—Sí, si vamos. Toma tus bolsos.
Entra corriendo a la casa y abraza a Iris y Auveri, las llena de besos y la despego de ellas a la fuerza no hay tiempo para esto, tomo la mochila con los papeles, uno de los bolsos.
—¡VAMOS! No hay tiempo para esto. Verónica no hagas que me arrepienta.
—¿Qué pasa? —pregunta Iris sin entender mientras Auveri comienza a llorar—. No, Verónica no te vayas —intenta tomarla pero yo la tomo del otro lado y la saco a la fuerza— ¡No!
—Lo lamento, te amo, las amo, es lo mejor.
Nos subimos a un auto que compré usado y tenía tapado, la policía va hacía la casa y la hago agacharse en cuanto los veo pasar con las sirenas apagadas. Sí, lo logramos, cambié el prólogo, puedo cambiar el final. Veo a Verónica que llora en silencio a mi lado, la dejo llorar tranquila, después de todo no las volverá a ver, acaba de prometerme que será mía al cien por ciento y le haré cumplir su palabra y esta vez no habrá divorcio porque jamás se marchará de mi lado.
—Tenemos que pasar por la ciudad para ir al aeropuerto, si intentas algo, te prometo que voy a escapar y dejaré un pintura abstracta con los sesos de Riley cuando la encuentre y será toda tu maldita culpa ¿escuchaste?
—Sí.
—Bien aquí vamos. Toma —le paso la gorra negra y lentes de sol que usaba la autora cuando la atrapé—, ponte esto y calladita la boca.
Avanzamos por la ciudad y trato de mantener la calma manejando de la manera más relajada posible para no llamar la atención, llegamos a un semáforo y unos policías se paran a mi lado mirando hacia nuestra dirección, volteo apenas a verlos y los saludo con una sonrisa, ellos me devuelven el gesto y arrancan, pero unos metros más adelante encienden la sirena y dan vuelta el auto, mi corazón late con fuerza, tomo mi arma y ellos pasan en frente nuestro, para detener a un hombre que usaba un auto como el que tenía antes.
—Menos mal que vendí ese auto —digo relajada en un suspiro, mientras subo la velocidad antes de que cierren las salidas—. Deberías haber visto tu cara de esperanza. Menos mal que no nos atraparon porque sino podemos escapar, soy capaz de matarte y suicidarme para que nadie más te tenga —ella me mira abriendo los ojos grande—. Le dijiste a Iris que la amabas —no me mira—, te estoy hablando.
—¿Quieres que te mienta? Te amo entonces.
—Vas a tener que mentir mejor, hasta que te lo creas o me lo crea. Pero tranquila mejoraras con la practica aprenderás a mentirte a ti misma tan bien, que hasta tú te creerás que me amas —camino al aeropuerto disminuyo la velocidad y me meto por una huella.
—¿A dónde vamos?
—¿De verdad piensas que soy tan idiota de ir al aeropuerto que seguro está lleno de policías? Iremos en un avión que usan los locales para esparcir los insecticidas en los cultivos y vuela lo suficientemente bajo para no ser detectado por radar hasta el siguiente poblado.
De verdad tiene que aprender a mentir mejor, ella hasta el ultimo momento tenía la esperanza de ¿escapar o salvarse de mí? me dan hasta ganas de reír.
Al fin vamos llegando y veo el avión a lo lejos esperándonos para abordar, una vez que salgamos aquí todo será más fácil, solo tendremos que escondernos por un tiempo y luego podré sacarnos a la casa que tengo en Alaska, totalmente equipada para que ella no escape y podamos vivir cómodamente saliendo lo menos posible y con sin posibilidades de que ella escape a menos que quiera morir congelada. Voy a disfrutar tanto de nuestros días juntas, aunque me queda un gran trabajo para quebrar su mente y espíritu.
—Vamos —le digo saliendo del auto y tomando un bolso y una valija.
Camino detrás de ella, sé que Iris va a enojarse conmigo, pero era la oportunidad de librarla a ella, a Auveri y salvar la vida casi que sin querer de... Esperen ¿yo tengo...? yo estoy narrando ahora ¿eso quiere decir que lograron rescatar a la autora? Miro hacia atrás el auto y la miro a ella caminar segura adelante, si la autora tiene de nuevo el control ¿cuanto tiempo pasará para que ella lo note? se para de golpe y freno detrás de ella. Ya lo notó.
ESTÁS LEYENDO
Las viudas de Luke Lawson
RomanceDicen que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, también dicen que la venganza es un plato que sirve frío. Nosotras vamos a servir el plato frío, tan frío que terminará enterrado tres metros bajo tierra. Puedo decirles algunas cosas, uno el...