Capítulo 12: El Último Sacrificio

0 0 0
                                    

La luz emanada por el Corazón de Eldoria había envuelto toda la ciudad, empujando la oscuridad hacia afuera y debilitando las fuerzas del Heraldo de la Desolación. La batalla en las murallas se detuvo momentáneamente, mientras criaturas oscuras se desintegraban en polvo bajo la potencia de la luz. Los soldados de Luminis, exhaustos pero esperanzados, alzaron la vista, sintiendo por primera vez en días una pequeña chispa de victoria.

Mia, en el centro de la ciudad, se mantenía firme, con el Corazón brillando intensamente en sus manos. Sin embargo, aunque la luz había hecho retroceder al Heraldo, no lo había derrotado completamente. La sombra imponente del Heraldo seguía moviéndose lentamente hacia Luminis, aunque debilitada, su presencia aún era palpable. Un rugido profundo resonó desde las profundidades de la criatura, sacudiendo la tierra bajo los pies de todos.

—Todavía no ha terminado —murmuró Roger desde las murallas, observando cómo la gigantesca figura del Heraldo seguía avanzando.

Thorian, que había estado luchando sin cesar junto a él, limpió el sudor y la sangre de su frente.

—Ese monstruo no se rendirá fácilmente. Está herido, pero no derrotado.

Elara, siempre con los ojos fijos en el enemigo, frunció el ceño.

—Está buscando a Mia. Sabe que es ella quien puede destruirlo.

Roger miró hacia el centro de la ciudad, hacia donde Mia luchaba por mantener el control del Corazón. Sabía que, aunque habían logrado ganar un poco de tiempo, el verdadero enfrentamiento aún estaba por llegar. Debían proteger a Mia a toda costa para que pudiera terminar lo que había empezado.

En la Torre de los Sabios, Kael permanecía a un lado de Mia, observando cómo luchaba por contener el inmenso poder del Corazón. La luz la envolvía completamente, y aunque su rostro mostraba determinación, Kael podía ver el dolor y el agotamiento que la consumía.

—Mia, estás haciendo un trabajo increíble, pero el Heraldo aún no ha sido sellado por completo —dijo Kael con urgencia—. Necesitamos un último empuje, un sacrificio de poder para contenerlo. Solo así podrás detenerlo definitivamente.

Mia, jadeando por el esfuerzo, abrió los ojos y miró a Kael. Su cuerpo estaba al borde del colapso, pero aún mantenía el Corazón con firmeza. Sabía que Kael tenía razón; el Heraldo no se rendiría fácilmente, y aunque el poder del Corazón era enorme, no sería suficiente sin un sacrificio mayor.

—¿Qué debo hacer? —preguntó Mia, sintiendo la gravedad de las palabras de Kael.

Kael la miró con una mezcla de compasión y respeto.

—El Corazón de Eldoria está conectado a tu vida, a tu esencia. Para sellar al Heraldo de la Desolación completamente, debes ofrecer una parte de ti misma. Un sacrificio irreversible.

Mia comprendió de inmediato lo que Kael estaba sugiriendo. Si hacía lo que él decía, perdería parte de su ser, una parte que nunca podría recuperar. Tal vez su poder, tal vez su propia vida. El costo era alto, pero Mia ya había tomado su decisión mucho antes de este momento.

—Lo haré —respondió Mia, sin dudar—. Si eso significa salvar a Eldoria, entonces estoy lista.

Kael asintió solemnemente, sin intentar detenerla. Sabía que este era el destino que ella había aceptado al convertirse en la portadora del Corazón.

—Que los antiguos héroes estén contigo, Mia.

Mientras tanto, en las murallas, Roger y los demás observaban con horror cómo el Heraldo de la Desolación avanzaba nuevamente, a pesar de su debilitamiento. Parecía que nada podría detener su marcha, y su sombra comenzaba a extenderse sobre las murallas, oscureciendo el brillo de la luz que Mia había desatado.

—¡Tenemos que hacer algo! —gritó Roger, desesperado—. ¡No podemos quedarnos aquí esperando a que nos destruya!

—Ya no depende de nosotros —dijo Thorian, mirando a lo lejos con resignación—. Esta batalla está más allá de nuestras espadas. Todo está en manos de Mia ahora.

Pero Roger no podía aceptar eso. No podía simplemente quedarse al margen mientras su amiga enfrentaba sola al Heraldo. Sintiendo una mezcla de miedo y determinación, bajó su espada y corrió hacia la Torre de los Sabios, ignorando los gritos de Thorian y Elara que le pedían que se detuviera.

Cuando llegó a la Torre, encontró a Mia en el proceso final del ritual. El Corazón de Eldoria flotaba frente a ella, rodeado por un campo de luz intensa. Mia, agotada pero firme, estaba lista para completar el sacrificio que sellaría al Heraldo para siempre.

—¡Mia! —gritó Roger, acercándose.

Mia lo miró, sus ojos llenos de tristeza, pero también de resolución.

—Roger... No puedes detener esto. Ya lo he decidido.

Roger, con el corazón en un puño, sacudió la cabeza.

—No puede ser la única manera, Mia. ¡No puedes sacrificarte así!

—No tengo otra opción. Si no hago esto, el Heraldo destruirá todo —respondió Mia, su voz temblando por el peso de su decisión—. Pero no estoy sola en esto, Roger. Lo hago por ti, por todos nosotros.

Roger se acercó, tomando la mano de Mia entre las suyas, sintiendo el calor del Corazón fluyendo a través de ella.

—Si haces esto, no te perderemos, ¿verdad? —preguntó con la voz rota.

Mia lo miró profundamente, sabiendo que no podía mentirle.

—No lo sé. Pero prefiero arriesgarlo todo que ver a Eldoria caer.

En ese momento, el Heraldo de la Desolación, acercándose cada vez más, rugió con una furia monstruosa. Sabía que su fin estaba cerca y que Mia era su única amenaza. La batalla final había llegado.

—Es el momento —murmuró Mia, soltando la mano de Roger—. Adiós, Roger.

Antes de que pudiera responder, una explosión de luz estalló desde el Corazón de Eldoria. Mia levantó las manos y, con un grito desgarrador, desató todo el poder acumulado dentro de ella. La energía pura que emanaba del Corazón se dirigió directamente hacia el Heraldo de la Desolación, envolviéndolo en un vórtice de luz cegadora.

El Heraldo rugió de nuevo, esta vez con desesperación, mientras era consumido por la luz. La sombra comenzó a desvanecerse, desintegrándose en pedazos que se esparcieron por los cielos. El poder del Heraldo se evaporó, y por un momento, el mundo entero pareció detenerse.

Cuando la luz finalmente se disipó, el Heraldo de la Desolación ya no existía. Solo quedaba silencio.

Roger se arrodilló junto a Mia, que yacía en el suelo, su cuerpo inerte. El Corazón de Eldoria seguía brillando débilmente en sus manos, pero su luz se estaba apagando lentamente.

—Mia... —susurró Roger, tomando su mano—. Lo lograste.

Pero Mia no respondió.

el inicio del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora