Mundos distintos

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Anthony

Esperé fuera, intentando disimular mi impaciencia mientras el aire fresco de la noche golpeaba mi rostro. La luna apenas era visible entre las nubes, pero el bullicio de la ciudad no cesaba. Mi mente seguía atrapada en ese pequeño cuarto, en las palabras que no nos dijimos y en las que sí. Paulina... Quería verla de nuevo. No bajo la luz tenue de las velas, ni envuelta en la distancia de nuestras historias. No como una sombra, sino como ella, tal como era. Realmente verla.

—Hermano... —la voz de Benedict interrumpió mis pensamientos, sonaba más firme que de costumbre—. Colin está demasiado ebrio. Necesita volver a casa.

Miré a Colin, apenas podía mantenerse en pie, tambaleándose como un muñeco roto. Había bebido mucho, demasiado. Apenas lograba articular palabra cuando se inclinó sobre un arbusto cercano y comenzó a vomitar sin reparo. Benedict cruzó los brazos, claramente impaciente.

Me quedé observando el caos a mi alrededor. Colin, siempre el más despreocupado, seguía con su rutina de noches interminables. Benedict lo vigilaba con desaprobación, pero yo... yo estaba en otro lugar, mi mente aún atrapada en esa habitación, en la forma en que Paulina me había mirado antes de que nos interrumpieran. Me había dejado algo que no podía explicar, un vacío en el estómago y un deseo latente de volver, de entender qué había sido eso.

—Anthony... —Benedict volvió a llamarme, esta vez con más urgencia—. Colin no va a durar mucho más de pie. Vámonos.

Sabía que tenía razón. Colin no podía quedarse aquí, y por más que quisiera, no podía dejar a mis hermanos. Pero me resistía a marcharme sin más, como si de alguna manera esa despedida no cerrara nada, como si aún quedaran preguntas sin hacer, palabras sin decir.

Volví a mirar la puerta por última vez, con la absurda esperanza de que Paulina apareciera, que la noche me diera otra oportunidad de verla, de seguir desentrañando esa conexión que había surgido entre nosotros. Pero no fue así.

—Nos vamos, chicos —dije finalmente, resignado.

Mientras ayudaba a Colin a levantarse, mi mente seguía atrapada en ella. En la forma en que había inclinado su rostro hacia el mío, en la calidez de su mano cuando rozó mi piel, en ese beso que no llegó, pero que había quedado suspendido en el aire entre nosotros. Era absurdo pensar que alguien como ella, alguien que había conocido un mundo tan distinto al mío, pudiera afectarme tanto en tan poco tiempo. Pero lo había hecho.

Me alejé con Colin y Benedict, viendo la noche extenderse ante nosotros. No pude evitar sentir que me iba sin respuestas, que aquella breve conexión con Paulina me había dejado un eco que aún resonaba en mi interior. Esto no había terminado. Lo sabía. Algo en mí ya estaba decidido, aunque no sabía cómo ni cuándo, volvería a verla. Paulina...

Paulina

La calle estaba desolada, no había un solo alma. Entré en casa despacio, sin hacer ruido, pero sabía que Emilia estaría despierta. Siempre lo estaba, atrapada entre el dolor y el frío. Al cerrar la puerta, el peso de la noche aún no me abandonaba, aunque la casa se sentía más cálida que la tormenta de pensamientos que se desataba en mi mente. Anthony Bridgerton... Su nombre era como un eco lejano, pero persistente. Algo había cambiado, pero ahora no tenía tiempo de pensar en eso. Lo importante era Emilia.

Dejé caer el pequeño bolso con el dinero que Dominic me había dado sobre la mesa. Mis manos temblaban al recordar la cantidad: quinientos para ti. Más de lo que jamás hubiera soñado ganar en una noche. Pero eso no importaba. No era el dinero lo que me quitaba el sueño, era la sensación de haber cruzado una línea invisible. Me obligué a concentrarme en lo inmediato, en lo que realmente importaba. Emilia.

Paulina (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora