaccionaba no solo a su proximidad física, sino a la intensidad de ese silencio que compartíamos. El latido de mi corazón, rápido e insistente, martillaba contra mi pecho, mientras mis pensamientos se debatían entre dos extremos: el deseo de acercarme y el impulso de contenerme.

Por alguna razón que no podía explicar, el deseo de conocerla, de prolongar este momento, superaba el de tenerla de inmediato. No era como con las otras mujeres que había conocido. El silencio entre nosotros no era incómodo, sino expectante. Y esa expectativa... esa tensión que flotaba en el aire... me gustaba.

La posición en la que estaba me daba la ventaja de observarla sin prisas. Cada movimiento suyo era suave, casi controlado, y eso me llevaba a pensar que ella tampoco estaba completamente cómoda. Parecía estar cumpliendo con un papel, como si este encuentro no fuera más que una rutina para ella. Pero yo sabía que debajo de esa fachada había más, y eso me intrigaba.

Me incliné un poco hacia adelante, acercándome lo suficiente como para que nuestras respiraciones se mezclaran. La proximidad hizo que su perfume, un aroma suave pero cautivador, llenara mis sentidos. Mis manos, en lugar de apoderarse de su cuerpo, acariciaron con suavidad el borde de su vestido, apenas rozando su piel, pero lo suficiente como para que ella sintiera que no la obligaría a nada. Al menos no todavía.

Paulina (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora