4 Una visita a su café

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Dicen que la curiosidad mató, yo digo que murió sabiendo.

Iris me insistió demasiado en querer conocer a Aurora, así que poniéndole a él una excusa viajamos en su auto a verla en la cafetería. Entremos y vemos a la rubia atender con una gran sonrisa, elegimos una mesa y nos sentamos frente a frente.

—Es joven y se ve bastante inocente, tenías razón.

—Trata de ser más disimulada para verla, yo ya la incomodé la primera vez.

Iris baja su mirada a la carta y ambas nos ponemos a elegir que pedir en silencio, es increíble cómo el odio hacia una misma persona puede unirte tanto con otra. Sentimos la presencia de ella a nuestro lado, la castaña frente a mí sonríe y levanta la mirada primero.

—Hola, bienvenidas a —se queda callada al verme— ¿Viniste hace una semana verdad? —me pregunta directo.

—No me has olvidado —ella sonríe.

—¿Ya saben que van a pedir?

—Un café con leche, y una porción del pie de tres chocolates.

—Un expreso doble en una taza mediana, con edulcorante, una rebanada de pastel de limón y dos donas para llevar —dice ella y yo sonrío e Iris se aclara la garganta.

—Sí, pero esta vez no llevaré las donas.

—Entonces ya vuelvo con su pedido ¿Quieren agregar algo más a la orden? —mira a Iris y le sonríe—, ¿Quiere probar el pie de tres leches? Es sin cargo.

—Claro —le sonríe la castaña frente a mí. En cuánto se aleja lo suficiente me habla— ¿Coqueteas con ella? —la miro.

—¿De qué hablas? Solo soy amable —ella levanta una ceja— ¿Eres así de celosa también con él?

—No estoy celosa, ella tiene algo.

—Sí, pero no es algo es alguien ¿Piensas que debemos decirle?

—No lo sé —deja la carta y me mira directamente a los ojos—. No creo que pueda manejarlo, a lo sumo con esa carita de inocencia, lo único que pueda hacer es matarlo de amor —dice seria.

Aurora no tardó en traernos la orden, en todo momento nosotras demasiado obvias, no la perdimos de vista, pero ella no volteo a vernos ni una sola vez, solo atendía las mesas con una gran sonrisa.

—Aquí está su orden —dejo cada cosa con cada una— ¿Necesitan algo más? Porque me han mirado, pero no quise acercarme, para no invadirlas ¿Está todo bien? —ambas nos miramos e Iris asintió con un gesto de cabeza.

—Todo perfecto, cualquier cosa te lo pediremos.

Ella se marcha y la castaña frente a mí, deja caer su cabello lacio, se lo acomoda, da un trago a su café y me mira con una ceja levantada.

—Solo voy a decirlo de nuevo, tiene algo —me afirmo en la mesa con un brazo y toco su ceja levantada.

—No me alces una ceja a mí —ella se ríe y me aparta la mano—. Quizás estás neurótica, me pasó cuándo descubrí a nuestro futuro exesposo con ustedes. Desconfiaba de que todo lo supieran menos yo. Desayunemos que el camino de regreso es largo y yo no voy a conducir, mañana tengo que hacerlo de nuevo para volver a mi ciudad.

Terminamos de desayunar hablando entre risas, nos pusimos a inventar diálogos sobre que conversarían las personas que pasaban hablando por afuera, ambas nos reímos bastante, parecemos viejas amigas y hace tan solo una semana que nos conocemos. Le pido la cuenta a Aurora y ella nos trae la misma.

—¿Les gustó el café y la comida? —nos pregunta a ambas pero mira más a Iris.

—Muy rico todo —le dice la castaña frente a mí.

—Son bienvenidas cuándo quieran volver —nos regala una gran sonrisa—. Por haber traído a una amiga —me dice a mí—, tienen descuento en el desayuno así que esta es su cuenta, recomiéndennos en Instagram, etiquetándonos en la publicación y van a tener descuento la próxima vez que vengan.

Nos deja la cuenta y se marcha, saco mi billetera para pagar pero Iris deja el efectivo, agarrando mi muñeca y colocando el dinero en la mesa con propina, me guiña un ojo, nos paramos y nos vamos, la rubia nos despide con una sonrisa y sacudiendo la mano.

Llegamos al auto, me abrocho el cinturón de seguridad, y seguimos rumbo a su casa, pero antes decidimos pasear por el lugar, total nadie nos conoce. Entramos a tiendas, almorzamos en un lugar que nos recomiendan, y paseamos por la ciudad, vemos el atardecer sentadas en el banco de un plaza mientras comemos algodón de azúcar y los niños juegan.

—¿Alguna vez pensaste en tener hijos? —me pregunta ella chupándose los dedos.

—Sí, pero el no quería —le respondo suspirando—, luego me enfoque en mi carrera, en hacer cursos en tratar de que poder exponer en alguna galería. Y el tiempo pasó y yo simplemente lo olvidé.

—No es algo que olvides, solo lo has postergado por él —asiento y bajo la mirada—. Yo se lo pedí, se lo propuse, se lo insinúe, pero él simplemente no quiere, dice que aún no está listo.

—¿Cuántas cosas nos hemos postergado en la vida por él?

—Muchas, pero menos mal que no nos embarazamos de ese imbécil, seria mucho más difícil todo esto ahora.

Ambas asentimos mientras terminamos nuestro algodón de azúcar, con los dedos pegasos, la autoestima por el suelo y la venganza a flor de piel, decidimos regresar, pero él tiene noche de poker e Iris dinero a montones que no le molesta gastar, nos hospedamos en un hotel de tres estrellas en este pueblito, y decidimos dormir en la misma habitación, con la única cama matrimonial que quedaba.

—Ay señora, no ponga esa cara que es usted quién tiene la única habitación disponible con una sola cama grande —le dice Iris— y si fuéramos pareja, lo que hacemos de la puerta para adentro es nuestro problema —toma la llave y a propósito me toma de la mano besando mi mejilla, algo lo que no le doy mucha importancia— ¿Quieres bañarte primero?

—Claro ¿Dónde quedó lo que compramos? —me pasa mi bolsa con la ropa interior que compramos, más camiseta y pantaloncito— Gracias y ya que al parecer somos pareja, podríamos bañarnos juntas, cariño —digo entre risas y metiéndome al baño, pero ella se lo toma literal y se mete en ropa interior conmigo—. Sí sabes que solo bromeaba ¿Verdad?

—Sí, pero ¿Has visto la habitación? Seguro que me quedo sin agua o sale fría a mitad del lavado, si nos bañamos juntas y rápido va a alcanzar para las dos ¿Vienes o te bañas después? —me dice bajo el agua—, no voy a quedarme desnuda si eso te preocupa.

Me meto bajo el chorro de agua y tomando turnos ambas nos lavamos el cabello, varias veces me la encuentro mirándome y yo también la miro, tiene un cuerpazo digno de una portada de revista, un lunar en el hombro derecho, y otro cerca de su pecho izquierdo. Y tenía razón en cuanto vamos llegando al último tramo, el agua sale tibia y luego fría.

—Elije un lado y yo tomo el otro.

Me dice secándose el cabello con la toalla, se coloca la camiseta encima y por abajo las bragas, pero se le notan los pezones, trago y desvío la mirada. Hago lo mismo pero me coloco el brasier, ella es la primera persona con la cual voy a dormir en la misma cama que no sea Luke, ya que solo con él he dormido y hecho otras cosas, es más ha sido el único con el que he estado de esa forma también.

Tomo el lado izquierdo parándome frente a la cama, ya que está frente a la puerta del baño y me levanto muchas veces a orinar en la noche. La siento meterse a la cama a mis espaldas.

—Hasta mañana —me susurra al oído.

—Hasta mañana —le respondo.

A mitad de la noche por inercia mi cuerpo se acopla al otro con el que comparto la cama y ella en vez de correrse o a alejarse me abraza y acaricia la espalda.

Las viudas de Luke LawsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora