Capítulo 11: El Auge de la Oscuridad

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El aire en Luminis estaba cargado de tensión y miedo, mientras las criaturas oscuras del Heraldo seguían probando las defensas de la ciudad. Los días de paz estaban contados, y la presencia ominosa del enemigo era palpable en el cielo, donde las nubes de tormenta ocultaban el sol, sumiendo al reino en una penumbra perpetua. En los corazones de los habitantes de la capital, el terror crecía, pero también lo hacía la determinación de resistir.

Roger se encontraba en las murallas de la ciudad, observando los movimientos del enemigo desde la distancia. A su lado, Thorian y Elara discutían estrategias de defensa. Las criaturas, aunque feroces, no eran el verdadero peligro; eran solo un anticipo del ataque total del Heraldo.

—No van a esperar mucho más —dijo Thorian, ajustando el mango de su espada—. Esto es solo el principio. Cuando lleguen en masa, será una batalla como ninguna otra.

—Entonces debemos estar listos —respondió Roger, mirando el horizonte—. Y lo estaremos.

Elara, siempre pragmática, añadió con un tono serio.

—Hemos entrenado bien a los soldados, pero hay que estar preparados para que las murallas caigan. Si eso sucede, lucharemos calle por calle.

Roger asintió, pero su mente estaba distraída, siempre volviendo a Mia, que seguía encerrada en la Torre de los Sabios con Kael, completando los rituales necesarios para sincronizarse por completo con el Corazón de Eldoria. Sabía que ella llevaba la carga más pesada y que solo tenían una oportunidad de hacer esto bien. Si fallaban, el Heraldo los destruiría a todos.

Esa misma noche, mientras el consejo real se reunía para discutir las defensas, Mia emergió de la Torre, acompañada por Kael. Parecía cansada, con ojeras marcando su rostro, pero en sus ojos había un brillo nuevo, como si el poder del Corazón la estuviera transformando.

—He terminado los rituales —dijo Mia al entrar en la sala—. Estoy lista.

El rey Alaric se levantó de su asiento y la miró con una mezcla de alivio y preocupación.

—Gracias a ti, Mia, tenemos una oportunidad. Pero no podemos bajar la guardia. El Heraldo atacará pronto.

Kael, con su habitual calma, intervino.

—El Corazón de Eldoria está ahora sincronizado con Mia. Ella puede canalizar el poder de los héroes antiguos. Pero este poder viene con un costo. Mia debe usarlo sabiamente o podría consumirse a sí misma.

Mia asintió, consciente del peligro que representaba. Sentía el poder fluyendo por sus venas, una energía antigua y poderosa, pero también peligrosa si no la controlaba.

—Lo sé, Kael —respondió—. Pero no tengo miedo. Si este es el precio por salvar a Eldoria, estoy dispuesta a pagarlo.

Roger, que había estado observando desde el fondo de la sala, dio un paso adelante.

—No estarás sola, Mia. Todos estamos en esto juntos.

Los demás asintieron, y el ambiente en la sala se tornó solemne. Sabían que el momento decisivo estaba por llegar.

A la mañana siguiente, mientras los habitantes de Luminis se preparaban para la batalla, las campanas de alerta comenzaron a sonar. Un gran ejército de criaturas oscuras apareció en el horizonte, marchando hacia la ciudad como una ola imparable de caos y destrucción. Y detrás de ellas, una sombra gigantesca, que parecía devorar la luz, se movía lentamente: el Heraldo de la Desolación.

—Es él... —murmuró Roger mientras observaba la figura a lo lejos, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda—. Está aquí.

Thorian y Elara se acercaron, con sus armas listas, y Kael apareció junto a ellos, sus ojos fijos en la figura oscura.

—El Heraldo no es como las demás criaturas. Es una fuerza de pura destrucción —dijo Kael—. No será una simple batalla. Debemos contenerlo el tiempo suficiente para que Mia libere el poder del Corazón.

Roger asintió, su mano apretando el mango de su espada con fuerza. El plan era claro: defender Luminis a toda costa, mientras Mia, protegida en el corazón de la ciudad, desataba el poder de los antiguos héroes para sellar al Heraldo. Sabían que las probabilidades estaban en su contra, pero no había marcha atrás.

Las puertas de la ciudad se cerraron, y los defensores tomaron posiciones. Roger se colocó en la primera línea, junto a Thorian y Elara, mientras las criaturas oscuras comenzaban a golpear las murallas. El sonido de la batalla llenaba el aire: gritos, acero chocando contra acero, y el rugido de los monstruos.

Mientras tanto, Mia, en el centro de la ciudad, se preparaba para el momento más crucial de su vida. Kael se mantenía a su lado, guiándola.

—Debes mantener el control, Mia. El Corazón de Eldoria es una fuente de poder inagotable, pero también es peligroso. Si permites que te abrume, podrías destruir todo a tu alrededor, incluidos nosotros.

Mia cerró los ojos y comenzó a concentrarse. Sentía el poder acumulándose dentro de ella, una fuerza inmensa que pedía ser liberada. Pero sabía que no podía hacerlo aún. Necesitaba esperar el momento adecuado, cuando el Heraldo estuviera lo suficientemente cerca para ser sellado.

Mientras tanto, la batalla en las murallas de Luminis alcanzaba su clímax. Las criaturas oscuras, implacables, escalaban las defensas, y los soldados luchaban con todo lo que tenían. Roger y Thorian, lado a lado, repelían oleada tras oleada de enemigos. Elara, con su velocidad y precisión, atacaba desde la distancia, derribando a los monstruos que amenazaban con romper las líneas defensivas.

—¡No podemos mantener esta posición mucho más tiempo! —gritó Roger, bloqueando el ataque de una criatura gigantesca—. ¡Necesitamos una señal de Mia!

Como si el destino respondiera a su llamado, un destello de luz surgió desde el centro de la ciudad. Mia, rodeada por un aura brillante, había comenzado a canalizar el poder del Corazón. La energía se elevó en espirales de luz, desafiando la oscuridad que envolvía la ciudad. El cielo, que antes estaba cubierto de nubes, comenzó a despejarse a medida que la luz de Mia cortaba la sombra del Heraldo.

El enemigo, al ver esto, redobló sus esfuerzos, como si supieran que su tiempo estaba terminando. El Heraldo de la Desolación, viendo la luz creciente, comenzó a moverse hacia la ciudad, su presencia aplastante se sintió en todo Eldoria.

—¡Es ahora o nunca! —gritó Kael—. ¡Mia, libera el poder!

Mia abrió los ojos, que ahora brillaban con una luz pura e intensa. Sintiendo el peso del destino sobre sus hombros, levantó el Corazón de Eldoria hacia el cielo y dejó que el poder fluyera completamente. La luz que emanó de ella fue cegadora, una explosión de energía que se extendió por toda la ciudad, envolviendo a sus amigos y a sus enemigos por igual.

El Heraldo, atrapado en la luz, rugió con una furia indescriptible, pero comenzó a ser absorbido por el poder del Corazón, debilitado por la fuerza de los antiguos héroes. Pero la batalla no estaba terminada.

Mia sabía que aún quedaba una última prueba, y la decisión más difícil de su vida estaba por llegar.

el inicio del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora